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lunes, junio 30, 2014

Jugamos como nunca...


Conocí a Rodrigo Castro hace más de veinte años, cuando estudiábamos la secundaria en el Colegio Williams. Desde entonces se ha constituido como uno de esos amigos que inician en la pubertad y se forjan con el paso del tiempo. Es, además, uno de los aficionados al fútbol más apasionados que he tratado. Él mismo se define como "mexicano hasta la médula. Apasionado, crítico y sin miedo a decir las cosas. Atlantista de cepa, de alto sufrimiento por consecuencia, anhela un mejor destino para nuestra raza de cobre. Y trabaja todos los días para poner muy en alto el nombre de México". Actualmente vive en Miami. 

Ayer después del partido contra Holanda le escribí para solicitarle su opinión sobre el resultado. Aquí lo que me respondió: 

¿Jugamos como nunca y perdimos como siempre, Rodrigo? ¿Qué le faltó o le sobró a México para poder ganar este partido?

¿Jugamos como nunca y perdimos como siempre? Desafortunadamente sí. 24 años, 6 mundiales con una maldita frase que ha definido nuestras más grandes ilusiones y nuestras más profundas decepciones.

¿Que le faltó? Huevos. Huevos de creérsela, de no tener miedo al éxito, de saber que podemos ser mejores y que tuvimos todo para ganar el partido. Es lamentable cómo la forma en que, después del gol de Dos Santos, el equipo se echa para atrás. Increíblemente el mexicano tiene miedo al éxito y sigue teniendo pavor a ser mejor que el otro. 

Tú has sido sumamente crítico con este equipo mexicano desde la eliminatoria para Brasil, que fue desastrosa. ¿Consideras que después de su buen papel en este Mundial el Tri ha pagado sus deudas con los aficionados mexicanos? ¿Por qué?

¿Paga sus deudas? En absoluto. México no hace nada diferente que no haya hecho desde hace 24 años. El resultado no es bueno. Hay mucho que cambiar y solucionar, empezando por los intereses de terceros que casi merman el pase al mundial de Brasil.

¿Qué viene para México después de esto? ¿Dejarías al Piojo en la banca para iniciar el camino a Rusia?

¿Que viene? Lamentablemente nada nuevo. Hoy que se termina el proceso mundialista se rendirán cuentas. Al final, los ingresos de la federación son muy altos y el susto de perder los ingresos por no asistir al evento quedó solo en eso, en un susto. Miguel Herrera fue un afortunado accidente, pero no fue parte de una planeación. Miguel Herrera se va a quedar, va a ser el ungido de la federación, y a la mitad del proceso se va a terminar cansando. El hartazgo y la crisis de resultados va a volver a truncar un proceso. 4 años más y serán 28 años de fracasos. Pero todos (yo incluido) compraremos la nueva playera del equipo.

Con tristeza y mucha negación, te mando un abrazo desde acá. ¡Saludos!

domingo, febrero 23, 2014

"Tenemos que soportar..."



Llegué a El último encuentro gracias a mi amiga Claudia Huerta (en Twitter @Bigcrassh). 

Como la mayoría de los libros que me recomiendan, esta novela pasó muchos meses en el altero de libros pendientes (lo reconozco: es una tara que me esfuerzo por corregir). Para quienes no lo han hecho, recomiendo que lo lean: es un libro duro y honesto sobre el amor y la amistad.

La selección para el podcast se refiere a una parte de la novela que inicia con palabras con las que, de entrada, no me identifico: "Tenemos que soportar"... Quienes me conocen saben que el sentimiento ante el que soy menos indulgente es la resignación, así que aquello de "tener que soportar" no es precisamente algo con lo que comulgue. Pienso que por ello subrayé esa parte del libro: encontré que hay una inmensa sabiduría en quien reconoce que no lo puede todo, que no lo sabe todo, que no lo merece todo... y encuentra plenitud en ello. 

El texto leído es de Sándor Márai, específicamente de la novela El último encuentro (A gyertyák csonkig égnek, 1942). La canción al final es "Timing", de Kevin Johansen (The Nada, 2000). La música original y la producción del podcast es de José Luis Esquivel.      

jueves, octubre 10, 2013

Mi Munro

Me enteré de la existencia de Alice Munro apenas esta mañana. De inmediato empecé a pedir a amigos y conocidos recomendaciones para acercarme a la Premio Nobel 2013. No hubo mucho éxito: parece que en México no es una autora muy popular. Pero a mediodía una amiga posteó en mi muro de Facebook el texto de un conocido suyo que habla desde una perspectiva entrañable de la autora canadiense. 

