(Foto: Lucía Godinez / El Universal)
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Alejandra Romo / en exclusiva para ergozoom
Es una pena llegar a una decisión sobre ti y tu cuerpo y que ésta se vea limitada por una falta de planeación garrafal. ¿Qué paso hoy en la plancha del Zócalo y sus alrededores? ¿Lo que cuentan las noticias? El Universal por cierto tiene una buena crónica pero, ¿hasta dónde dice realmente todo lo que pasó?
Cuatro y media de la mañana. La llegada a las calles aledañas al Zócalo fue caótica. Sin embargo el frío aún no era penetrante, lo que no puede decirse del olor a cigarro y caño que se desprendía de las coladeras. Todos caminábamos hacia el acceso de 16 de Septiembre e Isabel la Católica, sin saber cómo ni por qué la gente comenzó a formar filas hacia República de Uruguay. Aunque el ambiente era de respeto, no podías dejar de sentirte amenazado por las miradas de los compañeros que optaron por fotografiarse esta madrugada, te sentías como carne de cañón. Seguíamos caminando de regreso, desde donde empezamos a observar la mala logística, pues dejaron entrar a quienes se registraban al instante y a nosotros, más de mil personas que nos registramos previamente por Internet, nos restringieron el acceso. ¿Por qué? Aún no lo sabemos. Dieron muchas explicaciones, pero ninguna convincente.
Los olores comenzaban a mezclarse: cigarro, café, coladera, perfumes: era como vivir los pasajes de El Perfume en carne viva, como Grenouille, pero sin su monstrosidad; el sol aún no salía, la gente caminaba un poco en orden un poco amontonada, y los Red Bull no se hicieron esperar en las calles de Eje Central y 16 de Septiembre. Todo transcurría entre bromas sobre las posiciones que pediría Tunick a sus modelos y las restricciones al lugar: “Van a seleccionar a la gente una vez que llegue al registro”. El único policía que resguardaba nuestra seguridad nos gritó: “¡Muévanse! Si los aplastan no salen en la foto”. La broma fue acogida con estruendosas carcajadas y a la que alguien contestó “¡Cómo no!, van a salir... pero en la nota roja”. Entre una y otra broma también oímos y vimos caras absortas por la pena, por la desaprobación. Empleados de la Asociación de Bancos de México salían de una fiesta en sus coches por esa misma calle y se reían de la gente que esperaba posar para Tunick; como si ya supieran la cruel broma del destino que se les jugaría tan sólo una hora después.
Cinco y media de la mañana. Llos gritos de los borrachos no se hicieron esperar, desde el naquísimo “¡Ay, mamacitaaa!”, hasta el personaje adinerado que nos gritó “¡Bien por el que se encuere, putos!”. Llovieron expresiones similares de todos los puntos posibles (autos, edificios, transeúntes...) pero hasta el momento todos creíamos que las cosas iban bien: lentas pero seguras. Sí, vimos cómo se colaban algunos que acababan de llenar su inscripción, pero --pensamos-- nada grave. ¿Quién iba a pensar que nos dejarían afuera?
Daban las seis y media, dos horas después de la cita, cuando la fila avanzó hacia el Zócalo. Nos registramos por Internet, nos desvelamos, respetamos la fila y además nos moríamos de hambre, pero seguíamos firmes en nuestra decisión. A no menos de diez metros aparecieron los medios de comunicación, que provocaban miradas de asombro, reproches de “no quiero salir”, caras escondidas entre la oscuridad por querer continuar en el anonimato, pero los flashes se hicieron llegar y por uno y otro lado nos bañaron mientras el gente del staff de Tunick nos dividía en dos filas para poder pasar.
Llegados justo al frente de la fila los radios comenzaron a sonar “¡Ya no dejen pasar más! ¡Ya vamos a empezar! ¡Cierren todos los accesos!”. Increíble. Por lo menos mil personas nos quedamos fuera. ¿Cómo? ¿Por qué? Porque nuestro muy querido artista no tomó en cuenta algunas cosas sobre los mexicanos, su ciudad y la logística que debía seguir para llevar a cabo un evento como éste. Hagamos memoria: Café Tacuba 70,000 asistentes en el Zócalo, sin problemas; López Obrador, 150,000; de Tunick se dice que logró reunir entre 18,000 y 20,000 personas. Y la convocatoria lo rebasó.
