Teniendo en cuenta la avidez de los lectores de este h. blog de material nuevo y conmovedor, decidí visitar una de las iglesias de la secta ‘Pare de sufrir’ en compañía de un amigo a quien en aras de proteger su identidad llamaré ‘T’.
Sito en la sucursal de esa Iglesia que hoy ocupa el que antes fue Teatro Silvia Pinal, a las 10 de la mañana. Llegamos un poco tarde, calculo que hacia la mitad de la primera oración. Habría entre 60 y 80 personas, todas de pie y la mayoría reunidas al frente (¿del escenario?) alrededor de un predicador que, micrófono en mano y con marcadísmo acento portugués, gritaba una alabanza al Señor.
Ocupamos una de las últimas filas y notamos que un sujeto joven con camisa azul que se encontraba a pocos pasos del predicador nos miraba con sospecha. Era más o menos evidente, creo, que no estábamos ahí como feligreses. Con seguridad éramos los más jóvenes y, salvo el predicador y sus allegados -que iban de camisa y corbata-, también los mejor vestidos (y de ninguna manera íbamos elegantes). Yo entré dispuesto a mimetizarme al 100%, sobre todo después de darme cuenta de que habíamos llamado la atención, así que me mantuve de pie y alcé las manos como los demás hacían. ‘T’ iba en actitud menos devota, pero terminó imitando los movimientos de la concurrencia.
Muy poco tiempo después el predicador empezó hablar de diezmos. Muchas personas tenían en su mano un sobre en el que había una solicitud por escrito a Dios e, intuyo, uno o varios billetes. El predicador alzó la voz y empezó a decir que si nosotros creíamos y cumplíamos nuestro compromiso con el Señor, teníamos derecho a exigir respuesta. Palabras casi textuales, lo juro por Dios. Que si nosotros éramos fieles a Él, Él debía ser fiel a nosotros. Me acordé de la única escena memorable de Cero y van cuatro: cuando uno de los personajes literalmente le mienta la madre a Dios porque no le cumplió su milagro. Pues parece que en ‘Pare de sufrir’ eso está permitido. La cosa prometía.
Luego pasó el micrófono al tipo de la camisa azul, que se desgañitó hablando de justicia: ayuda, Señor, a los desempleados, a los sin casa, a los enfermos, a los etcéteras. Y la gente con su Carta a Dios (y billete para el predicador) en alto. Absorto en lo que veía, apenas atendí cuando ‘T’ me preguntó: “¿Está llorando?”, señalando a mozalbetedecamisaazul, que, a un lado del escenario, golpeaba el piso con el puño cerrado y se contorsionaba en un llanto fanático. ‘T’ dijo que esa gente le daba lástima. A mí me dio miedo. Si sólo un par de los presentes estaban tan trastornados como el compañero azulado y en algún momento se nos salía una risilla o alguien malentendía un gesto nuestro, tendríamos problemas.
Lo mejor estaba por venir. Después de recibir todos los sobres, y de untar aceite en la cabeza de los diezmantes, el predicador llamó a “formar la cadena”. La gente empezó a moverse hacia al frente y a reunirse en círculo al pie del escenario. Hice como ellos. Tomé las manos de las personas a mi lado y las levanté en actitud de plegaria. El predicador pidió que cerráramos los ojos. Lo hice cuando me di cuenta de que camisa azul y otro tipo, salido de no sé dónde, además del predicador, caminaban entre nosotros, observando. Era una plegaria colectiva: el predicador decía “alabado Señor” o algo así y todos debíamos repetir fervorosamente. Luego de unos minutos se nos pidió que nos pusiéramos las cadenas. Unas cadenas de papel en las que la gente había escrito sus cuitas. Muchas cadenas, muchas letras, muchos pesares. Intuí el momento catártico de la misa. Volvimos a la plegaria con ojos cerrados. Escuché gemidos y sacudidas corporales. Abrí los ojos y vi que una mujer se contorsionaba y gritaba. Sentí la presencia de uno de los vigilantes y volví a la técnica de los eyes wide shut: apreté los párpados con fuerza.
Sito en la sucursal de esa Iglesia que hoy ocupa el que antes fue Teatro Silvia Pinal, a las 10 de la mañana. Llegamos un poco tarde, calculo que hacia la mitad de la primera oración. Habría entre 60 y 80 personas, todas de pie y la mayoría reunidas al frente (¿del escenario?) alrededor de un predicador que, micrófono en mano y con marcadísmo acento portugués, gritaba una alabanza al Señor.
Ocupamos una de las últimas filas y notamos que un sujeto joven con camisa azul que se encontraba a pocos pasos del predicador nos miraba con sospecha. Era más o menos evidente, creo, que no estábamos ahí como feligreses. Con seguridad éramos los más jóvenes y, salvo el predicador y sus allegados -que iban de camisa y corbata-, también los mejor vestidos (y de ninguna manera íbamos elegantes). Yo entré dispuesto a mimetizarme al 100%, sobre todo después de darme cuenta de que habíamos llamado la atención, así que me mantuve de pie y alcé las manos como los demás hacían. ‘T’ iba en actitud menos devota, pero terminó imitando los movimientos de la concurrencia.