Agradezco a Angie Jasso haberme compartido el texto y a Sergio Huidobro su generosidad por permitirme compartirlo con ustedes en ergozoom. 

(Foto: vulture.com)

Mi Munro 

- Sergio Huidobro

A veces, hace años, lograba despertar a tiempo para percibir el olor: llegaba unos minutos antes de la primera vista del sol y antes de que la madera del techo crujiera, cuando el día ya estaba claro pero la niebla no se había despejado ni las gotas de frío habían dejado de formarse en la orilla de los vidrios. Un gallo. Un trote de caballo. La vibración del refrigerador en la cocina. Y eso era todo. Después, llegaba el olor.

Alguna vez, en otra ciudad, alguien me dijo que Alice Munro era una escritora que solo podía leerse a gusto o venderse bien en el primer mundo porque los problemas de sus personajes eran problemas del primer mundo: sin importar el argumento, el drama se centraba en un viaje a Escocia, preparar té, un trayecto en tren o vender una casa de campo.

Lo decía porque yo, latinoamericano en tránsito por un país con monarcas, llevaba como compañía de viaje un volumen de cuentos de Alice Munro, Friend of my Youth o Amistad de Juventud. Las cejas se alzaban en automático si decía que la llevaba y la leía en las noches como recuerdo de mi hogar. Apunto aquí que mis recuerdos estaban enteramente afincados en la colonia Cuautepec, en la casa de mis abuelos, en una zona popular fronteriza de la punta norte del Distrito Federal, que no es precisamente una nación de la Commonwealth ni se parece mucho a Canadá.

Pero lo que me contaba Munro no eran problemas del primer mundo porque ni siquiera eran, estrictamente, problemas: eran vidas, rostros, recuerdos ajenos y destellos de un mundo que sí se parecía al mío: en el mío, las personas también guardaban secretos, también olían a tela húmeda o caldo de pollo, también perdían o ganaban, se embarazaban a edad avanzada, estornudaban o tomaban café con leche con el noticiero de la tarde.

Tal vez los cuentos de Alice Munro a los que les guardo más cariño están en aquel ejemplar de Amistad de Juventud, comprado por inercia en la sede del Instituto Cervantes de una ciudad cuyo idioma desconocía casi por completo, pero también en Demasiada felicidad o en algún New Yorker perdido por ahí. Viviendo, como he vivido siempre, en una ciudad latinoamericana descomunal y abigarrada, hice costumbre el refugiarme en su mundo de esferas silenciosas, terrosas, añejas, tibias y llenas de viento.

Hoy por la mañana, después de varios años, me desperté otra vez a tiempo para percibir el olor: llegó unos minutos antes que el sol, antes de que las maderas crujieran. Aquí no hay gallos, ni caballos, no hay niebla ni se forman gotas de frío en las ventanas. Pero esta mañana se parecía a los veranos que pasé  en provincia, cuando niño, en una casa de campo al pie de la Sierra Norte de Puebla. Se parecía a esos lugares donde las personas guardan secretos, huelen a tela húmeda o a caldo de pollo, donde pierden o ganan, se embarazan a cualquier edad, estornudan o toman café con leche con el noticiero de la tarde. Y era cierto: Alice Munro acababa de ganar el Nobel.

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Sergio Huidobro (Ciudad de México, 1988) cursó estudios en Ciencias de la Comunicación y Escritura Creativa. Colabora con narrativa, ensayo, crónica de viaje y crítica cinematográfica en publicaciones impresas y electrónicas de México, Ecuador y Estados Unidos como Punto de partidaLa Tempestad Universitaria, Revista Mil Mesetas,El FanzinePeriódico de PoesíaContratiempo Ágora, del Centro de Estudios Internacionales del Colegio de México. Ha brindado charlas y co-impartido talleres de escritura y lenguaje audiovisual en recintos como la Fonoteca Nacional; en 2011 recibió el primer lugar en el Concurso de Crítica Cinematográfica Alfonso Reyes-Fósforo en el marco del FICUNAM.