¿Qué excusas dieron para dejar a una multitud fuera de la fotografía? “El sol ya está por salir y si queremos que salga la foto debemos detener aquí la entrada”. “Ya son muchos, ya no caben en el Zócalo”. Asombroso. ¿Ya no caben? ¿Pues qué no tomaron en cuenta la capacidad de la plancha? ¿No esperaban a esa cantidad de participantes? Mala planeación insisto, hubieran avisado que si no llegabas a las 4 no entrabas; pero en las instrucciones dijeron 4:30... y mucha gente que llegó a esa hora (e incluso antes) se quedó afuera.
Por supuesto las voces impacientes no se pudieron acallar. Los gritos de “¡Guiness, Guiness!”, “¡Foto, foto!”, “¡Déjenos entrar!”, ¡Portazo, Portazo!” “¡La Cultura es de todos!” y “¡Todos o ninguno!” (entre los menos vulgares) fueron los protagonistas en esta ocasión. Algunos nos fuimos enseguida a buscar otra calle para entrar de colados mientras que los que se quedaron ahí empezaron a gritar, atacar a los medios, tirar la carpa de representantes e incluso avanzar a unos cuantos metros de la plancha; hasta que alguien del staff de Tunick anunció que si no se detenían los insultos y la agresión la fotografía sería suspendida. ¡Vaya amenaza! Si Tunick invita a un performance colectivo y no deja entrar a gran parte de los asistentes (muchos provenientes de otras ciudades del país) y pretende romper un récord de 7,000 personas, créanme: no creo que se le vuelva a apoyar. Qué decepción, pero así fue: bajo amenazas de no volver a hacer una fotografía artística en México se detuvo a la masa que buscaba un espacio en la plancha del Zócalo.
Ni modo: nos quedamos sin la experiencia y sin nuestra foto de 8 x 10 pulgadas. A cambio obtuvimos un registro impreso, que es lo único que nos va a recordar que estuvimos ahí. Al fin y al cabo papel. ¿Y si lo enmarcamos?
6 comentarios:
yo, por el contrario, pienso que la organización fue estupenda. llegué a la hora convenida, me formé, me senté frente al hotel majestic y seguí las instrucciones. fue una gran experiencia.
El caos fue real. En Reforma.com hay un muy buen video de Francisco Caballero y José Antonio Sánchez que da muestra de ello.
DOS AMIGAS FUERON Y LES PARECIO, AL MENOS A UNA DE ELLAS, LA EXPERIENCIA MAS MARAVILLOSA DE SU VIDA... Y LE CREO.
SALUDOS
yo lo resumiría en que los mexicanos historicamente hemos estado y aun estamos dispuestos a bajarnos los pantalones cuando el extranjero lo pide. snif
Voy a coincidir con varios en muchos aspectos... Si hubo desorganizacion, dado que encontrar la fila donde formarse y descubrir que habia 2 filas que luego se volvian 3 y que la unica referencia que tenias eran el resto de los participantes... y ningun organizador que te medio avisara a la vista...yo llegue a las 4.10... Estuve casi dos horas formada, y cada minuto valio la pena, porque la verdad disfrute mucho el haber formado parte de esto... Tengo una breve reflexion en mi blog http://wiccagio.blogspot.com espero mañana poder postear una cronica de ayer y un poco de lo que fue la mañana siguiente... y hasta el descubrir que hay fotos de periodicos donde ya me encontre.. o el runrun de radiopasillo en el que ya varios me ven como bicho raro, por haberme ido "en pelotas" a una cosa al zocalo... ja, bendita sea la ignorancia...
Yo no me animé. La verdad me ganó el pudor burgués, pero fui a dejar a Alejandra al Zócalo en la madrugada y se me enchinó la piel al ver el Eje Central a vuelta de rueda ¡en domingo a las 4:30 de la mañana! Felicidades a todos los que se desnudaron. Y a esta ciudad maravillosa, que le dio a Tunick un regalo que no olvidará jamás.
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