martes, agosto 31, 2010

Inicia bien "Gritos de muerte y libertad"

Me ha parecido muy correcto el inicio de la serie Gritos de muerte y libertad.

La producción es impecable: ambientación y vestario extraordinariamente bien cuidados; actuaciones muy solventes (ayer se presentaron Emilio Echevarría y Mario Iván Martínez en los papeles del virrey Iturrigaray y Francisco Primo de Verdad: también aparecieron Miguel Rodarte y Tiaré Scanda, entre otros).

El discurso histórico está muy bien llevado. No soy especialista, desde luego, pero no percibí yerros en esa materia en el episodio de ayer.


Me da gusto que un programa así se transmita en horario estelar en la cadena de televisión abierta más importante del país. Espero que conforme la serie vaya avanzando, la calidad se mantenga. Será muy interesante conocer cómo resolvieron actores y productores los momentos más álgidos de este momento histórico. El reto, me parece, habrá sido presentarlos de manera verosímil, sin la cursilería y la pátina de patrioterismo que cubren a los personajes que veremos en televisión en próximos días. Que superen, por favor, lo hecho en La antorcha encendida (1996), quintaescencia de la chafez televisiva.

Los mexicanos, pienso, ya estamos preparados para conocer héroes de verdad, no simples caricaturas de estampita.

Veremos.

viernes, agosto 27, 2010

miércoles, agosto 25, 2010

La Belleza


Me enteré la misma tarde del lunes, pero no me interesó ver la final de Miss Universo en vivo. Preferí seguir trabajando. Seguramente también chateaba y escuchaba música. Jimena Navarrete no existió en mi mundo sino hasta que ya entrada la noche empecé a ver en Twitter primero y luego en facebook que varios de mis conocidos y algunos amigos replicaban la noticia: ¡Ganamos Miss Universo!

Al principio creí que era broma. Cuando confirmé que era cierto, utilicé los mismos medios para expresar mi alegría por la noticia. No tardaron en aparecer personas que se dijeron decepcionadas de mi posición: ¿Cómo era posible que me alegrara por algo tan banal? ¿Por qué me daba gusto una noticia tan irrelevante? ¿Qué no me daba cuenta de que el premio había sido comprado?

Debo aclarar: a mí el concurso en sí mismo me parece, sí, irrelevante. Las consecuencias de que lo gane una mexicana, no. Precisamente el post anterior a éste aborda el hecho de que un país que debería estar viviendo el prolegómeno de una fiesta histórica se encuentre sumido en una depresión que parece cada vez más honda: un día y otro también nos enteramos de hechos atroces (secuestran y asesinan a un alcalde aquí, encuentran dos decapitados allá, el narco impone bloqueos carreteros más allá).

Ni siquiera los actos explícitamente dedicados a calentar la pista de los festejos del Bicentenario encuentran eco (en gran medida por la supina torpeza del gobierno en este tema): el traslado de los restos óseos de los héroes transcurre con mucha pena y nada de gloria; se retrasa la “Estela Bicentenario” por errores en el cálculo de su presupuesto (¡plop!) y la canción oficial de los festejos del gobierno es vituperada hasta el hartazgo en las redes sociales (yo contribuí a ello, lo confieso: la canción me parece espantosa).

Y entonces Jimena Navarrete, mexicana, gana un concurso de belleza internacional. Circula en las redes sociales que cuando le preguntaron cuál había sido su secreto para ganar ella respondió: “No hice sándwich”. Ignoro si realmente lo dijo, pero la respuesta pone el dedo en la yaga abierta de la Selección Mexicana y su eterno halo de fracasos. La gente se alegra. Sale el espontáneo que dice “Vamos al Ángel”. Los periodistas reseñan la forma en que Jimena “no sólo es bella, sino también inteligente”; a algunos les da gusto el hecho de que al momento de responder las preguntas del jurado haya decidido hablar en español y no practicar un inglés champurrado, como otras de sus competidoras nomás por no “verse mal” respondiendo en su lengua materna.

Para mí lo que vale es que es mexicana, y que ganó. “Pero hay cosas más importantes qué ganar”, me dicen. Y estoy de acuerdo. Yo sí iría al Ángel a celebrar un Nobel. Pero el lunes ganamos Miss Universo, no el Nobel. Y ese hecho hizo que muchos mexicanos sintieran gusto de estar aquí, en este país, y de ser lo que somos, mexicanos. No es algo que ocurre a menudo y es algo que, sí, considero necesario. Me duele el ánimo por los suelos que percibo en los noticiarios que veo y escucho, en las charlas de café que sostengo con gente que quiero, en las calles que camino. Me fastidia mucho sentir ese dejo de fatalismo que parece recordarnos en todo momento que estamos hechos para el fracaso, que este país está condenado a la derrota, que es nuestro destino no levantar cabeza…

Ocurre lo de Miss Universo y me salen con que el premio lo compró el gobierno de Calderón para alegrar a la gente. Me río del disparate (aunque me lo hayan dicho en serio) y pienso que entonces Calderón ha tomado (¡por fin!) una decisión acertada.

“Es pan y circo”, remata una amiga en la oficina. ¿Y por qué eso es necesariamente malo? Veo el periódico esta tarde y me entero de que un comando armado mató en Tamaulipas a 72 migrantes ilegales que se negaron a ser extorsionados. Setenta y dos. Porque se resistieron a un abuso inhumano. A lado está la imagen de Jimena Navarrete… ¿Click en la nota de los masacrados o en las pecaminosas piernas de Miss Universo?

