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jueves, junio 04, 2020

Dos series poco serias (y por eso buenas)

Formado en Saturday Night Live, Greg Daniels es el guionista responsable de varios episodios clásicos de Los Simpson ("La boda de Lisa", por ejemplo) y, sobre todo, es muy conocido por haber encabezado al equipo de guionistas que adaptó The Office a EU. 

En estos días Daniels ha estrenado dos sitcoms de los que es guionista y productor ejecutivo. Uno en Amazon Prime y otro en Netflix.

Creo necesario aclarar que estas dos recomendaciones son de series de comedias ligeras. No son joyas destinadas a ocupar páginas de gloria en la industria del entretenimiento, pero cumplen sobradamente su misión de sacarnos una sonrisa y acaso una carcajada, lo cual no es poco en los tiempos que corren.  

Empecemos.

Space Force



Quizá recuerden el revuelo que a principios de año causó la presentación que Donald Trump hizo del logo de la Fuerza Espacial estadounidense (fue la comidilla en redes sociales por su parecido con el de Star Trek). Bueno, pues precisamente a esa rama especial del Ejército, que nació con la encomienda de proteger las instalaciones estadounidenses en el espacio, se dedica este programa, pero en tono de farsa.

El programa reposa sobre los hombros dos actores brillantes (Steve Carrell como el general responsable de la Fuerza Espacial y John Malkovich como su asesor principal). Ellos son los encargados de cumplir la promesa hecha por un presidente irascible e ignorante que aseguró poder enviar una misión tripulada a Marte en 2024. Ellos dos son también la poca sensatez que queda en un equipo aplastado por la burocracia y la complacencia a la jerarquía militar. 

La serie funciona bien, sobre todo por Carrel y Malkovich, que manejan sus papeles con mucha solvencia. Y también hay un subtexto muy fino, muy bien llevado, de crítica a la administración Trump y a la ineficacia de una institución bien disciplinada y sin embargo altamente incompetente.

UPLOAD



Esta serie ubicada en el futuro cercano plantea un desarrollo científico y tecnológico que no resulta una absoluta locura (chequen, si no, esta nota al respecto): evitar la muerte transfiriendo nuestro ser a un disco duro. Y ya después de tu muerte física, tu mente (o tu ser, o lo que sea que se guarda en ese disco) puede irse al Paraíso o a un lugar no tan lindo... todo depende cuánto hayas podido pagar en vida. En ese "Más Allá", los vivos pueden interactuar con los muertos a través de una interfaz computacional. 

La serie sigue el caso de Nathan (Robbie Amell), un joven empresario que fallece en un accidente automovilístico y al que su novia le paga un paquete VIP para ese "Paraíso" después de la muerte. Ahí conoce y se enamora de Nora (Andy Allo), su asesora en ese mundo virtual (que está viva) y se da cuenta de que su muerte no fue accidental.

Los primeros capítulos de la serie son bastante ligeros (a veces demasiado), pero en todo momento hay una muy ingeniosa ironía respecto a nuestra relación con la tecnología (y el consumismo asociada a ella). En la recta final, UPLOAD gana una densidad muy apreciable que concluye con la mesa puesta para una segunda temporada que ya fue confirmada. 

domingo, mayo 17, 2015

El efecto Mozart (según Amazon)



Hay algo atractivo en el programa Mozart in the Jungle. Para empezar, claro, el título que lleva el nombre de un músico genial situado en un contexto completamente antimozartiano. Pero también que trata de una producción de Amazon Studios, muy agresivo en su modelo de negocios, y cuya audacia creativa debía ser un buen augurio. Asimismo, están los productores ejecutivos de la serie: Roman Coppola y Jason Schwartzman (el primero hijo de Francis Ford Coppola, productor y escritor de la estrambótica Viaje a Darjeeling; el segundo, sobrino de Coppola —Francis Ford— también conocido como el Luis XVI de Marie Antoinette, dirigida por Sofia Coppola, hija de...). Concluyamos este rosario de cualidades mencionando que en el elenco se encuentran dos actores talentosos: Gael García Bernal y Malcolm McDowell y una actriz que yo no conocía pero resultó muy convincente y guapa (Lola Kirke). 

