(Agradezco a Claudia Huerta la recomendación del video que ilustra esta entrada)
Hace algunos días concluí la lectura de La buena y la mala educación. Ejemplos internacionales, de la
profesora sueca Inger Enkvist. Hay mucho qué comentar al respecto, pero me
gustaría dedicar esta entrada del blog a la columna vertebral del libro: la
importancia del dominio de la lengua materna que ha propiciarse durante la
educación escolarizada.
Vale la pena recordar el dato de que México es el último
lugar en la prueba PISA que aplica la OCDE cada tres años. En 2009, cuando el
examen se concentró en comprensión lectora, los resultados fueron alarmantes:
40.1% de los adolescentes que presentaron la prueba se ubicaron en un nivel de
comprensión insuficiente para acceder a
estudios superiores y desarrollar las actividades que exige la vida en sociedad.
Es muy triste leer ese dato, “darle el golpe”, pero es peor
lo que viene después: la reflexión en torno a ese fracaso. Porque es muy fácil
llenarse la boca culpando al sindicato, a los maestros, al gobierno, a los
videojuegos, a las nuevas tecnologías y a un montón de chivos expiatorios más.
Lo difícil es aceptar el otro dato: que en México leemos 2.9 libros al año. El plural (leemos) nos incluye a los adultos que educamos a los
adolescentes que cada tres años presentan la prueba PISA. ¿Cómo les reclamamos
a los jóvenes cuando en muchos casos nosotros mismos no hemos desarrollado el
hábito de la lectura? Y es que en casa los padres tampoco leen: en el 55% de
los hogares mexicanos hay menos de 10 libros no escolares; sólo el 2% tiene más
de 100 libros en casa. Pero, ¡tranquilos!, por fortuna tenemos a los
profesores, faros de luz que leen mucho y recomiendan estupendas lecturas a sus
alumnos… ¿O no? Pues no. Entre adultos los
profesores leen menos que el promedio nacional, es decir, 2.6 libros al
año. Y si los profesores no leemos, ¿con qué cara entramos a un salón para
invitar a nuestros alumnos a leer (en caso, claro, de que los invitemos y no los forcemos a hacerlo)?
Lo interesante es que, como dice Enkvist en su libro: "Sólo una pequeña parte del aprendizaje de la lengua se hace en las clases de lengua y literatura. La parte más importante del desarrollo del lenguaje tiene lugar durante el estudio y el uso del lenguaje en otras materias, mientras se lucha con las tareas escolares en casa y durante la lectura que realizan los alumnos durante su tiempo de ocio". (Enkvist, 178-179)
En otras palabras: el desarrollo de habilidades de comprensión de lectura no es facultad exclusiva de los profesores de Español. Sin importar la materia que impartan, todos los profesores son corresponsables en esta tarea. Es una pena, en este contexto, que la mayoría de los profesores lean tan poco. Y que de hecho esgriman la excusa de siempre para explicar esa deficiencia: "No tengo tiempo". En el ámbito académico, más que en cualquier otro, la lectura es un deber, no un lujo; una responsabilidad, no un hobby; una pasión, no un entretenimiento.
Hace unos días Samuel Gitler, matemático miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de las Ciencias, declaró la necesidad de concentrar la atención en el desarrollo del hábito de lectura: "Basta que la gente aprenda a leer en español; ello será ganancia. Las matemáticas deben venir después". Gitler se refiere a la dificultad que observa en sus alumnos al momento de enfrentarse a problemas mal redactados incluso por especialistas. Y es que es tan obvio que a veces lo olvidamos: todas las materias deberían impartirse en una lengua que el estudiante, presumiblemente, debe dominar: su lengua materna. Si no la domina, tendrá problemas para comprender no sólo los versos de Neruda, sino también las lecciones de Historia y los problemas de matemáticas (que requieren de la lengua para ser expresadas).
Creemos que dominamos la lengua española porque llevamos hablándola toda nuestra vida, pero el dominio no se limita al uso instrumental para efectos de comunicación. "Recibir una lengua en herencia es algo enorme, porque nos permite situarnos metafóricamente a hombros de nuestros antepasados (...) La lengua es un instrumento para entender el mundo y para expresarse, pero no es un saber natural en el ser humano; es un producto cultural y sólo llega a ser nuestro si aceptamos el trabajo de aprender a conocerla". (Enkvist 218-219).
