martes, junio 30, 2009

601 ó "Mi foto en bañador"


Ixtapa, Zihuatanejo (c. 1988)

Esto es todo

La columna "Pronóstico del clímax", de Xavier Velasco, publicada en Milenio Diario ayer, 29 de junio. La fotografía que ilustra este post, por cierto, corresponde a uno de los últimos ensayos que MJ realizó antes de morir, a dos semanas de empezar las 50 (sí, ¡cincuenta!) presentaciones que tenía firmadas en Londres.
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Me van a perdonar, pero no guardo luto sino horror. Por más que el bombardeo sea unánime y la noticia insista en atañer a todo el universo, no consigo eludir la visión de una nada gigantesca, si bien profusamente iluminada. Como esos fondos de inversión cuyos esquemas piramidales dejarán a la postre a sus inversores con las manos repletas de papel mojado, el mito Michael Jackson apenas tiene carne de dónde morder. Si me pongo en lugar de uno entre los millones que hoy se dicen sus deudos, encuentro menos información confiable sobre su vida real que la provista a los espectadores de King Kong, por citar a otro freaky de ficción. Y entre esos pocos datos hay tantos números involucrados —fueron del negro al rojo, con los años— que cabe preguntarse cuáles serían las dimensiones del mito sin la indiscreta colaboración de tantas cifras a la postre fatales. Toneladas de dólares yendo y viniendo para saciar la codicia infinita de la industria disquera y la megalomanía hueca de su hijo y producto predilecto. En medio, algunos álbumes y videoclips, producidos por los mejores profesionales que el dinero podía comprar. Nada muy diferente del proceso que lleva a la realización de un jingle publicitario. Contra los cuales uno nada tiene, pero tampoco espera que contengan emociones genuinas.

Cierta vez, el gerente de una emisora radial me habló de una estrategia de comercialización que encontré poco menos que diabólica: pretendían convencer a la totalidad de sus anunciantes de enviarles solamente comerciales cantados, de forma que la música jamás se detuviera, y acaso ni siquiera se diferenciara. Digo que era una idea casi diabólica porque muy bien se sabe que al hombre del tridente no suelen ocurrírsele proyectos inviables, si bien no necesito ni esforzarme para imaginar un infierno ambientado exclusivamente con sonsonetes publicitarios y proselitistas. ¿Cómo explicarle al ingenioso gerente que un jingle y una canción son productos no menos distintos entre sí que, digamos, un slogan y un poema? Ni para qué. Ya entrados en la era de Madonna y Michael Jackson, donde cualquier cosa puede valer cualquier cantidad, se entiende que la cosa se reduzca a números. Del mejor álbum que grabó Michael Jackson pesará siempre más el dato de las copias vendidas que el de la producción de Quincy Jones.

Vivir pantalla adentro

El pecado de Warhol no fue vender como arte una lata de sopa Campbells, sino hacerse con tantos émulos al vapor. “Andy Warhol es el único genio que he conocido con un IQ de 60”, dijo Gore Vidal, seguramente sin reparar en el rebaño que ya venía detrás. Como era de esperarse, la diferencia —abismal, en teoría— entre vender sopas y elevar la cotización de una obra de arte donde la estrella es una marca de sopa, fue haciéndose sutil hasta borrarse en los dominoos de la práctica, donde no importa ya la intención, ni la emoción, sino la nitidez —que no la transparencia— del engaño. Fue justo en los mejores años del mito Michael Jackson que la tecnología hizo accesible todo engaño visual imaginable. Si podía concebirse, también podía filmarse.

No olvido aquel concierto en el Estadio Azteca. El cantante de pronto despegaba del escenario y lo circunvolaba, al mando de un moderno artefacto personal equipado con sendas especies de turbina. Una excentricidad más costosa que osada, aunque sus seguidores —entre ellos muchos miles de niños— la festejaron inclusive después de enterarse que el cantante se valía de un stuntman para el efecto. Un doble intrépido que alborotaba al gentío mientras él descansaba, detrás del escenario. Un recurso muy válido, dirían, habituados a la escasez total de retroalimentación escénica. Si la gente no espera que la pantalla le devuelva otra cosa que nuevas imágenes, en las cuales no es concebible que incida un vil mortal, por qué había de quererse nada distinto cuando los personajes de la pantalla se trasladan a cualquier escenario. Desde el planeta Tierra, nada que concerniese al personaje —ni siquiera delitos evidentes que hasta entre presidiarios tienen el peor de todos los estigmas— podría nunca ser entendido como humano, ni por tanto juzgado o comprendido. Como si sucediera todo dentro de un foro, donde los abusados padres del niño abusadito salen bailando al ritmo de veinte millones de dólares y nadie se preocupa porque nada es real. Neverland no parece sino la capital de Nothingland.

