(Segunda de dos partes)
3. Darse cuenta de que el momento es ahora
En su libro Los
próximos treinta años, Álvaro González-Alorda escribe:
Somos los que nacimos en las décadas de 1970 y 1980 —tal vez la última generación que utilizó máquinas de escribir
y que ahora desliza los dedos en el iPhone— a quienes nos toca diseñar la colección de transformaciones
sociales, culturales, económicas, políticas y empresariales que los cambios
tecnológicos están acelerando. (…) Nuestra generación —los que tenemos en torno a 30 años— es una generación
“puente”; ni somos “nativos digitales” (Google no existía cuando empezamos a ir
al colegio), ni el arrollador volumen de cambios que la historia de la
humanidad nos ha preparado nos pilla de retirada. De hecho, nos toca liderarlos
durante los treinta años de vida profesional que tenemos por delante,
aproximadamente. (González-Alorda, 12-13)
Ya en algunas ocasiones he comentado con amigos de mi edad el
privilegio que nos ha tocado en turno al ser integrantes de una generación “bisagra”
(que González-Alorda llama “puente”), es decir, de transición entre quienes en
nuestra infancia buscamos información en la Enciclopedia
Británica y quienes ahora acuden a Wikipedia. Nuestros líderes, que
pertenecen a la generación de nuestros padres, aún batallan con el uso de las
nuevas tecnologías y en algunos casos asumen que dar ese paso “no es
necesario”.
En este contexto resulta fundamental aprovechar el tiempo y
planear esa transición de manera estratégica: de que hagamos bien esta parte de
la tarea resultará el éxito o fracaso de nuestro modelo educativo en las
próximas décadas.
4. Poner al profesor en el centro del cambio
http://es.paperblog.com/educacion-en-finlandia-1791488/ |
Resulta un lugar común decir que el profesor es pieza
fundamental del sistema educativo en cualquier parte del mundo. Pero en el caso
latinoamericano, y específicamente en el mexicano, la cuestión es más espinosa.
Hace unos días se publicó una nota en BBC Mundo explorando
las razones por las que Finlandia encabeza la lista de países mejor educados en
el planeta. Lo que más me llama la atención es la importancia que se le da a la
calidad de los profesores. Y no me estoy refiriendo a la calidad de lo que el
profesor sabe sobre la materia que imparte (no basta que sea especialista en su
área) sino a la calidad con la que enseña
aquello que sabe. Para muestra un botón: en Finlandia ningún profesor tiene
acceso a grupo (de cualquier nivel educativo) sin antes haber cursado una
maestría en educación que, dependiendo el grado de especialidad, puede durar entre
dos y cinco años. Aún más: la carrera docente es tan demandada que sólo el mejor
10% de los graduados de alguna carrera profesional es elegible para estudiar
esta maestría, totalmente financiada por el Estado.
Imaginen si en México a nuestros profesores les solicitáramos
mostrar un título de maestría en educación para asignarles grupos: ¿con cuántos
profesores nos quedaríamos? Y podemos ir más allá incluso: ¿qué porcentaje de
los profesores que ya están dando clases aceptarían cursar una maestría (incluso
siendo ésta gratuita) si ésta fuera en educación (y no en cualquier otra área
de su interés)?
Desde luego, hay matices que debemos tener en cuenta al
momento de compararnos con Finlandia (un país pequeño y culturalmente
homogéneo) pero el punto es que en aquel país es prácticamente imposible pensar
en un profesor mal preparado para dar clases, que asuma su profesión como una chamba mientras encuentra algo mejor y
dé la vuelta cada vez que se le pregunte a qué se dedica (en Finlandia el
prestigio social del profesor es equivalente al del médico).
Y no se trata de un asunto exclusivamente económico (varios
países invierten en educación más dinero que Finlandia, sin los mismos ni
mejores resultados): es un asunto cultural que debemos atender durante los próximos
años para empezar a educar a las generaciones que nos habrán de convertir en
una nación cabalmente desarrollada.
---
González-Alorda,
A. (2010). Los próximos 30 años. Barcelona: Alienta.
1 comentario:
Mi estimado Pepe, como siempre un comentario sumamente atinado. Me gustaría hacer énfasis en el carácter estatal y gratuito de la educación finesa, que ha sido últimamente tomada como modelo mundial. Es interesante que el Estado finés invierte en la preparación de sus docentes y les paga de acuerdo a sus competencias. Un modelo similar se está proponiendo en Estados Unidos: reclutar a los mejores Maestros y Doctores de ciertas áreas para que den clases en secundaria y preparatoria y pagarles un sueldo que compita con el de las empresas que potencialmente podrían contratarlos (esto es: más de $200,000 USD al año). Si el Estado mexicano le paga a un profesor $6,000 pesos mensuales, es absolutamente absurdo que le exija resultados de primer mundo (que en algunos casos se logran). Además de que no se da al magisterio (en términos generales) apoyos para continuar su carrera académica y el PIB dedicado a investigación y educación es risible. Por otro lado, toda la culpa suele echarse a los maestros; pero precisamente en Estados Unidos se ha cuestionado mucho esta tendencia. Utilizando la analogía de la milicia, en un artículo que publicó hace dos años el NY Times se pregunta el autor a quién se culpa cuando una misión bélica falla: ¿a los soldados o al general? Generalmente es al segundo, porque es éste quien da las órdenes y organiza, mientras los demás solamente acatan. De la misma manera, la burocracia académica ha permanecido intocable y los maestros han sido el chivo expiatorio. La Reforma Educativa que se propone ahora en México es, precisamente, una manera más eficiente de que el chivo expíe las culpas, pero no hay ninguna propuesta para que podamos alcanzar los niveles que la sociedad finesa, la cual no es tan homogénea como parece: tiene dos lenguas oficiales (finés y sueco) y otras cinco no oficiales (sami, ruso, somalí, inglés y árabe), el 75% es luterano y el resto se divide entre ateos, ortodoxos, musulmanes, católicos, etc., y una mezcla heterogéneas de grupos eslavos, samis y germánicos. De este modo, me parece que el camino es más o menos claro, pero nosotros como ciudadanía debemos exigir hacia dónde queremos caminar y cómo llegar ahí, pues bien sabemos que a quienes marcan el camino poco les interesa y menos saben. Un saludo y un abrazo.
Publicar un comentario