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martes, marzo 11, 2014

Si pudiera vivir nuevamente...

Les apuesto doble contra sencillo a que se han topado con alguien que cita el poema "Si pudiera vivir nuevamente mi vida" diciendo que es de Jorge Luis Borges. A mí, en más de una ocasión, me han recitado aquellos versos y, cuando me dicen que son de Borges (un escritor al que saben que respeto), mis interlocutores me obligan a reservarme mis comentarios respecto a la cursilería de ese texto. Hasta ahora. Acabo de encontrar las siguientes líneas en el libro Lecturas sobre la lectura, de Alberto Manguel (Océano, 2011), que me ha resultado un auténtico desfacedor de este entuerto:

En 1989, la revista mexicana Plural, fundada por el poeta Octavio Paz, publicó un poema titulado "Instantes", supuestamente escrito por Borges el año de su muerte. Lo precedía un comentario de un tal Mauricio Ciechanower, quien señalaba que era una "pieza preñada de un poder de síntesis magistral". El poema es una reflexión tonta y acaramelada que no estaría fuera de lugar en una tarjeta de felicitación. Dice:

Si pudiera vivir nuevamente mi vida...
En la próxima cometería más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría mas.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría mas riesgos, haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares a donde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve alegrias.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso esta hecha la vida,
solo de momentos.
¡No! no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte
sin un termómetro, una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas.
Si pudiera volver a vivir 
comenzaría a andar descalzo
a principios de la primavera y
seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita;
contemplaría más amaneceres
y jugaría con los niños,
si tuviera otra vida por delante...
Pero ya ven,
tengo 85 años y se que me estoy muriendo...

Tres años después, los versos aparecieron traducidos por Alastair Reid, quien antes había hecho traducciones estupendas de varias piezas de Borges, en el Queen's Quarterly. Nadie objetó.
Luego, el 9 de mayo de 1999, el crítico Francisco Peregil publicó en el diario El País de Madrid la siguiente revelación: "La verdadera autora del apócrifo es una desconocida poetisa norteamericana llamada Nadine Stair, que lo publicó en 1978, ocho años antes de que Borges muriera, en Ginebra, a los 86 años". El texto (como una ampulosa pieza de prosa poética) apareció en la revista Family Circus de Louisville, Kentucky el 27 de marzo de 1978, y desde entonces ha aparecido, en una serie de versiones diferentes, en todo tipo de lugares, desde Selecciones hasta impreso en camisetas. 

lunes, febrero 04, 2013

Lecturas del futuro


Visité por primera vez Nueva York hace casi 10 años, en marzo de 2003, y recuerdo que uno de los momentos más relevantes de aquella ocasión fue mi descubrimiento de la Virgin Mega Store en Times Square. Era tan sobrecogedora su oferta de discos compactos y películas que tuve que regresar varias veces para completar mis compras.
El verano anterior tuve la oportunidad de regresar a esa maravillosa ciudad y entre mis planes estaba atestar mi maleta de libros, discos y películas que no pudiera encontrar en México. Qué ingenuo fui. Para empezar, la Virgin Mega Store ya no existe (me informaron que desde hace tres años es una tienda de ropa) y en toda la ciudad es prácticamente imposible encontrar un local que ofrezca música en formato físico. En una semana completa encontré tres, pero sólo en uno de ellos vendían discos nuevos: en las otras dos se apelaba a la nostalgia como argumento de venta y era más fácil sentirse en Donceles que en la Gran Manzana.
Interior de Westsider Records, una de las pocas tiendas que aún vende CDs y LPs en Manhattan
Algo muy similar me ocurrió en librerías: de mi viaje anterior me quedaron muy buenos recuerdos de lugares como Borders, la Strand Book Store y sobre todo Barnes & Noble. Quizá ya lo sepan: Borders se declaró en quiebra en 2011 y Barnes & Noble recién anunció el cierre del 30% de sus tiendas en los próximos diez años. No es poca cosa: Borders fue fundada en 1971 y llegó a tener más de 500 "mega tiendas", sin mencionar más de una centena de locales pequeños (en aeropuertos, por ejemplo). La historia de Barnes & Noble se remonta a 1873, cuando inició como sello editorial: en 1917 abrió la primera de más de 600 tiendas que mantiene en EU... y ahora, en unos cuantos años, cerrará casi 200 locales para intentar mantenerse viva. 
Placa conmemorativa de la fundación de Barnes & Noble. Se encuentra a la entrada de su tienda insignia ubicada en el 105 de la Quinta Avenida

Esta es una realidad que todavía no vivimos en México, donde aún es muy fácil conseguir libros y discos nuevos. Basta con asistir a cualquier sucursal de Gandhi o El Sótano el sábado por la tarde para constatar que los lectores mexicanos seguimos prefiriendo el papel sobre los e-books y las tabletas. MixUp y Tower Records siguen ofreciendo una respetable selección de discos y películas nuevas. Esta buena salud de librerías y tiendas de discos en México (o al menos en el DF y su área metropolitana), me queda claro, está próximo a desaparecer. Es cuestión de tiempo para que las tabletas superen en ventas a las PCs... con la ya sabida posibilidad de descargar libros y revistas en línea (aparte de los datos sobre la crisis de las librerías, basta recordar la decisión del semanario Newsweek de retirarse de la circulación impresa para continuar sólo en formato digital); a mediados del año pasado la consultora Nielsen informó que por primera vez en la historia los estadounidenses habían preferido YouTube como medio para escuchar música; y también el año pasado se dio a conocer que las descargas legales de películas y series de TV superaron la compra de DVDs y Blu-rays (otro número: Netflix tiene 29 millones de suscriptores sólo en EU, y el viernes presentó su primera serie de producción propia: House of Cards).
No estoy seguro de estar preparado para vivir en ese mundo sin libros que llevan en sus páginas dobleces, manchas y anotaciones que cuentan mi propia historia con ese libro y su autor; ese mundo sin discos a cuyas cajas les pongo un trozo de masking-tape para recordar la fecha en que los compré. No sé si estoy listo para voltear a mi alrededor y no ver repisas cubiertas de libros y discos porque estos habrán dejado su lugar a "aquello-que-está-en-la-nube". Pero entiendo que lo de menos es que me guste, y que mientras más rápido acepte esa realidad, más fácil será adaptarme a ella. 
Al final lo importante no son los libros o los discos; sino sus contenidos. Y más aún: las historias que se tejen a partir de esos objetos y en relación con sus contenidos: si se lee sobre una página o a través de una pantalla retina; si se escucha de un CD o de un iPod, da mas o menos lo mismo mientras se lea y se escuche... ¿O no?
Cancún: Julio de 2010

[Las tres fotografías que ilustran este texto son propiedad del autor del mismo]