Muy poco tiempo después el predicador empezó hablar de diezmos. Muchas personas tenían en su mano un sobre en el que había una solicitud por escrito a Dios e, intuyo, uno o varios billetes. El predicador alzó la voz y empezó a decir que si nosotros creíamos y cumplíamos nuestro compromiso con el Señor, teníamos derecho a exigir respuesta. Palabras casi textuales, lo juro por Dios. Que si nosotros éramos fieles a Él, Él debía ser fiel a nosotros. Me acordé de la única escena memorable de Cero y van cuatro: cuando uno de los personajes literalmente le mienta la madre a Dios porque no le cumplió su milagro. Pues parece que en ‘Pare de sufrir’ eso está permitido. La cosa prometía.
Luego pasó el micrófono al tipo de la camisa azul, que se desgañitó hablando de justicia: ayuda, Señor, a los desempleados, a los sin casa, a los enfermos, a los etcéteras. Y la gente con su Carta a Dios (y billete para el predicador) en alto. Absorto en lo que veía, apenas atendí cuando ‘T’ me preguntó: “¿Está llorando?”, señalando a mozalbetedecamisaazul, que, a un lado del escenario, golpeaba el piso con el puño cerrado y se contorsionaba en un llanto fanático. ‘T’ dijo que esa gente le daba lástima. A mí me dio miedo. Si sólo un par de los presentes estaban tan trastornados como el compañero azulado y en algún momento se nos salía una risilla o alguien malentendía un gesto nuestro, tendríamos problemas.
Lo mejor estaba por venir. Después de recibir todos los sobres, y de untar aceite en la cabeza de los diezmantes, el predicador llamó a “formar la cadena”. La gente empezó a moverse hacia al frente y a reunirse en círculo al pie del escenario. Hice como ellos. Tomé las manos de las personas a mi lado y las levanté en actitud de plegaria. El predicador pidió que cerráramos los ojos. Lo hice cuando me di cuenta de que camisa azul y otro tipo, salido de no sé dónde, además del predicador, caminaban entre nosotros, observando. Era una plegaria colectiva: el predicador decía “alabado Señor” o algo así y todos debíamos repetir fervorosamente. Luego de unos minutos se nos pidió que nos pusiéramos las cadenas. Unas cadenas de papel en las que la gente había escrito sus cuitas. Muchas cadenas, muchas letras, muchos pesares. Intuí el momento catártico de la misa. Volvimos a la plegaria con ojos cerrados. Escuché gemidos y sacudidas corporales. Abrí los ojos y vi que una mujer se contorsionaba y gritaba. Sentí la presencia de uno de los vigilantes y volví a la técnica de los eyes wide shut: apreté los párpados con fuerza.
(Continuará...)
5 comentarios:
una vez paseaba yo por esa parte de la roma y me entraron muchas ganas de hacer deldós. así que entré a los baños del ex teatro silvia pinal, todo clandestino yo, silbando y mirando al techo, pero cuando entré, había tanto deldós en los excusados que me dio muchísimo asco. empecé a toser, escupir y casi vomitar. salí corriendo, lleno de lágrimas y rojísimo. qué asco.
si vieras lo bien que tienen el teatro ahora esos paredesufrir! todo limpito y reluciente. la presencia del Señor en todo su esplendor. no entré a los baños, pero 'T' sí. le preguntaré. saludos.
El comentario de Tiro, en el lugar que corresponde:
"Fue una experiencia religiosa. Los baños no eran tan hediondos como cuando era el cine Estadio...aunque tampoco tan limpios como cuando era el teatro Silvia Pinal.
Al menos tenían papel higienico sagrado que me encargue de quitale el adejetivo al usarlo tras haberme sentado en cuclillas...Hey! tenía la emergencia!"
"T"-Tiro
QUE ROLLITO CON EL TAL "T" (QUIEN ES O QUE? , PORQUE NI NICK TIENE, SOLO UNA "T" SOLITA)
EL COMENTARIO DE JORGE PEDRO ESTA FUERA DE LUGAR (CON TODO RESPETO), LOS BAÑOS QUE TIENEN QUE VER EN LA HISTORIA Y LA PROFUNDIDAD DE LA MISMA...Y APARTE YA CADA QUIEN SACANDO SUS EXPERIENCIAS CON LOS BAÑOS.
QUE COSAS!!!!
Psé. Jorge Pedro y Tiro a veces son un poco escatológicos, pero no sólo de posts pulcros vive el hombre, dice la Biblia. O algo así. Gracias por comentar.
Publicar un comentario