No, la tragedia no está en los adolescentes que presentan la prueba PISA cada tres años; está en los adultos que no han asumido la responsabilidad de transmitir correctamente el legado de la lengua española a esos jóvenes. Basta revisar los mensajes que recibimos todos los días (vía mail, Twitter, Facebook...) para darnos cuenta de que el dominio es ilusorio: profesionistas que no acentúan mayúsculas (¡o no acentúan!), líderes incapaces de redactar o leer con corrección una cuartilla completa y adultos que responden sin rubor "Ninguno" cuando se les pregunta qué libro están leyendo... Tal es el verdadero problema. Lo demás es consecuencia de éste.
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Enkvist, I. (2011). La buena y la mala educación. Ejemplos internacionales. Madrid: Encuentro.
Lo interesante es que, como dice Enkvist en su libro: "Sólo una pequeña parte del aprendizaje de la lengua se hace en las clases de lengua y literatura. La parte más importante del desarrollo del lenguaje tiene lugar durante el estudio y el uso del lenguaje en otras materias, mientras se lucha con las tareas escolares en casa y durante la lectura que realizan los alumnos durante su tiempo de ocio". (Enkvist, 178-179)
En otras palabras: el desarrollo de habilidades de comprensión de lectura no es facultad exclusiva de los profesores de Español. Sin importar la materia que impartan, todos los profesores son corresponsables en esta tarea. Es una pena, en este contexto, que la mayoría de los profesores lean tan poco. Y que de hecho esgriman la excusa de siempre para explicar esa deficiencia: "No tengo tiempo". En el ámbito académico, más que en cualquier otro, la lectura es un deber, no un lujo; una responsabilidad, no un hobby; una pasión, no un entretenimiento.
Hace unos días Samuel Gitler, matemático miembro de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de las Ciencias, declaró la necesidad de concentrar la atención en el desarrollo del hábito de lectura: "Basta que la gente aprenda a leer en español; ello será ganancia. Las matemáticas deben venir después". Gitler se refiere a la dificultad que observa en sus alumnos al momento de enfrentarse a problemas mal redactados incluso por especialistas. Y es que es tan obvio que a veces lo olvidamos: todas las materias deberían impartirse en una lengua que el estudiante, presumiblemente, debe dominar: su lengua materna. Si no la domina, tendrá problemas para comprender no sólo los versos de Neruda, sino también las lecciones de Historia y los problemas de matemáticas (que requieren de la lengua para ser expresadas).
Creemos que dominamos la lengua española porque llevamos hablándola toda nuestra vida, pero el dominio no se limita al uso instrumental para efectos de comunicación. "Recibir una lengua en herencia es algo enorme, porque nos permite situarnos metafóricamente a hombros de nuestros antepasados (...) La lengua es un instrumento para entender el mundo y para expresarse, pero no es un saber natural en el ser humano; es un producto cultural y sólo llega a ser nuestro si aceptamos el trabajo de aprender a conocerla". (Enkvist 218-219).
No, la tragedia no está en los adolescentes que presentan la prueba PISA cada tres años; está en los adultos que no han asumido la responsabilidad de transmitir correctamente el legado de la lengua española a esos jóvenes. Basta revisar los mensajes que recibimos todos los días (vía mail, Twitter, Facebook...) para darnos cuenta de que el dominio es ilusorio: profesionistas que no acentúan mayúsculas (¡o no acentúan!), líderes incapaces de redactar o leer con corrección una cuartilla completa y adultos que responden sin rubor "Ninguno" cuando se les pregunta qué libro están leyendo... Tal es el verdadero problema. Lo demás es consecuencia de éste.
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Enkvist, I. (2011). La buena y la mala educación. Ejemplos internacionales. Madrid: Encuentro.
2 comentarios:
Interesante entrada, no miras la superficie llegas al fondo del asunto. En mi labor diaria procuro corregir la ortografia de mis técnicos, lo que no me toman a mal, y han mejorado considerablemente.
¡Muchas gracias! Creo que ésa (la de escribir correctamente) es una batalla necesaria para mantener el legado de casi 800 años (y contando) que implica ser hispanohablantes. No sólo nos comunicamos mejor así: también podemos disfrutar más las maravillas producto de la lengua (por ejemplo, la literatura). ¡Saludos!
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