El peso de la marca

Nada tuvo de extraño que se le viera en Disneylandia celebrando los 60 años de Liz Taylor —una mujer famosa desde los cinco años, que hasta entonces jamás había puesto un pie en una sucursal bancaria, y ni siquiera manoseado un cheque—. Uno y otra habituados al crosslifting de la fama mundial, no podían por menos de encontrarse en el mismo laberinto de cápsulas que se vuelve la vida cuando el usuario debe vivirla entera acorralado. Si ya el trabajo de conservarse humano implica largas y tortuosas sesiones de levantamiento de cruz, espanta imaginar el precio de vivir al cuidado de la propia etiqueta. Ser uno mismo sopa y cantarse su jingle. Vamos, en su lugar ya me habría metido no sólo drogas varias y poderosas, sino al cabo una cápsula repleta de cianuro.

En 2001, el mito Jackson celebró treinta años de carrera en el Madison Square Garden, para lo cual pagó más de un millón de dólares a Marlon Brando por hacerse presente. Lejos de imaginar el extremo de tóxica irrealidad en el que hay que girar para verse obligado a rentar amigos célebres en el nombre de una leyenda plástica, puede uno sin embargo asomarse a la historia por los rastros de soledad y aislamiento que el personaje iba dejando tras de sí, condenado a elegir entre misantropía y antropofobia. Una historia alarmante donde las haya, agazapada tras el payasito angélico que asegura querer a todo el mundo con esa voz de autómata de Spielberg que hacía de él un niño de caricatura. Un niño escalofriante, si se piensa dos veces. Una especie de self-made monster que de pronto, no obstante, lo hizo a uno bailar, pero hace mucho tiempo le provocaba más miedo que otra cosa. Nadie mejor que Michael Jackson debió de haber sabido que ni el diablo es capaz de volar sin pagar. Ya lo decía el constructor de androides de Blade Runner: Flama que alumbra el doble dura la mitad.

