viernes, enero 26, 2007

Como todas las apuestas arriesgadas, Rythms del mundo tiene grandes aciertos, pero también pifias monumentales.
El disco, para quien no lo conozca, es un crossover de canciones de rock y pop muy populares en inglés interpretadas por cantantes cubanos del Buena Vista Social Club.
Así "Clocks" de Coldplay suena la mar de bien (el piano inicial permite la muy afortunada transición de ritmos), "Dancing Shoes", de los Arctic Monkeys y "She Will Be Loved" de Maroon 5 resultan estupendamente producidas. Los problemas inician cuando se traducen las letras al español. "Killing me Softly", con Omara Portuondo suena aceptablemente bien. Pintoresca, diríase. Lo mismo puede decirse de "As Time Goes By", de Omara con Ibrahim Ferrer.
Pero "Fragilidad" de Sting recuerda al risible Bon Jovi cantando "Cama de rosas" y "I Still Haven't Found What I'm Lookin' For" de U2 suena más falsa que una moneda de tres pesos, con la voz de Bono superpuesta con un efecto casi de ultratumba que no tiene nada que ver con la interpretación de Coco Freeman en español.
Rythms del mundo es un disco irregular, pero vale la pena. Cantar en español lo que originalmente se escribió en inglés resulta problemático y a veces fallido. Pero cantar en inglés lo que fue escrito en inglés con variaciones en la base musical puede resultar muy enriquecedor... Después de todo, la música sí es un lenguaje universal. Son las mismas siete notas en cualquier idioma. No ocurre lo mismo con las palabras.
Puristas, absténganse: 'pue que no les guste escuchar a Franz Ferdinand en español. Si, por el contrario, se les antoja la combinación de rock/pop con piquete de ron cubano, ¡disfrútenlo!

miércoles, enero 24, 2007

Me imagino a Ryszard Kapuscinski como uno de esos abuelos sabios que, de tan sabios, resultan un tanto chocantes.
Hace algún tiempo leí Los cínicos no sirven para este oficio, un libro en el que Kapuscinski reflexiona sobre el periodismo y los periodistas en un tono entre patriarcal y predicador, aleccionando a los jóvenes periodistas sobre la importancia de ser buenas personas (porque sólo las buenas personas se interesan por conocer a los demás) y tener una actitud no sólo ética sino también moral ante el ejercicio cotidiano de informar a la gente.
Sobra decir que Kapuscinski era un periodista formado en la antigua escuela. No concebía informar a la gente sin estar en el lugar de los hechos; desconfiaba de Internet tanto que no la usaba; y estaba convencido de que los periodistas debían ser cultos muy por encima de la media, porque deben conocer a fondo aquellos temas sobre los que escriben (y no sólo recurrir al googlazo para enterarse dónde queda un país o quién es tal persona).
Y, como los abuelos sabios, Kapuscinski tenía razón en todo, desde luego.
Pero sus lecciones se contraponen en muchos sentidos con el periodismo del siglo XXI, donde la inmediatez manda y la precisión escasea. Ya no digamos la cultura de y entre los periodistas o la ética y la moral que, en los mejores casos, se quedan guardados en el cajón donde acumula polvo el Manual de Estilo.
Se nos fue un grande, sin duda. Será difícil que las nuevas generaciones lo aprecien. Mucho más que lo imiten. Pero cabe la esperanza. Claro que cabe. ¡Si no, no habríamos aprendido nada del maestro Ryszard Kapuscinski!


martes, enero 23, 2007

Oscar: Se Habla Español

El próximo 25 de febrero la Academia deberá ponerle sarape a las estatuillas. Y comprar mucho tequila para el post-show, porque este año tres películas mexicanas lograron ¡16 nominaciones en 11 categorías distintas! Serían más si contáramos (y deberíamos) las que logró Apocalytpto, que se grabó en México, está hablada en maya y en la que participaron decenas de mexicanos...
Es justo hacer la acotación de que no son, en sentido estricto, películas mexicanas. Tanto Babel como El Laberinto del Fauno y Children of Men no son producciones mexicanas, pero todas fueron dirigidas por directores nacionales. ¡Un logro para un país que no produce más de 10 películas al año! ¡Para un país en el que el presupuesto de una película mediana en Estados Unidos significa la inversión que se hace en todas las películas mexicanas en un año!
Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón, et al... ¡vayan a por todas el 25 de febrero!
Antes era una fiesta lograr una nominación... ahora con 16 la pregunta no es si ganaremos un Oscar... ¡sino cuántos ganaremos!
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Todas las nominaciones en http://oscar.com/nominees/

