A Carmen Torres, con gratitud inmensa.
Hace algunos años tuve el gusto de viajar a Praga invitado por una amiga (la Carmen a quien dedico este post). Ella y su esposo (Pepe) han sido los mejores anfitriones que he tenido y uno de los lugares que me llevaron a visitar fue Lidice. Cuando me comunicaron su plan me dio un poco de grima. No me entusiasmó demasiado pasar medio día de los pocos que estuve en su hermoso país en un parque, por mucha historia que éste contara.
A los pocos minutos de estar ahí, me di cuenta de lo tonto que había sido. Escribí:
"Hoy Lidice es un parque hermoso del que no se debe elogiar su belleza. Un lugar por el que no se puede caminar con la cabeza erguida. Hay una pesadez que obliga a bajar la mirada. Es vergüenza y compasión. No eran sólo nazis y checos. Fuimos todos.
Lo más terrible es cuando uno reflexiona sobre el asesinato sistemático de un pueblo, la orden de borrar un lugar del mapa y las personas que obedecieron con el gusto del deber cumplido.
Uno se pregunta por qué.
Y la única respuesta es el silencio".
Para quienes no estén familiarizados con lo que ocurrió ahí, sepan que el 27 de mayo de 1942, dos rebeldes (uno checo y otro eslovaco) asesinaron en Praga a Reinhardt Heydrich, uno de los predilectos de Hitler, y a quien se había encargado la germanización de Bohemia y Moravia. Cuando el dictador se enteró, ordenó una investigación que arrojó, equivocadamente, la pista de que los asesinos eran oriundos de Lidice, un poblado a 25 minutos de la capital. Sin importar la poca veracidad de esa información, y urgido de dar un manotazo de autoridad, Hitler ordenó arrasar con el lugar hasta los cimientos. Las órdenes del führer se cumplieron con inhumana diligencia. Además de fusilar a todos los hombres y echar a las mujeres y niños a un tren que los enviará a campos de concentración, "se profana el cementerio, se asolan los huertos, se incendian los edificios y se vierte sal en la tierra para asegurarse de que nada crecerá en ella. Unas aplanadoras aplastan las ruinas. No debe quedar ningún rastro, ni siquiera el espacio que ocupó el pueblo". (Binet, 354)
Mención aparte merecen los rebeldes asesinos de Heydrich, que se ocultan durante varios días en una iglesia y, cuando son delatados, resisten durante horas a más de 800 integrantes de las SS y la Gestapo, que deben intentar ahogarlos (literalmente: inundando el lugar en el que se esconden) para poder dominarlos.
Esta historia la narra de manera formidable Laurent Binet en su libro HHhH, híbrido de novela, ensayo y cuaderno de notas, que le mereció en 2009 el Premio Goncourt de Primera Novela y los elogios más vehementes de público y crítica que leído en mucho tiempo. Muestra de ello es la reseña que Mario Vargas Llosa publicó en 2011 a propósito de esta obra que hoy les recomiendo sin ambigüedad alguna. Es —para decirlo pronto— un libro cuya lectura recordarán toda la vida.
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Para saber más: Pueden ver aquí una entrevista que RTVE le hizo a Binet a propósito de la publicación de HHhH en España (2011).
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Para saber más: Pueden ver aquí una entrevista que RTVE le hizo a Binet a propósito de la publicación de HHhH en España (2011).
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