domingo, abril 28, 2013

Nosotros los Nobles


Hace unos días tuve la oportunidad de ver Nosotros los Nobles. Tenía muchas ganas de hacerlo, pues varias personas cercanas a mí me la habían recomendado: desde quien me dijo –mesuradamente– que la película “funciona bien” y “entretiene” hasta quienes me comentaron que les había dado gusto poder ver “otro rostro” del cine mexicano. A ello se añadió al menos un crítico que respeto mucho (Leonardo García Tsao) que despedazó la película sin miramientos: “Tal pareciera que el público mexicano, conservador y complaciente, está interesado primordialmente en un cine aleccionador y condescendiente.”
A todo este jaleo se sumó la noticia de que Nosotros los Nobles se había convertido en la película no animada más taquillera en la historia del cine mexicano. No es poca cosa si consideramos que estas son las tierras que dieron vida en pantalla grande a ídolos como Cantinflas y Pedro Infante, así que hace unos días saliendo del trabajo me acomodé en un Cinépolis para ver esta tan cacareada película.
Lamentablemente no es mucho lo que puedo decirles. ¿Me divirtió? Sí. ¿Pasé un buen rato viéndola? También. ¿Vi algunos de mis alumnos y ex-alumnos entre los Nobles? Obviooo, papaww. ¿Me sorprendió? Ni un poquito. ¿Me parece buena? Más o menos. Creo que las mejores escenas están en el trailer  ("¿Me puedes explicar por qué nos están quitando todo como si estuviéramos en Venezuela", "¿Y si nos entregamos?", "Esta no es porra de los Pumas, así que córtate el cabello y rasúrate", etcétera) y que salvo excepciones los chistes y gags están basados en estereotipos que no se trascienden, y que incluso se justifican. Es el caso de Lucho cuando le dice a Barbie, después de que la hacen llorar en la cantina donde trabaja: "¿A poco no te lo mereces ni un poquito?" Al final, desde luego, todo vuelve al orden y los ricos siguen siendo (muy) ricos y los pobres muy pobres... Nomás que los ricos trabajaron un rato y... pues nada más. 

Personalmente no me dice mucho que esta sea la película mexicana no animada más taquillera de la historia. La más vista es Una película de huevos (2006) y tampoco me parece que diga algo más allá de la conclusión facilona de que solemos ir al cine a pasar un buen rato y no a filosofar (como dato, en EU la reina de la taquilla es Avatar, que no he visto). 

Tanto a seguidores como detractores de los Nobles, les interesará saber que el director Gary Alazraki ya piensa en una secuela. Lo confirmó hace unos días Luis Gerardo Méndez (Javi Noble) en Twitter:
Me imagino a Bárbara, Javi y Cha de vacaciones o cambiando sus roles con la servidumbre para darles chance a los pobres de ser ricos durante unos cuantos días. Ustedes los Proles o algo así. 

No suena mal, pero me parece que ni es el cine que México espera (¿cuál sí lo es?) ni la cinematografía "retrógada" que acusa García Tsao. Es una comedia palomera bien hecha en México y nada más. Pero nada menos. Habría que recordar dónde estaban las comedias del cine mexicano hace 20 o 30 años para ponderar esta última afirmación: la última de ocho secuelas de La risa en vacaciones se estrenó en 1996. Eso eran las comedias ligeras en el México de fines del siglo XX. Prefiero a los Nobles.   

domingo, abril 21, 2013

Un profe de película


Para Angie Jasso, con gratitud.
Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en un profesor de película (literalmente) es la imagen de John Keating en La Sociedad de los Poetas Muertos (Weir, 1989). Fuerzo mi memoria y recuerdo una muy anodina película francesa que ganó la Palma de Oro en Cannes hace unos años: Entre les murs (Cantet, 2008). No creo que cuenten el profesor que encarna Jack Black en Escuela de Rock (Linklater, 2003) y mucho menos aquél Profe de Cantinflas (Delgado, 1971).
En este contexto me ha sorprendido la película Detachment (Kaye, 2011) que presenta a Henry Barthes, un profesor sustituto (Adrien Brody) con un pasado muy tormentoso y un presente también bastante turbio. Es el retrato de un profesor humano muy alejado del hombre que hace de la docencia un apostolado y mucho más cerca de cualquier otra persona normal con problemas personales que debe dejar en el cajón cada vez que se presenta a su salón de clases.
El final es lo más desconcertante, y es muy difícil de explicar para alguien que no es profesor. En una escena entre onírica y apocalíptica, Barthes se encuentra leyendo un fragmento de La caída de la casa Usher ante un salón vacío y semi destruido. Pocos minutos antes le ha dicho a la cámara. “Estamos fallando. Estamos fallando hasta el punto en que hemos decepcionado a todos, incluidos nosotros mismos”. Las palabras de Poe con las que termina la película son muy elocuentes: “There was an iciness, a sinking, a sickening of the heart…” (“Era una sensación glacial, un abatimiento, una náusea en el corazón…”).
Hay una idea muy inquietante que subyace en la película: la guerra está perdida. La trama ocurre en una escuela que está a punto de cerrar y son recurrentes las escenas con alumnos que no muestran interés alguno por aprender y padres de familia que amenazan con demandar a la psicóloga de la escuela por no estar haciendo correctamente su trabajo. Y los profesores, ya se ha dicho, no son ningún dechado de pureza: alguno  propugna por devolver la disciplina al salón de clases y la mayoría se muestran rendidos ante la evidencia de que sus alumnos son casos perdidos. "Estos chicos necesitan otra cosa, no me necesitan a mí", dice Barthes en otro momento de la película.
Alguna vez leí de Bolaño (no recuerdo si de él o de alguno de sus personajes) que precisamente porque la batalla está perdida lo menos que podemos hacer es pelearla con dignidad. De ahí el sentido de la última escena: el profesor en el aula esgrimiendo sus armas aún a pesar de saber (o precisamente porque sabe) que su trabajo no tiene sentido alguno. 

No congenio con la tesis del director Tony Kaye (al menos no del todo) pero me ha parecido muy refrescante su perspectiva del trabajo y la vida de un profesor, descartando la facilona gazmoñería de John Keating en aras de un humano (quizá demasiado) Henry Barthes.