Hace algunos años CNN se refirió a los festivales de ideas como "Viagra intelectual", en el sentido de que pretenden ser un estímulo fuerte y provocador para reflexionar y crear. Específicamente sobre la Ciudad de las Ideas, hace poco que alguien la llamaba "el Lollapalooza de los intelectuales"; otro la comparó con el Festival Cervantino, pero de ideas. Y, sí, pienso que CDI es equivalente a un Vive Latino, presentando conferencistas brillantes en vez de bandas de rock. El formato es sencillo en apariencia: tres días de conferencias de 14 minutos cada una; cada ponente debe presentar una idea brillante sobre temas que van de la conservación de los murciélagos hasta las investigaciones que se llevan a cabo en el CERN pasando por la actuación de una bailarina china...
En este sentido CDI tiene la tarea muy bien hecha. El curador del festival, Andrés Roemer, es un tipo con una cultura vastísima, tiene un equipo inteligente y creativo y recursos sobrados para montar un festival de altos vuelos: lo apoyan, además de su propia empresa, Grupo Salinas, CONACULTA, CONACYT, el gobierno de Puebla y Comex, por mencionar sólo a los principales patrocinadores del evento. A mí me recuerda torneos de tenis y la F1: hay muchos stands con actividades lúdicas, librería, café gratis (Punta del Cielo), papas de regalo (PepsiCo), un staff muy atento, y una buena parte del público que va en plan voy a ver y que me vean. No conozco otros festivales de este tipo, pero me imagino que son un poco más formales. En CDI hay una ligereza que se agradece (pues son tres días muy intensos).
Este es el cuarto año que asisto y puedo decirles que en todos he quedado satisfecho. Obviamente siempre hay dos o tres conferencias que no cumplen las expectativas (este año la de Peter Singer, o la de Pussy Riot), pero en general la calidad de los contenidos es muy alta. A mí me ha servido mucho como una fuente de la que abrevo para informarme sobre temas que me interesan, descubrir autores y estar razonablemente al tanto de lo que se hace en disciplinas que conozco poco. Representa para mí un plus importante al llevarse a cabo en Puebla, una ciudad hermosa y cálida, que puedo disfrutar cada año un poco más.
Si tuviera que mencionar un aspecto criticable sería el cambio de sede. Este año CDI se realizó en el remodelado Auditorio Metropolitano en vez de en el Centro Cultural de la BUAP. Hubo más gente, y se notó. Esto tiene que ver quizá más con mi tendencia a la misantropía, pero me ha incomodado mucho tener que lidiar con más personas para cualquier cosa (comer, comprar algo, ir al baño, curiosear en la librería, etc.). Hilando un poco más fino diré que el espacio entre butacas es más reducido que en el Centro Cultural de la BUAP: se ganaron boletos qué vender, pero se perdió comodidad. Y creo que esto es y debe ser reversible: no veo que CDI sea un negocio: pienso que es más bien parte de la estrategia de imagen de las súpermarcas que la patrocinan. De ser así, considero que es mejor quedarse con tres mil ideastas cómodos que con cinco mil que deben levantarse de su asiento cada vez que alguien quiere salir a tomar café (o a fotografiarse en el lobby). En otros festivales asiste mucha menos gente, que paga mucho más dinero pero goza de un networking que en La Ciudad de las Ideas es básicamente una vacilada.
En fin. Espero en uno o dos años dar el salto a otros festivales de ideas. Por lo pronto me siento satisfecho y orgulloso de que el mejor de América Latina y uno de los mejores del mundo (según la revista Wired UK) se lleve a cabo en mi país. ¡Y desde luego que ya estoy anotado para CDI 2016!
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