lunes, enero 22, 2007

Son tus perjúmenes, mujer

Jean Baptiste Grenouille (Ben Whishaw) hace perfumes como malos martinis... agitados y batidos sin sentido alguno de la estética y el buen gusto. No le gustarían a Bond. Pero los perfumes que hace son soberbios; divinos, se diría, pues goza del mejor olfato que alguien haya tenido jamás. Un talento nato que lo lleva a obsesionarse por fabricar un perfume con la esencia de las mujeres a las que --amoral como todo antihéroe-- trata con veneración sólo por la utilidad que obtendrá de ellas.
El director Tom Tykwer potencia los dos únicos sentidos a los que el cine puede apelar directamente, vista y oído, para filmar una película que trata sobre el olfato. Los colores vívidos o sórdidos; la luz beatítifica o lúgubre y la sobresaliente partitura de Reinhold Heil y Johnny Klimek llevan al espectador a sentir lo que el director desea, ya sea repugnancia o belleza.
Esos elementos técnicos, sumados a las actuaciones de Winshaw (excelente), Dustin Hoffman, Alan Rickman y la bellísima Rachel Hurd-Wood, logran redondear una alegoría cinematográfica del imperio de los sentidos sobre la razón humana... y sus consecuencias.
El final es incongruente, por el acto moral de un personaje que durante toda la película se muestra incapaz de distinguir entre bondad y malicia... y sí hay un par de momentos que podrían no pasar el rasero de la verosimilitud. Pero en general la película puede calificarse sin reservas como buena. Vale la pena.

viernes, enero 19, 2007

El primer trago de cerveza

Es el único que vale la pena. Los siguientes, cada vez más largos, más anodinos, sólo te dejan una sensación de pastosidad tibia, de abundancia despilfarradora. Tal vez en el último resurge, con la desilusión de terminar, una apariencia de nervio...

¡En cambio, el primer trago! ¿Trago? Empieza mucho antes de la garganta. En los labios aflora ya ese oro burbujeante, frescor amplificado por la espuma, y lentamente en el paladar un placer tamizado de amargor. ¡Qué largo parece el primer trago! Se bebe de un tirón, con avidez falsamente instintiva. En realidad todo está escrito: la cantidad, ese ni poco ni mucho que constituye el único ideal; el bienestar inmediato rematado por un suspiro, un chasquido de lengua o, tan importante como éstos, un silencio; la engañosa sensación de un goce que se abre al infinito... Al mismo tiempo, somos conscientes de que lo mejor ha pasado. Posamos el vaso, e incluso lo alejamos un poco, formando un bloque con el cuadradito de cartón secante. Saboreamos el color; falsa miel, sol frío. Siguiendo todo un ritual de sabiduría y espera, nos gustaría gobernar el milagro que acaba de producirse y de desvanecerse a un tiempo. En la pared del vaso leemos con satisfacción el nombre concreto de la cerveza que habíamos pedido. Continente y contenido pueden interrogarse, contestarse en un diálogo especular que no tarda en interrumpirse. Nos gustaría conservar el secreto del oro puro, y encerrarlo en fórmulas. Pero ante esa mesita blanca salpicada de sol, el decepcionado alquimista tan sólo salva las apariencias, y bebe cada vez más cerveza disfrutando cada vez menos. Es un placer amargo: bebemos para olvidar el primer trago.
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De El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, de Philippe Delerm (Tusquets, 1998)

