- Notando que soy medio sordo. Hoy me subí por primera vez a un "colectivo". Voy sentado entre dos jóvenes. Uno dice algo de una camiseta. Yo voy viendo el paisaje y pensando dónde me bajaré, porque ando un poco despistado. Pienso que el de mi izquierda habla con el de mi derecha. Vuelvo a escuchar algo de "tu camiseta". Volteo a mi izquierda y veo al joven señalando mi camiseta y casi deletreando; impaciente, vuelve a decir algo que no entiendo (habla demasiado rápido) y al final "¿dónde la compraste?" Pienso rápido y respondo con una mentira (otro distintivo chilango, 'pa cuidarse las espaldas): "En la Ciudad de México" (en realidad la compré en NY el año pasado). Hablamos de películas pirata (me dice que su hermana le trae muchas de allá, cuando va), del transporte público (le explico que allá no hay "colectivos") y de otras cosas que no le entiendo muy bien pero a las que asiento cuando creo que es amable y a las que niego con la cabeza cuando percibo que se expresa duramente.
No es que los defeños seamos cortantes, pues. Es que en el norte hablan muy deprisa.
10 comentarios:
Otra forma de reconocer que eres chilango.
- Decir dónde te vas a bajar a la hora de pagar el pasaje en el colectivo. (En provincia el pasaje cuesta lo mismo sin importar dónde te vayas a bajar). Una vez en Aguascalientes me subí a un camión y a la hora de pagar dije: "Uno a López Mateos". El Chofer se me quedó viendo bien raro y me dijo: "¿Y a mi qué me importa a donde vayas?".
yo llevo un año viviendo en el df (vengo de aguascalientes) y todavía no sé cómo pagar en una combi. ¿es al principio o al final? que alguien me lo aclare.
mira, pepe, dime si te interesa: http://picnic-mag.com/index.php?dir=../convocatoria
Los puristas pagamos al bajar de la combi. Pero también existen los radicales que pagan al subir. Lo que de plano no soporto es a los dicen Buenosdías/buenastardes/buenasnoches al subir. ¡Dios! ¿Cuál es su problema?
Yo soy chilango, pero viví casi seis años en Aguascalientes. Cuando regresé al D.F. sufrí síndrome de abstinecia de tortas de lechón, pero ahora ya estoy bien, gracias.
Debo confesar que yo soy désos que cuando se suben a una combi (no a un microbús) saludan. Hay que ser corteses, ¿no?
Por otro lado, creo que la bronca no es tanto preguntar cuánto es a Adolfo López Mateos sino, simplemente, ¡preguntar cuánto es! En Tijuana al menos la tarifa por viaje es unitaria (7 pesos) y todo el mundo lo sabe, por lo que preguntar cuánto es es un símbolo de chilanguez absoluta.
Pero... ¿Por qué no saludas al subir al micro o al metro o al bicitaxi (bueno, creo que en el bicitaxi sí hay que saludar, Dios sabe que son bien sentidos)?
Lo que me provoca aversión es que al hacer esto corremos el riesgo de perder una de las pocas ventajas de vivir en una gran ciudad: la absoluta indiferencia hacia los otros.
En un microbús no hay sensación de comunidad; en el metro mucho menos. En una combi cabe tan poca gente, y cabe tan apretada, que siento el ¿compromiso? de llevarme bien con el vecino. Es como cuando te subes a un avión para un vuelo largo: si vas a pasar horas con la misma persona a lado lo menos que puedes hacer es decirle hola. Después de todo lo cortés no quita lo valiente.
Y sobre la indiferencia hacia los demás en las grandes ciudades; no sé, no termina de gustarme. Aunque disfruto mucho la sensación de anonimato que ofrece el ser uno en 20 millones, me gusta que de vez en cuando un(a) total desconocido(a) me sorprenda saludándome al cruzarnos en la acera.
Sí, supongo que tienes razón con lo de comunidad. En la combi hay que pasar pasajes, devolver el cambio, abrir la puerta... Ser pasajero de combi implica trabajo en equipo.
Lo de la indiferencia no es tan malo si tomas en cuenta cuál sería la otra opción. Una de las cosas que no me gustaba de Aguascalientes era que allá no puedes ir a ningún lado sin que te encuentres con algún conocido. Sí, suena bien, pero una y otra vez acabas encontrandote con exactamente la persona que no quieres encontrarte y en el peor momento posible.
Por otro lado, la indiferencia en el D.F. a veces llega a extremos ridículos. El otro día me subí a un micro y había un güey con cara de crucificado que se agarraba el estómago y gemía y gemía. Y todos lo ignoraban, todos hacían como veian para otro lado, y el güey seguía sudando y sudando y quejándose.
Yo hubiera hecho algo, pero tenía que llegar a mi casa a checar mi mail.
Le diste al clavo, chido (le diste al clavo chido, jeje): no es que no nos importe la gente: lo que pasa es que, si asumimos que nos interesa, tenemos que hacer algo en consecuencia (como ayudar a alguien que lo necesita) y ese es un paso que cuesta mucho trabajo dar. En realidad no somos indiferentes, sólo pretendemos serlo para no comprometernos.
Neta, por eso en los pueblos la gente sí se interesa por los demás, es más fácil hacerte responsable de unos cientos de personas, que hacerte responsable por 20 millones.
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