domingo, junio 28, 2009

La Ley y el Poli

Sábado, casi mediodía. Voy rumbo a Mundo E. Escucho Radio Pokajú cuando un policía de tránsito a bordo de una moto me alcanza por la derecha y me hace señas para que me orille.
El poli parece salido de La hora pico: gigantescas gafas oscuras, mostacho descomunal e intimidante barriga. Me da la mano y me pregunta de dónde vengo y a donde voy (casi filosófico, el poli). Le respondo.
--Su coche no circula hoy.
Pongo cara de sorpresa. Él explica:
--El cuarto sábado del mes los automóviles con placas terminación 1 y 2 no circulan... Y hoy es cuarto sábado de mes.
Saca su teléfono celular (un Sony Ericsson muy chido) y me muestra el calendario. Sí, es cuarto sábado de mes. Yo sigo con mi cara de sorpresa. "Es que de donde vengo nunca he tenido problemas". Me enlista de memoria los municipios que se acogen a esa medida ambiental. Estoy en territorio enemigo. Atizapán está allá atrás.
--¿Y entonces qué procede?
--Remitir su auto al corralón.
--...
--¿Me permite su licencia y su tarjeta de circulación?
Me tiembla la manecita cuando le entrego mis documentos.
--¿Dónde queda el corralón?
--Allá por (palabra ininteligible)... donde está la Coca-Cola.
--No. No tengo ni idea. Pero lo sigo... ¿Me devuelve mis documentos?
--No, estos los retengo hasta que lleguemos al corralón.
--¿Por qué?
--Es una garantía de que me acompaña. Si no, nos vamos, usted se mete a un centro comercial y cómo lo sacó de ahí...
--Pero, oficial, ¿cómo cree que haría eso? (Supongo que me mira con desdén detrás de sus súper lentes oscuros). Por favor devuélvame mis documentos.
--Se los devuelvo en el corralón, cuando pague su multa. Van a ser 1200 pesos de multa y además el piso... 100 pesos diarios hasta que saque el coche el lunes... En total van a ser 1500 pesos...
Le lanzo una perorata argumentando que eso es una irregularidad y tal (lo de retenerme los documentos). Para zanjar el asunto, él me muestra una parte del reglamento donde dice que el poli sí puede retener documentos "como garantía de pago de la multa". ¿¡?!
--Bueno, ya. Lo sigo.
Poli se acomoda la barriga en el cinturón y lanza su oferta de Julio Regalado:
--Le doy su multa ahorita y me quedo con un documento. Usted dígame cuál le devuelvo...
--No le puedo dejar ningún documento, oficial. Lo sigo.
Se me ocurre una idea genial, que le escuché alguna vez a mi madre: "Pídele que se identifique". ¡Yeah!
--¿Me permite su identificación?
--Claaaro que sí...-- Ahora es a él al que le tiembla la manecita cuando me entrega su credencial de tercer oficial de la policía de Tlalnepantla. Me doy mi tiempo para anotar todos los datos que me parecen importantes y se la devuelvo.
Arrancamos. Un kilómetro más adelante se orilla y me pide que me detenga. Se acerca a mi ventanilla.
--Lo voy a dejar ir esta vez... (Silencio desconcertante... ¿Escuché bien?) --Pero déme el papel donde anotó mis datos.-- Se lo doy y, cuando lo toma, lo arruga con rabia. --Le recomiendo que no vaya a donde iba. Que se regrese.--
--Gracias, poli. Buena tarde.

Chin

Estados Unidos es subcampeón de la Copa Confederaciones. Hizo un muy buen partido frente a Brasil, que debió emplearse a fondo para remontar un 0-2 en contra.

EU tuvo un torneo difícil. Perdió con Italia (campeón del mundo), ganó a Egipto (campeón africano), echó a España (campeón europeo)...

Mientras tanto... nosotros jugamos contra Venezuela y Guatemala, preparándonos para la Copa de Oro, en la que --en fase de grupos-- jugaremos contra Guadalupe, Panamá y Nicaragua. ¡Pfff!

Agosto 12. México vs. EUA en el Azteca. Es el partido que importa...

martes, junio 23, 2009

20 años no es nada

Acabo de ver la nueva secuencia de créditos iniciales de Los Simpson, que este año llegan a 20 de transmisiones ininterrumpidas. ¡Woohoo!


miércoles, junio 17, 2009

"Estaríamos mejor con López Obrador"

Una de las confesiones más incómodas de mi vida, al menos en los últimos años, ha sido el voluntario reconocimiento de que en 2006 voté por López Obrador.

Ya, ya, ya... Como dice una canción de U2: "No hay nada que puedas lanzarme que no haya escuchado ya".

Lo cierto es que pienso que este país (y este mundo, en general) no puede seguir el rumbo que lleva, con la mitad de sus habitantes en la pobreza. De tal suerte que mi opción racional fue la izquierda política a la hora de votar.

Nunca me gustó el tono amenazante del slogan "Por el bien de todos, primero los pobres", pero el fondo de esa frase me pareció pertinente en su momento. Nunca confié ciegamente en él (no soy Peje-fan, como alguien me llamó), pero francamente las otras dos opciones que presentaba la boleta me parecieron igual o peores. También ayudó a mi decisión la trabadez con la que Fox se empeñó en obstaculizar la candidatura de AMLO ("si Fox dice que es malo... no debe ser taaan malo"). Y, bueno, en 2006 vi la oportunidad de revivir la esperanza de cambio que Fox me arrebató durante su sexenio (después de haberla encendido tras su victoria en 2000).

En fin. Voté por AMLO. Y me arrepentí pronto. Recuerdo muy bien los días posteriores al 2 de julio de 2006. Por algún tiempo creí en el fraude. Las dudas, al menos, me parecieron fundadas. Recuerdo haber tenido grandes expectativas sobre el discurso de AMLO en el Zócalo lleno el 30 de julio. Y recuerdo también la inmensa desilusión que sentí cuando llamó al plantón permanente en la plaza y, luego, a tomar Reforma.