jueves, enero 18, 2007

Stranger Than Fiction

Todos alguna vez hemos sentido, como dice esa canción de Enigma, que somos "el sueño de un delfín" o, en términos menos líricos, que nuestra vida está de algún modo regida por el destino.
Eso le ocurre a Harold Crick (Will Ferrell), un burócrata anodino (perdón la redundancia, jaja) que un buen miércoles empieza a escuchar una voz que narra su vida.
La psicóloga diagnostica esquizofrenia, pero --dada la naturaleza de lo que escucha, o sea, la narración de su vida-- decide acudir a un experto en Literatura (Dustin Hoffman) para que le ayude.
Pronto Harold descubre que es el personaje de la nueva novela de Key Eiffel (Emma Thompson), quien a su vez sufre "bloqueo de escritor" y sólo sabe que debe matar al personaje principal... el problema es que no sabe cómo.
La película recuerda guiones memorables de Charlie Kaufman (Being John Malkovich, Adaptation, Eternal Sunshine of the Spotless Mind) aunque, como anota el director de Stranger Than Fiction (Marc Foster), el trabajo de Kaufman es mucho más intelectual que el de Zach Helm (guionista de Stranger...), más cargado hacia la emotivo.
La película es buena, sin duda. Los aficionados a la Literatura la disfrutarán un poco más, por los guiños a la eterna polémica de la relación entre autor/personaje y viceversa, pero no se necesita saber qué es un narrador omnisciente o un golem para disfrutarla. Sorprende la sobriedad de Will Ferrell (como sorprendieron en su momento Adam Sandler en Punch-Drunk Love y Jim Carrey en The Truman Show y la misma Eternal Sunshine...).
Y sí, el final es un poco condescendiente con el espectador, pero no demerita la película que encuentra un buen equilibrio entre la reflexión existencialista y la comedia romántica. En suma: que se disfruta desde el prólogo hasta el colofón.

miércoles, enero 17, 2007

No se duerman en el Metro (2a de 2 partes)

Lo prometido es deuda. Aquí la segunda parte del cuento.
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El vagón siguió adelante, se desvió hacia la derecha y después de avanzar varias decenas de metros, hizo alto en un lugar totalmente oscuro. El motor se detuvo, y lo mismo la ventilación. El silencio más absoluto cayó sobre nosotros. Fue entonces cuando las luces se apagaron. Ahí empecé a sentir algo de miedo. Había un poco de claridad, proveniente de la parte posterior del túnel. Por fortuna traía mi linterna de bolsillo, y además ésta tenía pilas. Me paré y me dirigí a mi aún dormido compañero de tribulación. Me acerqué a él y lo sacudí por el hombro. Me preguntó qué pasaba y rápidamente le expliqué nuestra situación. Respondió con una imprecación y puso su rostro contra la ventana para tratar de ver dónde nos hallábamos. Me di cuenta que este vagón se quedaría ahí toda la noche, por lo que me dispuse a tratar de forzar una de las puertas. Era inútil. Me convencí que sólo saltando a través de una de las ventanas podríamos salir del carro. Fue entonces cuando oí un ruido en el techo. Algo cayó encima del vagón y lo recorría. De pronto, se escuchó otro ruido en el extremo opuesto del carro. Dirigí el haz de mi linterna y pude ver una sombra que caía al suelo después de haber entrado por la ventana.
-¡Vaya, al fin!... ¡Oiga, necesitamos que nos ayude a salir!”-.
No hubo respuesta.
El borracho fue más directo. Avanzó hacia el intruso y lo tomó por las ropas.
-¡Sáquenos de aquí! ¡Esto es un atropello, malditos burócratas!-.
El extraño no respondió, sólo levantó una mano. A la luz de mi linterna pude ver que era blanca como la harina, delgada y fibrosa, y con unas larguísimas uñas que semejaban garras. Como un rayo, esa mano rasgó la garganta del pobre vagabundo. Fue entonces cuando vi el rostro del ser que tenía enfrente. Pálido, calvo, con enormes ojos amarillos, orejas largas, una nariz grotescamente respingada con dos protuberancias carnosas en la punta. Vi como abrió la boca llena de dispares y puntiagudos dientes, que pronto recibió el borbotón de sangre que salía del desafortunado pasajero. Fue en esos momentos cuando recibieron mis narices la patada del nauseabundo olor que despedía esa criatura. El espectáculo y el olor me hicieron de inmediato vomitar. En medio de las arcas de la basca, escuché otro ruido metálico detrás de mí. ¡Alguien más entraba al vagón por otra ventana! No esperé un segundo más. Me lancé hacia el primer intruso, que aún se cebaba en su víctima, y derribándolos a ambos llegué a la ventana por donde había penetrado el primer monstruo. Escuché un forcejeo detrás de mí, con el que sin duda el invisible perseguidor se habría paso también entre la pareja víctima-victimario que se interponía entre nosotros. Salté fuera del vagón y logré caer en el suelo sin dislocarme siquiera un tobillo. Emprendí la huída, como un poseso, hacia el extremo iluminado del túnel. Detrás de mí se dejaba oír un jadeo que acompañaba rítmicamente a un penetrante chillido.
La luz aumentaba poco a poco. Sentía que mi perseguidor rápidamente iba descontando ventaja. Decidí voltear la cabeza... y quizá eso sea lo que más me ha desgraciado la vida de toda esa experiencia. Vi a un ser similar al que había despedazado al pobre ebrio en el vagón, nada más que éste mostraba una regocijada sonrisa idiota. En la penumbra del túnel veía su tez, amarillo limón, y su larga frente con que se relamía con anticipación. Por fortuna, de frente llegaba otro tres de vagones del Metro. Salté a su paso y alcancé la parte central del túnel. Mi perseguidor no quiso hacer lo propio. Recorrí los últimos metros que me separaban ya de la iluminada estación. Al llegar a ella, subí al andén. Justo a tiempo. Unos metros atrás la criatura, que se había desplazado por el techo del túnel, asida de sus largas garras, tanto de manos como de pies, cayó detrás de mí y alcanzó a lanzarme un zarpazo a la pantorrilla”.
Arturo nos mostró una cicatriz, que aún dejaba ver las huellas de una prolongada infección que apenas había sido dominada.
“Y en el andén, emprendí la carrera hacia la calle. No me detuve hasta llegar a mi departamento, donde atranqué la puerta y me refugié en un garrafón de mezcal.
Me expliqué por qué en los talleres del Metro se trapea y se friega con tanto esmero el piso de los vagones todas las mañanas. ¡No se duerman en el Metro! Si lo hacen, corren el peligro de, por lo menos, no volver a dormir nunca más con tranquilidad”.

