"Pero no se ponga nervioso".
Su pulso temblaba. No el mío. Falló por tercera vez. Dos en el antebrazo y una en el dorso de mi mano izquierda.
"Discúlpeme, de verdad. Es la primera vez que me pasa".
Salió un momento de la habitación y cuando volvió me dijo que había llamado a una enfermera experta en "venas difíciles", que fue como llamó a las mías.
La enfermera experta probó con mi otro brazo. Empezó a sacar sangre casi de inmediato. Dijo que la tenía muy espesa, dándole la razón científica a todos los que piensan lo mismo de mí, jaja.
Sólo pudo sacar 5 mililitros, de los 10 que necesitaba. Otro pinchazo errado en el brazo. Para el sexto, la enfermera hundió sin piedad la aguja y vio con regocijo cómo mi cuerpo respondía (así por las buenas, siempre responde) llenando la jeringa. 10 mililitros de un jalón. Ahora sobraba sangre. Llenaron tres tubitos y me dijeron que podía pasar a recoger los resultados mañana.
Mi sangre es espesa, oscura y muy cálida. Y bien difícil de ser extraída.