jueves, septiembre 22, 2005

¡Ay, dolor!

Dos días de gimnasio, y la mitad del cuerpo me duele... mientras la otra mitad responde con retraso a las órdenes de mi cerebro.
Y, sin embargo, me siento mejor que nunca. Esto de sentir la máquina funcionando, respondiendo al esfuerzo, constatando que todo está en orden, es muy... cómo decirlo... estimulante.
Desde hace varios meses tenía ganas de hacer esto: canalizar de alguna manera la energía física que tengo de sobra. Hasta hace días me lanzaba a la calle a caminar e improvisaba ejercicios en casa, pero no era suficiente. Veamos cuánto dura lo del gimnasio. Ahora estoy muy motivado, pero sí me está resultando muy cansado.
Por lo pronto mi instructor dice que, si soy constante, en mes y medio podré empezar a notar cómo "embarnezco". Levanté las cejas cuando me dijo eso. Pensé: "Ah, jijos. ¿Pues qué uno no embarnece en la adolescencia, a los diecipocos?". Me habló luego de modificar mi forma de comer, e incluso de suplementos alimenticios, "dependiendo qué sea lo que busques al hacer ejercicio". ¿Y qué busco? Pues sólo sentirme bien. Desfogado. Verme mejor. Y no mucho más. ¿Qué tanto hay que hacer para lograr eso? Ya veremos.
Ah, también disfruto sobremanera los baños de vapor. Desde que mi papá me inculcó esa costumbre cuando íbamos al Terranova, no deja de ser mi plan ideal la actividad física intensa con el colofón en un vapor y luego la regadera.

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