martes, enero 16, 2007

No se duerman en el Metro (1a de 2 partes)

Gio Arellano (wiccagio.blogspot.com) me ha enviado por mail este cuento, firmado por Mario Méndez Acosta, que ha transitado por el submundo de la literatura urbana mexicana desde hace varios años. Algunos se verán reflejados en el personaje de Arturo Marquina. Después de todo, ¿quién no se ha quedado dormido en el Metro alguna vez?
Mañana, la segunda parte.
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Hay cosas en la vida, y eso incluye a esta ciudad de México, que más vale que nunca averigüemos. La ignorancia nos permite dormir con placidez en la noche, y concentrarnos en nuestros respectivos trabajos. Por ejemplo: ¿se ha preguntado usted qué les sucede a las personas que se quedan dormidas en el Metro, cuando éste llega a la terminal de una línea, lo que causa que no escuchen las advertencias que les piden abandonar el vagón y sigan adelante en el mismo, adentrándose en un profundo túnel oscuro que aparentemente no lleva a ninguna parte? La verdad es que esa es una de las cosas que en realidad no nos conviene averiguar, si es que queremos mantener la ilusión de que vivimos en un universo nacional.
Sin embargo, no está de más tomar algunas precauciones sencillas, que bien pueden evitarnos experiencias en verdad lamentables. Una de ellas es la de no dormirse nunca en el Metro, en especial, después de la puesta del sol.
Para Arturo Marquina, periodista ya no tan joven, y autor ocasional de relatos de ciencia ficción, cuentos de horror y novelitas policíacas nunca publicadas, su descuido le produjo un extraño desarreglo que sus amigos califican casi de locura. Se niega Arturo, quien es una persona sensata, racional y de buen humor, a acercarse siquiera a las entradas del Metro. Se rehúsa también a pasar por encima de las ventilas o registros del sistema de transporte colectivo de esta capital. En eso puede ponerse hasta agresivo y desagradable. Marquina se niega a hablar de esa extraña fobia que le aqueja. Siempre logra desviar la conversación cuando se le interroga al respecto. Sólo una vez, en una cantina de Bucareli, después de varias horas de consumo y animada conversación, llegó un momento en que se puso serio e hizo una advertencia a uno de los amigos que le dijo que utilizaba el Metro cotidianamente, y en especial a altas horas de la noche.
“¿Llegas a alguna terminal a esas horas?”, preguntó Arturo. Ante la respuesta afirmativa, nuestro amigo abandonó su discreción. “¿Tú sabes lo que le ocurre a las personas que se quedan dormidas en los vagones que siguen avanzando después de la última estación?”. –“La verdad, no”-, repuso el compañero. “Yo sí lo sé”, continuó Arturo. “Esto que te voy a contar no es un cuento, te pido que me lo creas, por tu bien. Nunca lo repetiré ante ustedes”.
“Fue justo hace un año. Serían cerca de las once y salía yo del trabajo después de un día durísimo. Tomé el Metro en la estación Hidalgo, y me dirigí hacia Tacuba. Ahí transbordé hacia Barranca del Muerto. Ya a esa hora, el Metro va casi vacío. Cerca de Tacubaya me quedé dormido. El tren llegó sin duda a la terminal, sin que yo despertara. No oí la distorsionada voz que de advertencia que sale del sistema de sonido, ni el insistente pitido del silbato electrónico que anuncia las paradas. Unos segundos después, cuando ya el vagón se dirigía hacia el inquietante túnel que continúa el trayecto, alcancé a ver el letrero y la insignia de mi estación de destino, la cual quedaba atrás. Con preocupación y fastidio, pude ver que no iba sólo. Unos asientos más adelante iba un tipo viejo y desastrado, en evidente estado de ebriedad, que seguía dormido y cabeceaba con cierto ritmo. Pensé que quizá el tren cambiaría de vía y regresaría por el mismo trayecto en unos instantes más. Pero no fue así.

