El pasado viernes 10 de enero hubo un tiroteo en el Colegio Cervantes de Torreón, Coahuila. Las primeras versiones de los hechos las dio a conocer el alcalde de la ciudad, Jorge Zermeño Infante, quien adelantó que el causante del tiroteo fue un niño de 11 años, estudiante del plantel educativo.
El alumno llevaba dos armas de fuego, las cuales usó para matar a su maestra, disparar a sus compañeros (hubo seis lesionados) y luego suicidarse.
Como sucede siempre en estos casos, las redes sociales fueron medios y testigos de una gran cantidad de comentarios y análisis de los hechos. Los más recurrentes, al menos con base en lo que yo pude leer, se referían a las declaraciones de Miguel Riquelme, gobernador de Coahuila, en el sentido de que un videojuego "pudo haber influido" al niño que realizó el ataque. El gobernador asumió eso después de enterarse de que el atacante había utilizado un atuendo imitando a Eric Harris, uno de los perpetradores de la masacre en Columbine en 1999, que a su vez llevaba una playera con el nombre de un videojuego llamado Natural Selection.
Personalmente no me sorprende ya, pero sí me sigue molestando muchísimo, la capacidad de nuestra sociedad para construirse respuestas fáciles que mantengan el status quo y "no le muevan" a lo que verdaderamente importa. Lamento a las multitudes que encuentran la tragedia de Torreón razones para criminalizar a los niños y adolescentes y vulnerar su derecho a la privacidad con revisiones de mochilas en escuelas que se pretenden seguras. Repudio también a quienes afirman desde una falsa superioridad moral que seguramente el niño de Torreón tenía problemas porque vivía con su abuela y no tenía a sus dos padres cerca (como si la "vacuna" contra cualquier trastorno emocional fuera vivir en una familia nuclear tradicional).
Precisamente desde lo ocurrido en Columbine en 1999, he investigado mucho sobre ese hecho y otros similares. Lo que he obtenido como experiencia es que esos monstruos que nos espantan se parecen bastante a nosotros (los "normales") y SIEMPRE son sumamente complejos (como nosotros). Nunca (¡nunca!) se trata de personajes planos, que permiten ser clasificados en la carpeta de "Malos" sólo porque supuestamente sus vidas carecieron de amor y atención.
Un caso específico de lo anterior son los mismos perpetradores de la masacre de Columbine. Eric Harris y Dylan Klebold eran adolescentes perfectamente "normales". De hecho, un año antes de los asesinatos, ambos fueron atendidos por psicólogos y psiquiatras como parte de la atención que se les dio tras haber cometido un delito menor. Ninguno de los especialistas que los trataron detectó algo anómalo en ellos. Sue Klebold, la mamá de Dylan, negó durante mucho tiempo que su hijo fuera "malo" y atribuyó la responsabilidad de los crímenes a Eric, quien habría influenciado negativamente a Dylan. Varias grabaciones y textos que ambos dejaron le obligaron a reconocer la dolorosa realidad de que su hijo había sido tan responsable como Eric en los hechos. La Sra. Klebold escribió en 2015 un libro narrando su experiencia. Por ese entonces se presentó en una conferencia TED (que dejo abajo), y contó lo mucho que le duele cuando alguien le pregunta/reclama cómo fue posible que no se diera cuenta de los problemas que tenía su hijo. "He aprendido que no importa cuánto queramos creer que podemos... no podemos conocer ni controlar todo lo que nuestros hijos piensan y sienten. Y creer que somos diferentes, que nuestros hijos nunca pensarían en hacerse daño o dañar a alguien, hace que no veamos su parte oculta".
