México necesita estar de fiesta. Y tiene un excelente motivo este año. Sin mebargo, falta exactamente un mes para la celebración oficial del Bicentenario de la Independencia y todavía no me siento enfiestado. No veo gente enfiestada tampoco. Faltan banderas en las calles, luminarias enlas plazas, música en los comercios y lugares públicos...
Estoy viendo la ceremonia del traslado de los Héroes Patrios del Palacio de Chapultepec a Palacio Nacional. Lo primero que me llama la atención: el acontecimiento no está siendo transmitido por ningún canal de televisión abierta... ¡ni siquiera por los del gobierno! Lo estoy viendo por Milenio Televisión.
Segundo asunto: el desfile es un desmadre. Veo decenas de personas que no deberían estar a pocos metros de las urnas con las osamentas: basta ponerse un chaleco y llevar una cámara fotográfica en las manos para poder acercarse a tiro de piedra a la caravana principal... y a veces ni eso: vi gente en bicicleta, en patines, con bolsas del mandado corriendo a lado de inoperantes elementos de la Policía Militar.
Tercer punto, para mí el más grave: la ceremonia es totalmente desangelada. Por momentos se escuchó a algún espontáneo gritando ¡Viva México! y la respuesta de otros pocos ¡Viva! pero en general no hay un sentido comunitario de celebración. Entre el desorden del paso de las urnas (¿Quién es el que va ahí, mamá?) y los discursos oficiales pronunciados en Palacio Nacional no hubo nada que invitara ni a la reflexión ni a la fiesta.
¿Por qué no hacer una ceremonia mucho más lucidora en la noche, por ejemplo? Con luz y sonido que ilustrara cada una de las urnas, con un narrador que contara las hazañas del persoaje en cuestión, con el Presidente recibiendo en la Plaza abierta las urnas de los héroes y un solemne concierto con la Sinfónica Nacional al final del evento. Nada de eso. En su lugar nos dan un desfile deslucido, desorganizado, con poca gente en las calles y los aburridos discursos de siempre para terminar una jornada que promete poco de cara a los festejos que deberían empezar por todo lo alto para así continuar durante las próximas semanas.
Hay mucho qué festejar. El momento puede parecer poco propicio entre la crisis económica y la guerra contra el narco, pero no hay opciones aquí: al país le hace falta una fiesta grande, y es responsabilidad del gobierno darla en calidad y cantidad suficiente para que estas fiestas sean recordadas por generaciones.
Estoy viendo la ceremonia del traslado de los Héroes Patrios del Palacio de Chapultepec a Palacio Nacional. Lo primero que me llama la atención: el acontecimiento no está siendo transmitido por ningún canal de televisión abierta... ¡ni siquiera por los del gobierno! Lo estoy viendo por Milenio Televisión.
Segundo asunto: el desfile es un desmadre. Veo decenas de personas que no deberían estar a pocos metros de las urnas con las osamentas: basta ponerse un chaleco y llevar una cámara fotográfica en las manos para poder acercarse a tiro de piedra a la caravana principal... y a veces ni eso: vi gente en bicicleta, en patines, con bolsas del mandado corriendo a lado de inoperantes elementos de la Policía Militar.
Tercer punto, para mí el más grave: la ceremonia es totalmente desangelada. Por momentos se escuchó a algún espontáneo gritando ¡Viva México! y la respuesta de otros pocos ¡Viva! pero en general no hay un sentido comunitario de celebración. Entre el desorden del paso de las urnas (¿Quién es el que va ahí, mamá?) y los discursos oficiales pronunciados en Palacio Nacional no hubo nada que invitara ni a la reflexión ni a la fiesta.
¿Por qué no hacer una ceremonia mucho más lucidora en la noche, por ejemplo? Con luz y sonido que ilustrara cada una de las urnas, con un narrador que contara las hazañas del persoaje en cuestión, con el Presidente recibiendo en la Plaza abierta las urnas de los héroes y un solemne concierto con la Sinfónica Nacional al final del evento. Nada de eso. En su lugar nos dan un desfile deslucido, desorganizado, con poca gente en las calles y los aburridos discursos de siempre para terminar una jornada que promete poco de cara a los festejos que deberían empezar por todo lo alto para así continuar durante las próximas semanas.
Hay mucho qué festejar. El momento puede parecer poco propicio entre la crisis económica y la guerra contra el narco, pero no hay opciones aquí: al país le hace falta una fiesta grande, y es responsabilidad del gobierno darla en calidad y cantidad suficiente para que estas fiestas sean recordadas por generaciones.
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