lunes, enero 15, 2007

Rocky Balboa

No decepcionará a los fans, pero tampoco dejará satisfechos a quienes vayan con una pizca de ojo crítico.
En esta sexta (y previsiblemente última entrega de Rocky), Stallone cierra la mayoría de los círculos abiertos en las cinco anteriores y lo hace con eficacia, aunque de ningún modo con suficiente pericia como para hacer una película realmente buena.
Es emotiva: tiene esa escena en la que Rocky alecciona a su hijo diciéndole: "You, me, or nobody is gonna hit as hard as life. But it ain't how hard you hit; it's about how hard you can get hit, and keep moving forward". Y, claro, las escenas de Rocky entrenándose para la última pelea de su vida, con esa musiquita de fondo, tan pegajosa y llegadora.
Pero no hay mucho más que eso. Ningún personaje (salvo Rocky o su cuñado Paulie, que datan de hace más de 30 años) tienen profundidad: el antagonista, Mason "The Line" Dixon es una caricatura de boxeador que nunca se ve tan grande, fuerte o rápido como lo fue Apollo Creed en las primeras de la serie. Y los personajes del pasado (Mickey, Adrian...) regresan con una nostalgia casi obligada, que poco aporta. Tampoco es que a Stallone debiera pedírsele mucho más, pero siempre queda esa sensación de que la película podía ser mejor.
Comentando la película con amigos ayer pensábamos, por ejemplo, que habría sido de la escena de la pelea final si la hubiera dirigido Oliver Stone (pensando en su trabajo en Un domingo cualquiera) o incluso el Brian de Palma en Snake Eyes. Pero, claro, éso es ir demasiado lejos. Stallone tiene sus limitaciones y sus recursos le permiten sólo congelar y superponer imágenes.
En resumen: Rocky Balboa cumple bien su misión como película palomera, pero incluso en ese rango de películas-deportivas-y/o-motivacionales han habido otras mejores.

miércoles, enero 10, 2007

Libros Libres

Compras un libro que te gusta, que marcó tu vida, y que deseas compartir con alguien más. Algún desconocido al que quieres hacerle sentir lo que tú sentiste cuando leíste ese libro. Le pones una etiqueta que te permitirá rastrearlo cuando alguien lo encuentre (y lo lea). Y a través de una página web esperas que alguien registre ese libro de vuelta. Un vecino, quizá. Un habitante del otro lado de la ciudad. Con suerte alguien de otra ciudad o incluso de otro país. A través de esa página web, esa persona sabrá por qué decidiste "liberar" ese libro (y no otro). Y tú sabrás qué piensa del mismo. Y esa persona libera ese libro (u otro que él/ella elija) y la cadena sigue...
El proyecto en inglés se llama BookCrossing. En español es Libros Libres.
Click en www.libroslibres.com.mx