Lo que ha ocurrido desde entonces me ha parecido triste. A veces ridículo. Hoy por la mañana no pude evitar reír al escuchar en radio lo que hizo AMLO ayer en Iztapalapa: ante la descalificación de su candidata en esa delegación por parte del Trife se lanzó a pedir el voto para el candidato del PT, a quien le hizo jurar en público que --si ganaba-- renunciaría a su cargo para entregárselo a la candidata de AMLO. El hombrecito del PT (un titerete) acepta conmovido y jura que renunciará. Si esto no fuera suficiente, AMLO declara a los medios, casi como poseso, que él sigue siendo perredista (!!!) y que de ninguna manera se saldrá del PRD... aunque esté llamando a votar por ¡otro partido!

Y es él quien acusa hasta a Dios Padre de actuar como mafioso...

En sus spots algún personaje siempre dice: "Es de sabios cambiar de opinión". Concuerdo. Yo ya cambié de opinión. Ya lo voté una vez. Y definitivamente no lo haría de nuevo.

domingo, junio 14, 2009

Fake Empire

He escuchado esta canción como 20 veces hoy. Estoy mesmerizado. Tiene el encanto de una energía largamente contenida y una esperanza que parece haber estado siempre ahí.



Stay out super late tonight
picking apples, making pies
put a little something in our lemonade and take it with us
we’re half-awake in a fake empire
we’re half-awake in a fake empire

Tiptoe through our shiny city
with our diamond slippers on
do our gay ballet on ice
bluebirds on our shoulders
we’re half-awake in a fake empire
we’re half-awake in a fake empire

Turn the light out say goodnight
no thinking for a little while
lets not try to figure out everything at once
It’s hard to keep track of you falling through the sky
we’re half-awake in a fake empire
we’re half-awake in a fake empire.

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(Con gratitud a Lalo Díaz por esta epifanía)

ergozoom's OST: Requiescat in pace

Pensé que sería más traumático, sinceramente.

Imaginé que algún día ocurriría y que, cuando ocurriera, sería un desastre.

Sopesemos: ES un desastre.

Bajé un disco a iTunes y cuando conecté el iPod apareció un mensaje en el que se leía que el bendito aparato estaba sincronizado con otra computadora (o algo así), que sí quería borrar su contenido y sincronizarlo con el de mi computadora. O eso entendí. Le di aceptar y un par de minutos después en mi computadora sólo quedaban 51 canciones. Tenía 2900.

No sé cómo estoy tan tranquilo. Me sorprendo. Recuerdo que hace poco más de un año, cuando pasé las canciones del otro iPod a éste, me puse casi histérico ante la posibilidad de que precisamente esto ocurriera.

Ahora en una acción rutinaria se borró de un plumazo toda la música de mi vida y estoy escribiendo estas líneas mientras paso el tercero de nosécuántosdiscos al iTunes del demonio.

Soy feliz. Incomprensiblemente feliz al no estar hecho un energúmeno después de lo que pasó esta tarde...

sábado, junio 13, 2009

Kopanya!

Lo mejor del fútbol es que no tarda en ofrecer oportunidades de reconciliación.
Todavía enchilado por la indefinible actuación de México ante El Salvador y Trinidad y Tobago, me voy enterando de que mañana inicia la Copa Confederaciones (esa que ganó México ante Brasil en el '99, ¿recuerdan?).

Se juega en Sudáfrica (genial que el balón se llame Kopanya = reunión) y la jugarán el país anfitrión, Nueva Zelanda, Irak, España, Estados Unidos, Brasil, Italia y Egipto. Se antoja un torneo interesante por los buenos equipos presentes (señaladamente España, Italia y Brasil), amén de lo que puedan mostrar Sudáfrica, EU y probablemente Egipto. El único mexicano que tendrá participación será Bora Milutinovic, quien se esmerará en hacer que su equipo (Irak) no haga el viaje en papel testimonial.

La primera semana los partidos serán a las 09:00 y a las 13:00 (hora de México). Mañana se juegan el partido inaugural (Sudáfrica - Irak) y luego el Nueva Zelanda - España.