La pregunta importante: ¿Vale la pena verla? Pienso que sí, pero que el producto final queda por debajo de las expectativas planteadas. La trama gira en torno a una joven oboísta (Kirke) intentando entrar a la Filarmónica de Nueva York. Sus desavenencias nos permiten satisfacer la curiosidad morbosa de lo que ocurre tras bambalinas en una institución tan prestigiada como la New York Philharmonic. Y, por lo que cuenta Blair Tindall (autora del libro que dio origen a la serie), la vida íntima de una gran orquesta es bastante, digamos, poco glamorosa. Salarios bajos, un sindicato incómodo, competencia feroz (y no siempre honesta), juegos de poder, politiquería... en fin, mucho sexo, mucha droga y mucho rock n' roll entre estos excelsos músicos. Hasta ahí, todo bien. Divertido e ilustrador. 

La trama empieza a torcerse (demasiado pronto) cuando entra en escena Rodrigo, el nuevo y joven director de la orquesta (Gael García), que sucede al viejo y exitoso Thomas (Malcolm McDowell). He leído que el personaje de Rodrigo es una parodia de Gustavo Dudamel, el prodigio venezolano de la dirección musical (actual director de la Filarmónica de Los Angeles). Y, aunque al principio su presencia resulta refrescante, conforme el personaje se desarrolla, se convierte en un pastiche cultural extraño y, al menos para mí, enfadoso: en aras de representar tooodo lo latino, los guionistas hacen que Rodrigo hable español con acento indiscernible, beba mate y maldiga diciendo "¡No mames, wey!". De cliché en cliché hasta que lo encontramos cantando rancheras en un restaurancito mexicano del Bajo Manhattan. 

Así las cosas, Rodrigo debe preparar el concierto inaugural de la orquesta y para ello lo vemos enzarzarse en un proceso creativo que incluye jogging en Central Park, una visita a la biblioteca (donde alucina charlar con Mozart), una experiencia psico-mística con un pianista, y sobre todo un conflicto emocional fortísimo con su ex-esposa Ana María (Nora Arnezeder), una violinista prodigiosa, dominatrix performancera que vive mentando madres a su público después de haberles ejecutado un concierto de Brahms. 

Cuando pregunté a Lázaro Azar (crítico musical del Reforma) si había visto la serie me respondió que no, porque le repelía la chairés (sic) de García Bernal: "Su hipsterismo va más allá de mi capacidad de resistencia", me dijo. Estoy de acuerdo, aunque lo que más me molestó de la serie no fue el hipsterismo de Gael sino la incapacidad de sus autores de entregar un producto mejor cuajado: no me cabe duda de que la vida de los músicos tiene muchos aspectos dignos de ser contados. Precisamente por eso un producto que se regodea en el lugar común de la excentricidad solipsista como principal detonante creativo me parece un desperdicio de tiempo y talento. Una joven ejecutante que se integra a una gran orquesta; un nuevo director que busca su identidad creativa; o uno viejo que requiere encontrar sentido a los nuevos tiempos... Todas son historias interesantes e intensas, susceptibles de un desarrollo audaz e inteligente. Pero Mozart in the Jungle las deja en anécdotas que sólo refuerzan los clichés del genio debrayante, del creativo "apasionado", de los artistas cachondos y sus musas marihuanas (y viceversa). Lo que empieza siendo un retrato realista sobre el mundo de la música, deriva en un hatajo de estereotipos ramplones. Una lástima. 

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Amazon Studios confirmó ya una segunda temporada de Mozart in the Jungle para 2016. La primera puede verse en México a través de Clarovideo.