Si Howard Hughes no hubiera sido millonario, muy pocas cosas interesantes podrían contarse de él. Sus manías, sus fobias, sus alucinaciones... bien podrían ser los desvaríos de un teporocho. Pero como Hughes las "curaba" cumpliendo sus caprichos, lo menos que puede decirse es que era un "excéntrico". A decir de Manohla Dargis, del New York Times, no hay nada intrínsecamente interesante en la excesiva riqueza; hay muchos otros casos de millonarios que producían películas en Hollywood, fabricaban sus propios juguetes y dormían con docenas de mujeres. Hughes, dice Dargis, aspiró a la grandeza, pero lo que inspira a sus biógrafos no fue la altura que alcanzó, sino las profundidades de en las que se hundió. Y de eso, digo yo, hay muy poco en El aviador. Se sugiere la decadencia de Hughes, y hay escenas bien logradas de sus primeros encierros, pero nada más. Digamos que hay muy poco del Scorsese que dirigió Taxi Driver o Toro salvaje. No se ve el pulso humano de personajes como Travis Brickle y Jake La Motta que, sin ser "simpáticos" resultaron entrañables.
De los méritos cinematográficos hay que decir que la producción es impecable: Scorsese hizo buen uso de los 100 millones de dólares que le asignaron para su película. Hay muchas alusiones al Ciudadano Kane, pero éstas, en lugar de equiparar la grandeza de ambas películas, nos recuerdan que hace más de 60 años se filmó una película sobre un excéntrico millonario... y que El aviador queda muy corta en la comparación.
(Calificación ergozoom = 60)