lunes, febrero 04, 2013

Lecturas del futuro


Visité por primera vez Nueva York hace casi 10 años, en marzo de 2003, y recuerdo que uno de los momentos más relevantes de aquella ocasión fue mi descubrimiento de la Virgin Mega Store en Times Square. Era tan sobrecogedora su oferta de discos compactos y películas que tuve que regresar varias veces para completar mis compras.
El verano anterior tuve la oportunidad de regresar a esa maravillosa ciudad y entre mis planes estaba atestar mi maleta de libros, discos y películas que no pudiera encontrar en México. Qué ingenuo fui. Para empezar, la Virgin Mega Store ya no existe (me informaron que desde hace tres años es una tienda de ropa) y en toda la ciudad es prácticamente imposible encontrar un local que ofrezca música en formato físico. En una semana completa encontré tres, pero sólo en uno de ellos vendían discos nuevos: en las otras dos se apelaba a la nostalgia como argumento de venta y era más fácil sentirse en Donceles que en la Gran Manzana.
Interior de Westsider Records, una de las pocas tiendas que aún vende CDs y LPs en Manhattan
Algo muy similar me ocurrió en librerías: de mi viaje anterior me quedaron muy buenos recuerdos de lugares como Borders, la Strand Book Store y sobre todo Barnes & Noble. Quizá ya lo sepan: Borders se declaró en quiebra en 2011 y Barnes & Noble recién anunció el cierre del 30% de sus tiendas en los próximos diez años. No es poca cosa: Borders fue fundada en 1971 y llegó a tener más de 500 "mega tiendas", sin mencionar más de una centena de locales pequeños (en aeropuertos, por ejemplo). La historia de Barnes & Noble se remonta a 1873, cuando inició como sello editorial: en 1917 abrió la primera de más de 600 tiendas que mantiene en EU... y ahora, en unos cuantos años, cerrará casi 200 locales para intentar mantenerse viva. 
Placa conmemorativa de la fundación de Barnes & Noble. Se encuentra a la entrada de su tienda insignia ubicada en el 105 de la Quinta Avenida

Esta es una realidad que todavía no vivimos en México, donde aún es muy fácil conseguir libros y discos nuevos. Basta con asistir a cualquier sucursal de Gandhi o El Sótano el sábado por la tarde para constatar que los lectores mexicanos seguimos prefiriendo el papel sobre los e-books y las tabletas. MixUp y Tower Records siguen ofreciendo una respetable selección de discos y películas nuevas. Esta buena salud de librerías y tiendas de discos en México (o al menos en el DF y su área metropolitana), me queda claro, está próximo a desaparecer. Es cuestión de tiempo para que las tabletas superen en ventas a las PCs... con la ya sabida posibilidad de descargar libros y revistas en línea (aparte de los datos sobre la crisis de las librerías, basta recordar la decisión del semanario Newsweek de retirarse de la circulación impresa para continuar sólo en formato digital); a mediados del año pasado la consultora Nielsen informó que por primera vez en la historia los estadounidenses habían preferido YouTube como medio para escuchar música; y también el año pasado se dio a conocer que las descargas legales de películas y series de TV superaron la compra de DVDs y Blu-rays (otro número: Netflix tiene 29 millones de suscriptores sólo en EU, y el viernes presentó su primera serie de producción propia: House of Cards).
No estoy seguro de estar preparado para vivir en ese mundo sin libros que llevan en sus páginas dobleces, manchas y anotaciones que cuentan mi propia historia con ese libro y su autor; ese mundo sin discos a cuyas cajas les pongo un trozo de masking-tape para recordar la fecha en que los compré. No sé si estoy listo para voltear a mi alrededor y no ver repisas cubiertas de libros y discos porque estos habrán dejado su lugar a "aquello-que-está-en-la-nube". Pero entiendo que lo de menos es que me guste, y que mientras más rápido acepte esa realidad, más fácil será adaptarme a ella. 
Al final lo importante no son los libros o los discos; sino sus contenidos. Y más aún: las historias que se tejen a partir de esos objetos y en relación con sus contenidos: si se lee sobre una página o a través de una pantalla retina; si se escucha de un CD o de un iPod, da mas o menos lo mismo mientras se lea y se escuche... ¿O no?
Cancún: Julio de 2010

[Las tres fotografías que ilustran este texto son propiedad del autor del mismo]

3 comentarios:

& Aleph dijo...

Me gusta tu idea amigo, misma que ya habíamos planteado y replanteado una y otra vez en distintas charlas de café, y con insistencia diré: "recuerdas que te decía que sería inminente este cambio, pero tú no querías creer que fuera capaz de hacerse, decías que el formato impreso era tan vital y necesario, como el agua para vivir", redondeando la idea. Y como dato hasta la Biblia ya se maneja y domina en formato digital. Para esto los ereader, más que las tablets, son la mejor opción, porque los primeros tienen un lector-editor de textos, esto es seguirás haciendo anotaciones al margen de la página, manteniendo esa nostalgia de personalización muy tuya que defiendes en la versión en papel.

Anónimo dijo...

Yo también tengo un fetichismo muy especial con el libro-objeto. Y creo que a ti debo mi manía de subrayar con pluma los libros, cosa que me ha valido el regaño de varios amigos, jaja. Ya estoy transitando hacia el lápiz, con tal de no dejar pasar esa historia personal que se puede tener con cada libro. ¡Saludos, profe! Angie

P.D. Por cierto, te debo un libro; no se me olvida. Yo lo sigo leyendo. Sé que te encantará.

Pepe González Martínez dijo...

Muchas gracias por leer, Angie, en el más amplio sentido de la palabra. Yo les sigo pidiendo a mis alumnos que subrayen los textos; que los intervengan, que les pregunten, que los hagan suyos... He leído ya mis primeros textos en tablet y no me ha parecido tan malo, pero definitivamente nada comparable con un libro en las manos. Saludos, y abrazo fuerte.