Quizá no sea casualidad que haya empezado a leer Fueras de serie (Taurus, 2009) precisamente después de haber visto completito (vaya tortura) el partido entre México y El Salvador. Leí esta mañana las declaraciones de Javier Aguirre (a quien considero un triunfador) que ya le compró el cálculo poquitero a la FMF: tenemos tres puntos, necesitamos 18 para clasificar, nos quedan seis partidos: ganando todos en el Azteca y no perdiendo de visitantes, nos vamos al Mundial... ¡Dios Santo! ¿Con esa mentalidad vamos a salir a "ganar" a un rival que seguramente no será Trinidad y Tobago en cualquier fase del Mundial? Y, para acabarla, el mejor jugador mexicano fue Cuauhtémoc, con sus 36 años cumplidos y esa elegancia que tan bien querido lo hace en todo el mundo...
En fin. Les estaba contando de un libro que empecé a leer ayer. Se trata de uno que revisa historias de éxito de varios personajes y equipos del mundo. La tesis del autor (Malcolm Gladwell, un periodista inglés que ha trabajado para The Washington Post y The New Yorker, entre otros) es que la mayoría de nosotros tiene una idea equivocada del éxito. Pensamos (yo no tanto, francamente, pero me incluyo en el plural retórico) que una persona exitosa "se hizo a sí misma": venció un montón de adversidades y con base en mucho esfuerzo y algo de suerte ha logrado conquistar la cima.
La ecuación que propone Gladwell es básicamente mucha suerte y muchísimo más trabajo, además de una muy fuerte influencia del ambiente en el que se desarrolla el personaje (muchas veces soslayado por el factor romántico que nos vende al héroe como un self made man).
Hasta donde voy (p. 74), Gladwell ha desmenuzado casos como el de Bill Gates, quien pudo abandonar su carrera en Harvard porque llevaba programando desde segundo de secundaria (y por "programar" no se entiende jugar de vez en cuando con la computadora, sino pasar varias horas al día trabajando con ella). También está el caso de Los Beatles, quienes años antes de ser famosos, entre 1960 y 1962, viajaron cinco veces a Hamburgo, donde el dueño de algunos clubes de música les contrató pagándoles a destajo (por horas), lo que llevó a la banda a presentarse --en sólo ese lapso de dos años-- 270 noches, en muchas ocasiones tocando hasta cinco horas seguidas. "Los que están en la cumbre no es que trabajen un poco o bastante más que todos los demás. Trabajan mucho, mucho más".
Gladwell propone la "ley de las 10 mil horas". Haz 10 mil horas de lo que sea y serás un experto en eso. ¿Suena fácil? 10 mil horas de cualquier cosa son el equivalente aproximado a tres horas diarias de esa cosa durante 10 años. Creo que tomando ese cálculo en cuenta, en el curso de toda una vida muy pocos son expertos en algo más que no sea dormir, ver tele y, quizá, comer.
Ni siquiera genios como Mozart pueden considerarse geniales per sé. Es un hecho conocido que el músico austriaco empezó a escribir música a los seis años. También lo es que mucha de esa música la compuso en colaboración con su padre. Sus primeras obras maestras las escribió sin papa Leopold respirándole en la nuca a los 21, cuando ya llevaba más de 10 años tocando... y componiendo.
Un personaje de Woody Allen dice en Manhattan: "Talent is luck. The important thing in life is courage". Valor, sí. Y mucho, mucho, mucho trabajo.
En fin. Les estaba contando de un libro que empecé a leer ayer. Se trata de uno que revisa historias de éxito de varios personajes y equipos del mundo. La tesis del autor (Malcolm Gladwell, un periodista inglés que ha trabajado para The Washington Post y The New Yorker, entre otros) es que la mayoría de nosotros tiene una idea equivocada del éxito. Pensamos (yo no tanto, francamente, pero me incluyo en el plural retórico) que una persona exitosa "se hizo a sí misma": venció un montón de adversidades y con base en mucho esfuerzo y algo de suerte ha logrado conquistar la cima.
La ecuación que propone Gladwell es básicamente mucha suerte y muchísimo más trabajo, además de una muy fuerte influencia del ambiente en el que se desarrolla el personaje (muchas veces soslayado por el factor romántico que nos vende al héroe como un self made man).
Hasta donde voy (p. 74), Gladwell ha desmenuzado casos como el de Bill Gates, quien pudo abandonar su carrera en Harvard porque llevaba programando desde segundo de secundaria (y por "programar" no se entiende jugar de vez en cuando con la computadora, sino pasar varias horas al día trabajando con ella). También está el caso de Los Beatles, quienes años antes de ser famosos, entre 1960 y 1962, viajaron cinco veces a Hamburgo, donde el dueño de algunos clubes de música les contrató pagándoles a destajo (por horas), lo que llevó a la banda a presentarse --en sólo ese lapso de dos años-- 270 noches, en muchas ocasiones tocando hasta cinco horas seguidas. "Los que están en la cumbre no es que trabajen un poco o bastante más que todos los demás. Trabajan mucho, mucho más".
Gladwell propone la "ley de las 10 mil horas". Haz 10 mil horas de lo que sea y serás un experto en eso. ¿Suena fácil? 10 mil horas de cualquier cosa son el equivalente aproximado a tres horas diarias de esa cosa durante 10 años. Creo que tomando ese cálculo en cuenta, en el curso de toda una vida muy pocos son expertos en algo más que no sea dormir, ver tele y, quizá, comer.
Ni siquiera genios como Mozart pueden considerarse geniales per sé. Es un hecho conocido que el músico austriaco empezó a escribir música a los seis años. También lo es que mucha de esa música la compuso en colaboración con su padre. Sus primeras obras maestras las escribió sin papa Leopold respirándole en la nuca a los 21, cuando ya llevaba más de 10 años tocando... y componiendo.
Un personaje de Woody Allen dice en Manhattan: "Talent is luck. The important thing in life is courage". Valor, sí. Y mucho, mucho, mucho trabajo.
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