Voy España como campeón del torneo. Si les interesa, esta liga los lleva al micrositio que El País ha diseñado para seguir al equipo ibérico. Les prevengo que la prensa deportiva española es bastante patriotera y esta es la primera vez que juegan la Confederaciones...

lunes, junio 08, 2009

"Es el piano de mi casa"

Es inusual que un director de orquesta se baje del podio para ejecutar un instrumento. Es inusual que ese instrumento sea el piano de su casa ("el de los conciertos pesa 800 kilos; éste sólo 300"). Es inusual que ese director de orquesta se diriga al público. Inusual es también que lo haga con una calidez y sentido del humor que lo llevaron a reír, literalmente, a carcajadas.

Enrique Bátiz, director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, se presentó ayer en un (sí, inusual) recital de piano en el Centro Cultural Luis Nishizawa, ubicado en la Zona Esmeralda (Atizapán). Llegó de buen humor. Regañó al publico (en serio: "Apague ese teléfono"), ironizó ("Yo también tengo calor, eh, y no me estoy abanicando... se ve horrible"), leyó unas citas de Wilhelm Furtwängler ("Cuando se toca a Bach o a Beethoven, uno se pone en contacto con el amor") y, claro, interpretó a Beethoven, Chopin, Mussorgsky y otra vez a Chopin. De manera magistral, hay que decirlo. Al menos al oído del blogger.

Regresó varias veces al tema de la música como acto de amor ("Vamos a jugar a hacer el amor, porque eso es hacer música") y volvió sobre las citas de Furtwängler, que --dijo-- descubrió anoche y lo tenían "como niño". "Para mí el gran descubrimiento no es que yo lo pueda hacer, sino que existió otro mejor que yo que lo pudo explicar". Contó una anécdota sobre Joaquín Rodrigo ("lo conocí en Acapulco, en uno de esos festivales que organizaba Miguelito Alemán") y luego se echó casi de corrido Cuadros de una exposición, de Mussorgsky y la Polonesa No. 6 de Chopin. La gente aplaudió de pie al final.

Lo escribí en un post anterior. Lo reitero ahora: experiencias como la de esta noche me confirman que vale la pena existir si de vez en cuando podemos ver a un tipo como Bátiz, inusualmente vital a los 67 años, hacer música frente a nuestros ojos y recordarnos que no importa cuántas personas escuchen: lo importante es que esto ocurra. Y que estemos ahí.

domingo, junio 07, 2009

La clave del éxito

Quizá no sea casualidad que haya empezado a leer Fueras de serie (Taurus, 2009) precisamente después de haber visto completito (vaya tortura) el partido entre México y El Salvador. Leí esta mañana las declaraciones de Javier Aguirre (a quien considero un triunfador) que ya le compró el cálculo poquitero a la FMF: tenemos tres puntos, necesitamos 18 para clasificar, nos quedan seis partidos: ganando todos en el Azteca y no perdiendo de visitantes, nos vamos al Mundial... ¡Dios Santo! ¿Con esa mentalidad vamos a salir a "ganar" a un rival que seguramente no será Trinidad y Tobago en cualquier fase del Mundial? Y, para acabarla, el mejor jugador mexicano fue Cuauhtémoc, con sus 36 años cumplidos y esa elegancia que tan bien querido lo hace en todo el mundo...

En fin. Les estaba contando de un libro que empecé a leer ayer. Se trata de uno que revisa historias de éxito de varios personajes y equipos del mundo. La tesis del autor (Malcolm Gladwell, un periodista inglés que ha trabajado para The Washington Post y The New Yorker, entre otros) es que la mayoría de nosotros tiene una idea equivocada del éxito. Pensamos (yo no tanto, francamente, pero me incluyo en el plural retórico) que una persona exitosa "se hizo a sí misma": venció un montón de adversidades y con base en mucho esfuerzo y algo de suerte ha logrado conquistar la cima.

La ecuación que propone Gladwell es básicamente mucha suerte y muchísimo más trabajo, además de una muy fuerte influencia del ambiente en el que se desarrolla el personaje (muchas veces soslayado por el factor romántico que nos vende al héroe como un self made man).