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Maruma Godoy ha respondido, al menos parcialmente, a este post. Revisen su entrada en Verba In Situ

jueves, agosto 19, 2010

¡Todo ese jazz!

Si les gusta el jazz, no se permitan perderse este podcast del NYT sobre las grabaciones recientemente descubiertas de jazz de los años '30.

Apología de la perdición

De un amigo panameño (¡gracias, Luis!) me llega una lista que publica la revista TIME respecto a diez cosas que la nueva generación de niños y adolescentes no vivirán.

Como todas las listas, ésta es muy discutible y hay algunos objetos cuya existencia es injustificable más allá de razones meramente nostálgicas: el walkman, por ejemplo, fue entrañable en su momento... pero desfallece ante cualquier reproductor MP3 de estos tiempos.

Hay un elemento de la lista que me parece notable: estar perdido. Me resulta absolutamente desdeñable el hecho renunciar al extravío. Y, bueno, pienso que eso (como otros elementos de la lista) dependen más de la persona que de la época. Los teléfonos inteligentes pueden tener aplicaciones con mapas detallados sobre las calles que caminamos, pero es nuestra decisión usarlas o no.

A mí me molesta preguntar a la gente indicaciones sobre cómo llegar a cierto lugar, y sólo lo hago en casos de extrema necesidad. De no ser así, prefiero siempre encontrar el camino por mí mismo. Esta decisión se extiende a otros ámbitos de la vida. Por ejemplo, en librerías o tiendas de discos muy rara vez pregunto dónde está algo. Llego y lo busco. Si no lo encuentro no suelo pedirlo... y evidentemente no me lo llevo. Tengo esta idea casi metafísica de que si un libro (o un disco, o una película) ha de ser mío, llegará a mis manos por causas azarosas o como consecuencia de mi propia búsqueda (que no pocas veces también es azarosa).

También pienso que uno nunca ha realmente estado en una ciudad en la que no se ha perdido. En los viajes que hago, en no pocas ocasiones dejo el mapa en el bolsillo (no se diga el teléfono con GPS) y prefiero encontrar mi propio camino. He pasado así algunas de las horas más felices de mi vida, solo y acompañado, andando calles y topándome con lugares y situaciones que de haber seguido instrucciones satelitales muy probablemente no habría encontrado.

No creo que esto cambie con el tiempo, ni a causa del modelo de teléfono que me acompañe. Cuando la sensación de extravío me llama, casi nunca puedo resistirme a sus encantos.

domingo, agosto 15, 2010

¿Y la fiesta?

México necesita estar de fiesta. Y tiene un excelente motivo este año. Sin mebargo, falta exactamente un mes para la celebración oficial del Bicentenario de la Independencia y todavía no me siento enfiestado. No veo gente enfiestada tampoco. Faltan banderas en las calles, luminarias enlas plazas, música en los comercios y lugares públicos...

Estoy viendo la ceremonia del traslado de los Héroes Patrios del Palacio de Chapultepec a Palacio Nacional. Lo primero que me llama la atención: el acontecimiento no está siendo transmitido por ningún canal de televisión abierta... ¡ni siquiera por los del gobierno! Lo estoy viendo por Milenio Televisión.

Segundo asunto: el desfile es un desmadre. Veo decenas de personas que no deberían estar a pocos metros de las urnas con las osamentas: basta ponerse un chaleco y llevar una cámara fotográfica en las manos para poder acercarse a tiro de piedra a la caravana principal... y a veces ni eso: vi gente en bicicleta, en patines, con bolsas del mandado corriendo a lado de inoperantes elementos de la Policía Militar.

Tercer punto, para mí el más grave: la ceremonia es totalmente desangelada. Por momentos se escuchó a algún espontáneo gritando ¡Viva México! y la respuesta de otros pocos ¡Viva! pero en general no hay un sentido comunitario de celebración. Entre el desorden del paso de las urnas (¿Quién es el que va ahí, mamá?) y los discursos oficiales pronunciados en Palacio Nacional no hubo nada que invitara ni a la reflexión ni a la fiesta.

¿Por qué no hacer una ceremonia mucho más lucidora en la noche, por ejemplo? Con luz y sonido que ilustrara cada una de las urnas, con un narrador que contara las hazañas del persoaje en cuestión, con el Presidente recibiendo en la Plaza abierta las urnas de los héroes y un solemne concierto con la Sinfónica Nacional al final del evento. Nada de eso. En su lugar nos dan un desfile deslucido, desorganizado, con poca gente en las calles y los aburridos discursos de siempre para terminar una jornada que promete poco de cara a los festejos que deberían empezar por todo lo alto para así continuar durante las próximas semanas.

Hay mucho qué festejar. El momento puede parecer poco propicio entre la crisis económica y la guerra contra el narco, pero no hay opciones aquí: al país le hace falta una fiesta grande, y es responsabilidad del gobierno darla en calidad y cantidad suficiente para que estas fiestas sean recordadas por generaciones.

Dicen que...

Corre fuerte el rumor de que el mejor cine está en la tele... ¿será que la mejor literatura también?

Échenle un ojo a este texto publicado hoy en El País.