Ayer, dos días después de que se informara el “estado crítico” de Nelson Mandela, empecé a leer el libro La buena y la mala educación, de Inger Enkvist. En él, la autora inicia desarrollando el concepto de crisis alrededor del cual se ha construido el discurso de los indignados (sobre todo en Europa, pero actualmente lo vemos en Brasil y Turquía). “Es verdad, dice Enkvist, que la plutocracia es responsable, y mucho, de la situación en la que nos encontramos. Pero no es verdad que no existan otras razones por las que la crisis se haya agravado.” Y apunta: “Lo que nos falta es un ideal que se eleve por encima del terreno baldío de la mera compra-venta, de las estrictas leyes del intercambio y del tanto vales”. Cuando leí estas últimas palabras me vino de inmediato a la mente la imagen de Mandela.
¿Saben qué
es lo que más me desconcierta? Que muchos de nosotros no sabemos quién es. Y
desde luego –supuesta esa ignorancia– aún menos entendemos por qué debería
interesarnos saber quién es. Posiblemente hace unos días, sin el buzz mediático de su delicada salud
(próximo a cumplir 95 años), pocos podríamos afirmar si estaba vivo o muerto.
No es este
el espacio para repasar la vida y obra de este magnífico ser humano (hay libros
y películas que cumplen bastante mejor esa función), pero sí me gustaría
reflexionar en torno a la relevancia que tiene (o debería tener) una figura
como la de Mandela en nuestros tiempos. Es importante conocerlo porque la suya
es la historia de un hombre bueno que triunfó. En un país que hasta 1989
reservaba zonas de la playa para uso exclusivo de los blancos, Mandela se
rebeló y en 1962 fue encarcelado acusado de sabotaje (en realidad, simplemente,
luchaba contra el apartheid). Pasó 27
años en prisión, sufriendo todo tipo de vejaciones durante su encierro. Fue
liberado en 1990 en medio de una turbulencia política que desmadejó al apartheid y amenazó con una guerra
civil. En ese contexto Mandela se erigió como factor de unidad social y encauzó
a Sudáfrica hacia el desarrollo económico. Su genio político fue reconocido
mediante la concesión del Premio Nobel de la Paz en 1993 y la presidencia del
país entre 1994 y 1999.
Y logró todo
esto siendo bueno. Después de 27 años
de injusta reclusión no se dejó dominar por el deseo de venganza (aún cuando
pudo haber incendiado Sudáfrica con un par de decisiones que nadie habría
podido reprocharle) y en vez de ello se dedicó a reconstruir un país que hoy
despunta entre los llamados “en vías de desarrollo”.
Triunfó porque prefirió ver el
bien en las personas a las que el 99% de la gente habría de considerado
imposibles de redimir. Si Naciones Unidas decretó que el apartheid era un
crimen contra la humanidad, ¿qué mayores criminales que el ministro de Justicia
del apartheid, el jefe militar supremo del apartheid, el jefe de Estado del
apartheid? Sin embargo, Mandela apuntó directamente a la semilla oculta que
albergaba a sus “ángeles buenos” y supo sacar la bondad que yace en el fondo de
todas las personas. (…) Con su empeño en despertar e incitar lo que había de
mejor en ellos y en todos los sudafricanos blancos, les ofreció un regalo de
valor incalculable: hizo que pudieran sentirse mejores personas. (Carlin
316-17)
Mandela
morirá pronto y se levantará mucho polvo. Esta nota de El País da cuenta de su familia dividida, peleando incluso por las
vajillas de la casa de Madiba (nombre de tribu de Mandela). El escándalo será mayúsculo. No nos
dejemos distraer y recuperemos el valor de este hombre inigualable; recordemos
que los buenos también existen… y ganan. Ganan contundentemente. Cuando el periodista inglés John
Carlin le preguntó a Desmond Tutu cuál era el valor más perdurable de Mandela, el reverendo respondió: “Es fácil. Un amigo me dio la respuesta cuando me dijo: ‘Lo mejor de
todo lo bueno que ha ocurrido es que puede volver a ocurrir’”.
Que así sea.
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Para saber más: Muy recomendable entrada en el blog "África no es un país", del diario español El País. Se titula "Mandela, profundamente humano" y la firma José Naranjo.
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Para saber más: Muy recomendable entrada en el blog "África no es un país", del diario español El País. Se titula "Mandela, profundamente humano" y la firma José Naranjo.
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Carlin, J. (2009). El factor humano.
Nelson Mandela y el partido que salvó a una nación. México: Seix Barral.
Enkvist, I. (2011). La buena y la
mala educación. Ejemplos internacionales.
Madrid: Encuentro.
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