domingo, enero 07, 2007

Borat

Es una película aparentemente tan mala que hay que tomársela un poco en serio.
Desde hace algunos años, Sacha Baron Cohen (Londres, 1971), es uno de los comediantes más exitosos de Gran Bretaña. Da vida a tres personajes: Ali G, disc jockey blanco con acento jamaiquino; Brüno, diseñador de modas austriaco-homosexual-y-nazi y Borat, periodista de Kazajistán que a algunos puede recordarles a Frustrado Alcántara, el personaje de Andrés Bustamante.
Borat es quien le dio a Baron Cohen su primera oportunidad en el cine, con excelentes resultados, por cierto: en EU ha recaudado 200 millones de dólares (pese a haber sido exhibida en circuito restringido) y está nominada al Globo de Oro en la categoría de mejor película (cómica o musical).
Borat, la película, es una mezcla de Jackass con el estilo documental de Michael Moore. Trata del viaje que hace el periodista a Estados Unidos para aprender la cultura americana. Previsiblemente, el personaje va de torpeza en torpeza echando mano de todos sus prejuicios (sociales, sexuales, raciales...) para escandalizar a quien se le pone enfrente.
Está bien hecha (por momentos uno casi se cree el "documental"), bien actuada y bien escrita. Sí, tiene muchos chistes fáciles (incluyendo desnudos injustificados y, claro, tintas cargadas en las bromas escatológicas), pero tiene varios momentos francamente divertidos y al final queda la sensación de que es una película inteligente, porque la crítica que hace tanto a la civilización como a la barbarie es certera e incluso audaz.
Baron Cohen (un personaje él mismo), afirma haber estudiado Historia en Cambridge. Algunos reportes periodísticos aseguran que es un tipo sobremanera culto, de habla suave, que dedicó su tesis de licenciatura a la participación judía en el movimento de Derechos Civiles en Estados Unidos durante la década de los '60... lo cual da un toque casi surreal a los chistes antisemitas que abundan en Borat (él mismo siendo judío, por cierto).
No me atrevería a decir que su éxito como comediante es justificable. Sé que es incontrovertible. Prepara ya su próxima película, protagonizada por su personaje Brüno, por la que cobrará 13 millones de dólares y el 15% de lo que ingrese en taquilla.
Vayan a ver Borat: es tan buena que parece mala... ¿o viceversa?

viernes, enero 05, 2007

El regalo prometido

Noche de Reyes. Todos los almacenes cierran pasada la medianoche, y en las calles la venta de juguetes se extiende hasta bien entrada la madrugada.
¿Cuáles son los juguetes que más quieren ver los niños mañana junto a sus zapatos?
Según nota de Christian Palomo, en El Universal Gráfico, la lista es la siguiente:
- En primerísimo lugar, un juego de mesa llamado JENGA (yo soy buenísimo en ése: pregúntenle a mis amigos, jajaja). Cuesta 270 pesos.
- Muñecos de acción Max Steel.
- El caballito de Barbie (593 pesos).
- La muñeca bailarina Dora (bailaora-Dora, jajaja: 692 pesos)
Mención aparte merecen las consolas de videojuegos que llegan a costar hasta 11 mil pesos, si se llevan la mejor, y que los niños piden como si fueran roscas de Reyes.
Obviamente todos estos precios fueron tomados en establecimientos comerciales, donde dichos juguetes escasean. En la calle se encuentran los mismos (u otros similares) a precios mucho más accesibles: claro, no tienen garantía, muchas veces las cajas están magulladas y, bueno, hacer las compras en Mesones y Regina no debe ser una experiencia precisamente cómoda.
Saludos a los Reyes Magos. (Y me porté bien en 2006. ¿eh?)

miércoles, enero 03, 2007

Bohemian Like You

- The Dandy Warhols

You got a great car
Yeah what's wrong with it today?
I used to have one too
Maybe I'll come and have a look
I really love your hairdo yeah
I'm glad you like mine too
See where looking pretty cool
Will get ya

So what do you do?
Oh yeah I wait tables too
No I havent heard your band
'Cos you guys are pretty new
But if you dig on vegan food
Well, come over to my work
I'll have 'em cook you something
That you'll really love

'Cos I like you
Yeah I like you
And I'm feeling so bohemian like you
Yeah I like you
Yeah I like you
And I feel Woohoo

Wait
Who's that guy just hangin' at your pad?
He's lookin' kinda bummed
You broke up that's too bad
I guess it's fair if he always pays the rent
And he doesn't get bent about
Sleeping on the couch when I'm there

'Cos I like you
Yeah I like you
And I'm feeling so bohemian like you
Yeah I like you
Yeah I like you
And I feel Woohoo

I'm getting wise and
I'm feeling so bohemian like you
It's you that I want so please
Just a casual casual easy thing
Is it, it is for me

And I like you
Yeah I like you
I like you
I like you
I like you
I like you
I like you
I like you
And I feel Woohoo

Leyendo

Arturo Pérez-Reverte. Tiene sus momentos. Aquí uno de El Club Dumas (1993):
"--Esa es una de las ventajas del dinero: permite contratar esbirros para el trabajo sucio. Y uno se mantiene virgen.
Corso miró al librero.
--Es un punto de vista --concedió tras quedar un segundo absorto; parecía que de verdad meditara sobre ello--. Pero yo desprecio más a quienes no se manchan las manos. A los vírgenes".