jueves, noviembre 22, 2018

Elogio del valemadrismo


Hasta hace relativamente poco tiempo, siempre había considerado "importantes" a las personas demasiado ocupadas. Aquellas que se tardan mucho tiempo en responder un mensaje (y te contestan disculpándose de haber estado tan ocupados), que siempre tienen prisa (y casi siempre llegan tarde) y tienen que revisar su agenda para confirmar si pueden tomar café alguna tarde. En nuestros tiempos, no tener tiempo libre o tenerlo poco, parece un símbolo de estatus: "Si está tan ocupado seguro es porque le va bien, porque es exitoso, y (obviamente) gana mucho dinero".

No sé cómo sea en otros ámbitos, pero al menos en los que me muevo, lo "ideal" (ojo con las comillas) parece ser tener agenda llena, y no terminar algo cuando ya tienes en tu lista de pendientes otra pila de tareas que urgen. Sólo este año tres compañeros de trabajo han sido diagnosticados con problemas de salud por estrés laboral y al menos dos más (incluido yo) dejaron sus puestos directivos agobiados por una carga de trabajo que hace tiempo dejó de ser exigente y se convirtió en absurda (la evaluación de mi desempeño en el actual ciclo escolar se hará sobre la base de, al menos, 27 rubros). Byung-Chul Han ha escrito bastante al respecto (sobre todo en La sociedad del cansancio, 2010) donde establece: "Lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el rendimiento como nuevo mandato de la sociedad de trabajo".

Sin tanta densidad filosófica presenta Mark Manson su primer libro, El sutil arte de que te importe un carajo (HarperCollins, 2017), en el que reflexiona sobre la importancia de reducir, no aumentar, la cantidad de cosas que importan. "El problema de la gente que anda por la vida dándole importancia a todo y a todos es que llega un punto en que se comieron toda la bolsa de palomitas y no les queda nada realmente valioso a qué darle importancia". Aderezado con algunas anécdotas personales y algo de budismo elemental, Manson logra dar en el clavo de la reflexiones necesarias pero tan frecuentemente evadidas en nuestros tiempos: ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Para agradar a quién? ¿De quién fue la idea original de estudiar esto o trabajar en aquello? ¿A quién conviene que tengamos tanto miedo de equivocarnos, y que prefiramos "malo conocido que bueno por conocer"? ¿Por qué nos da tanto miedo decir "no" a algún trabajo, proyecto o persona? 

La conclusión de Manson es también obvia, pero no sencilla. En realidad no invita a que todo nos importe un carajo, sino a redefinir los valores de nuestra vida, que seamos nosotros los que elijamos qué problemas enfrentar, y mientras menos mejor. Asignarse problemas verdaderamente importantes (desde nuestro punto de vista) y que lo demás valga --como dice mi abuela-- una pura y dos con sal (o sea, nada). Desde esta perspectiva lo aberrante no es tener "demasiado tiempo libre" sino una agenda tan saturada que no se cuente con tiempo para hacer lo que realmente nos satisface. Y asumir (sin culpa) que muchas veces eso es profundamente "improductivo" y prácticamente imposible de medir cuantitativamente: salir con los amigos, correr un maratón, armar un rompecabezas, volver a escribir en su blog... Lo que ustedes decidan. 
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El sutil arte de que te importe un carajo, de Mark Manson, está editado por HarperCollins México. La edición impresa cuesta $234 (en Gandhi), la digital (en Kindle), $89. 

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