Su respuesta es devastadora, porque nos asoma a un abismo: lo que le ocurrió a ella, como lo que le ocurrió a la familia del niño en Torreón, nos pudo (y nos puede) ocurrir a cualquiera. Ninguno de nuestros hijos se encuentra a salvo sólo porque le preguntamos cada noche cómo le fue ese día. Y ciertamente tampoco está mucho más seguro sólo porque le revisen la mochila a la entrada de la escuela o le prohibamos jugar videojuegos. La respuesta es, insisto, mucho más compleja, y creo que queda brillantemente resumida en lo que contestó Marilyn Manson después de que varios lo señalaran como parcialmente responsable de que los adolescentes estadounidenses se sintieran atraídos por la "cultura de la muerte" que supuestamente él representaba a principios de este siglo. En su documental Bowling for Columbine (2002) Michael Moore le preguntó a Manson: "Si pudieran escucharte en este momento, ¿qué les dirías a los chicos que perpetraron la matanza de Columbine?" Manson respondió: "No les diría ni una sola palabra. Escucharía lo que tuvieran que decirme... que fue lo que nadie hizo jamás".
Precisamente desde lo ocurrido en Columbine en 1999, he investigado mucho sobre ese hecho y otros similares. Lo que he obtenido como experiencia es que esos monstruos que nos espantan se parecen bastante a nosotros (los "normales") y SIEMPRE son sumamente complejos (como nosotros). Nunca (¡nunca!) se trata de personajes planos, que permiten ser clasificados en la carpeta de "Malos" sólo porque supuestamente sus vidas carecieron de amor y atención.
Un caso específico de lo anterior son los mismos perpetradores de la masacre de Columbine. Eric Harris y Dylan Klebold eran adolescentes perfectamente "normales". De hecho, un año antes de los asesinatos, ambos fueron atendidos por psicólogos y psiquiatras como parte de la atención que se les dio tras haber cometido un delito menor. Ninguno de los especialistas que los trataron detectó algo anómalo en ellos. Sue Klebold, la mamá de Dylan, negó durante mucho tiempo que su hijo fuera "malo" y atribuyó la responsabilidad de los crímenes a Eric, quien habría influenciado negativamente a Dylan. Varias grabaciones y textos que ambos dejaron le obligaron a reconocer la dolorosa realidad de que su hijo había sido tan responsable como Eric en los hechos. La Sra. Klebold escribió en 2015 un libro narrando su experiencia. Por ese entonces se presentó en una conferencia TED (que dejo abajo), y contó lo mucho que le duele cuando alguien le pregunta/reclama cómo fue posible que no se diera cuenta de los problemas que tenía su hijo. "He aprendido que no importa cuánto queramos creer que podemos... no podemos conocer ni controlar todo lo que nuestros hijos piensan y sienten. Y creer que somos diferentes, que nuestros hijos nunca pensarían en hacerse daño o dañar a alguien, hace que no veamos su parte oculta".
Su respuesta es devastadora, porque nos asoma a un abismo: lo que le ocurrió a ella, como lo que le ocurrió a la familia del niño en Torreón, nos pudo (y nos puede) ocurrir a cualquiera. Ninguno de nuestros hijos se encuentra a salvo sólo porque le preguntamos cada noche cómo le fue ese día. Y ciertamente tampoco está mucho más seguro sólo porque le revisen la mochila a la entrada de la escuela o le prohibamos jugar videojuegos. La respuesta es, insisto, mucho más compleja, y creo que queda brillantemente resumida en lo que contestó Marilyn Manson después de que varios lo señalaran como parcialmente responsable de que los adolescentes estadounidenses se sintieran atraídos por la "cultura de la muerte" que supuestamente él representaba a principios de este siglo. En su documental Bowling for Columbine (2002) Michael Moore le preguntó a Manson: "Si pudieran escucharte en este momento, ¿qué les dirías a los chicos que perpetraron la matanza de Columbine?" Manson respondió: "No les diría ni una sola palabra. Escucharía lo que tuvieran que decirme... que fue lo que nadie hizo jamás".
2 comentarios:
He escuchado de todo en las noticias, incluso ya le hicieron su árbol genealógico para saber de dónde le viene el "mal". Pero me quedo con lo que escribiste. Saludos Pepe...Norma
Muchas gracias, Norma. Sí, creo que hay mucho "ruido" alrededor del caso. El problema es más complejo de lo que parece, y es normal que como sociedad nos dé miedo abordarlo en todas sus aristas. Muchas gracias por leer. :-)
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