Hasta donde voy (p. 74), Gladwell ha desmenuzado casos como el de Bill Gates, quien pudo abandonar su carrera en Harvard porque llevaba programando desde segundo de secundaria (y por "programar" no se entiende jugar de vez en cuando con la computadora, sino pasar varias horas al día trabajando con ella). También está el caso de Los Beatles, quienes años antes de ser famosos, entre 1960 y 1962, viajaron cinco veces a Hamburgo, donde el dueño de algunos clubes de música les contrató pagándoles a destajo (por horas), lo que llevó a la banda a presentarse --en sólo ese lapso de dos años-- 270 noches, en muchas ocasiones tocando hasta cinco horas seguidas.
"Los que están en la cumbre no es que trabajen un poco o bastante más que todos los demás. Trabajan mucho, mucho más".

Gladwell propone la "ley de las 10 mil horas". Haz 10 mil horas de lo que sea y serás un experto en eso. ¿Suena fácil? 10 mil horas de cualquier cosa son el equivalente aproximado a tres horas diarias de esa cosa durante 10 años. Creo que tomando ese cálculo en cuenta, en el curso de toda una vida muy pocos son expertos en algo más que no sea dormir, ver tele y, quizá, comer.

Ni siquiera genios como Mozart pueden considerarse geniales per sé. Es un hecho conocido que el músico austriaco empezó a escribir música a los seis años. También lo es que mucha de esa música la compuso en colaboración con su padre. Sus primeras obras maestras las escribió sin papa Leopold respirándole en la nuca a los 21, cuando ya llevaba más de 10 años tocando... y componiendo.

Un personaje de Woody Allen dice en Manhattan: "Talent is luck. The important thing in life is courage". Valor, sí. Y mucho, mucho, mucho trabajo.

sábado, junio 06, 2009

Xavier, cronista

Ha sido muy grato descrubrir la faceta de cronista deportivo de Xavier Velasco, amante y conocedor del tenis, en esta ocasión escribiendo sobre la semifinal de ayer entre Roger Federer y Robin Soderling en Roland Garros.

La final, por cierto, se transmite mañana a partir de las 08:00 por ESPN. Promete.

miércoles, junio 03, 2009

Recital de piano en Zona Esmeralda


Lunes 8 de junio, 2009.
Centro Cultural Luis Nishizawa.
7pm.
(Click en la imagen para confirmar asistencia)

martes, junio 02, 2009

Descubriendo a Mandela

Después de leer El factor humano me ha indignado de mí mismo haber sabido tan poco de Nelson Mandela durante tanto tiempo.

Hasta hace unas semanas no sabía gran cosa de él. Que era sudafricano, claro, había luchado contra el apartheid y pasado "mucho tiempo" en la cárcel por ese motivo. Nada más. No habría sabido decir si estaba vivo o muerto... mucho menos cómo fue que logró liberar a su país de un hecho tan aberrante como la segregación racial.

Este libro (Seix Barral, 2009) no es una biografía. Se concentra en un hecho que, a decir del autor, definió a Mandela como uno de los líderes políticos más astutos que ha conocido la Humanidad: la organización en 1995 de la Copa Mundial de Rugby en Sudáfrica, Esto ocurrió sólo cinco años después de su liberación (¡pasó 27 años de su vida en una celda!) y únicamente uno luego de su elección como presidente en 1994.

No deseo agotar aquí el argumento del libro, muy bien estructurado por el periodista John Carlin, pero baste anotar que el rugby era (y sigue siendo) el deporte más popular para la población blanca en Sudáfrica... que en la selección nacional sólo había un jugador no blanco (y era mestizo, no negro) y que la principal oposición que encontró Mandela en esta tarea provino de sus compatriotas... ¡negros!, que simplemente no podían creer que su líder los llamara a apoyar fervorosamente a un equipo que representaba al apartheid en toda su gloria.

Más allá de una soberbia jugada política, la planeación de esta Copa del Mundo fue el producto de una mente genial, que aprovechó también su carisma y --hay que decirlo-- una causa más que justa para concretar el paso que Sudáfrica necesitaba para definirse como nación.

No se pierdan este muy buen libro que es, por cierto, la base de la nueva película de Clint Eastwood, a estrenarse este invierno.