Es inusual que un director de orquesta se baje del podio para ejecutar un instrumento. Es inusual que ese instrumento sea el piano de su casa ("el de los conciertos pesa 800 kilos; éste sólo 300"). Es inusual que ese director de orquesta se diriga al público. Inusual es también que lo haga con una calidez y sentido del humor que lo llevaron a reír, literalmente, a carcajadas.
Enrique Bátiz, director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, se presentó ayer en un (sí, inusual) recital de piano en el Centro Cultural Luis Nishizawa, ubicado en la Zona Esmeralda (Atizapán). Llegó de buen humor. Regañó al publico (en serio: "Apague ese teléfono"), ironizó ("Yo también tengo calor, eh, y no me estoy abanicando... se ve horrible"), leyó unas citas de Wilhelm Furtwängler ("Cuando se toca a Bach o a Beethoven, uno se pone en contacto con el amor") y, claro, interpretó a Beethoven, Chopin, Mussorgsky y otra vez a Chopin. De manera magistral, hay que decirlo. Al menos al oído del blogger.
Regresó varias veces al tema de la música como acto de amor ("Vamos a jugar a hacer el amor, porque eso es hacer música") y volvió sobre las citas de Furtwängler, que --dijo-- descubrió anoche y lo tenían "como niño". "Para mí el gran descubrimiento no es que yo lo pueda hacer, sino que existió otro mejor que yo que lo pudo explicar". Contó una anécdota sobre Joaquín Rodrigo ("lo conocí en Acapulco, en uno de esos festivales que organizaba Miguelito Alemán") y luego se echó casi de corrido Cuadros de una exposición, de Mussorgsky y la Polonesa No. 6 de Chopin. La gente aplaudió de pie al final.
Lo escribí en un post anterior. Lo reitero ahora: experiencias como la de esta noche me confirman que vale la pena existir si de vez en cuando podemos ver a un tipo como Bátiz, inusualmente vital a los 67 años, hacer música frente a nuestros ojos y recordarnos que no importa cuántas personas escuchen: lo importante es que esto ocurra. Y que estemos ahí.
Enrique Bátiz, director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, se presentó ayer en un (sí, inusual) recital de piano en el Centro Cultural Luis Nishizawa, ubicado en la Zona Esmeralda (Atizapán). Llegó de buen humor. Regañó al publico (en serio: "Apague ese teléfono"), ironizó ("Yo también tengo calor, eh, y no me estoy abanicando... se ve horrible"), leyó unas citas de Wilhelm Furtwängler ("Cuando se toca a Bach o a Beethoven, uno se pone en contacto con el amor") y, claro, interpretó a Beethoven, Chopin, Mussorgsky y otra vez a Chopin. De manera magistral, hay que decirlo. Al menos al oído del blogger.
Regresó varias veces al tema de la música como acto de amor ("Vamos a jugar a hacer el amor, porque eso es hacer música") y volvió sobre las citas de Furtwängler, que --dijo-- descubrió anoche y lo tenían "como niño". "Para mí el gran descubrimiento no es que yo lo pueda hacer, sino que existió otro mejor que yo que lo pudo explicar". Contó una anécdota sobre Joaquín Rodrigo ("lo conocí en Acapulco, en uno de esos festivales que organizaba Miguelito Alemán") y luego se echó casi de corrido Cuadros de una exposición, de Mussorgsky y la Polonesa No. 6 de Chopin. La gente aplaudió de pie al final.
Lo escribí en un post anterior. Lo reitero ahora: experiencias como la de esta noche me confirman que vale la pena existir si de vez en cuando podemos ver a un tipo como Bátiz, inusualmente vital a los 67 años, hacer música frente a nuestros ojos y recordarnos que no importa cuántas personas escuchen: lo importante es que esto ocurra. Y que estemos ahí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario