lunes, octubre 18, 2010

¡Dios los libre!

A dos semanas de las elecciones de medio término en EUA, una candidata del Tea Party tiene que lidiar con declaraciones como ésta: "La evolución es un mito". ¡Jolines! En los '90 también impulsó una campaña contra la masturbación y reconoció haber practicado brujería.

Es Christine O'Donnell y, en un descuido, senadora por Delaware...

sábado, octubre 16, 2010

Ah, ¡el horror, el horror!

No tan rápido, e-book, no tan rápido

Hace algunas semanas leí un libro (éste libro) en el que Umberto Eco responde por millonésima ocasión a la pregunta de si Internet y los libros electrónicos vencerían o no a la lectura en papel.

Dice que no. Sostiene que el libro es un invento perfecto: como la cuchara, es imposible reemplazarlo por otro. Se pueden hacer modificaciones de diseños, de materiales, de tamaños... pero el objeto sigue siendo esencialmente el mismo.

Yo me encuentro en una posición indeterminada. Mantengo una relación muy peculiar con los libros, hasta cierto punto fetichista. Hago con ellos cosas que con un kindle o un iPad no podré hacer jamás: los muerdo, los mancho con sustancias extrañas, los tiro al piso (ellos caen, pero yo asumo la responsabilidad, jeje), los uso de mantel y paragüas o como block de notas si olvidé mi cuaderno en casa... Me gusta olerlos constantemente. Obvio decir que los subrayo y escribo en sus márgenes. En fin. He pensado escribir un post al respecto desde que hace algunos meses un amigo se escandalizó por el trato que le doy a mis libros ("Dices que los quieres, ¡pero ve cómo los tratas!"). Espero hacerlo pronto (escribir ese post); el caso es que el libro electrónico parece haber llegado para quedarse.

El e-book no es cosa nueva. Años ha que esta teconología se encuentra disponible, sin embargo en todo este tiempo no he conocido más que a una persona que lee de esta manera. Las cosas van a cambiar pronto. Se ha anunciado en España el futuro lanzamiento de una plataforma similar a las que ya existen para videos (YouTube) y música (Spotify). Esto quiere decir que en un par de años podría ser mucho más cómodo, seguro y económico comprar libros en línea para leerlos a través de una pantalla de ocho pulgadas. Quizá ya lo sea, pero la oferta de libros disponibles es limitada... cuando se abra el mercado de forma masiva (como YouTube y Spotify han hecho en sus respectivas áreas) podría darse un boom de la lectura electrónica.

Hoy mismo he hecho un viaje a la librería. Una de esas "incomodidades" que me evitaría si hubiera comprado el libro en línea. Por circunstancias que no considero necesario explicar, pasé casi dos horas manejando y gasté casi un octavo de tanque de gasolina. A ello hay que sumar, claro, el costo del libro que fui a comprar. ¿Hubiera preferido evitarme esa "molestia"? No estoy seguro. El viaje me sirvió para caminar una de las partes de la ciudad que más disfruto (el trayecto de la colonia Florida a Miguel Ángel de Quevedo); también pude pasar a curiosear una tienda de discos a la que no tengo acceso frecuentemente (Tower Records Altavista) y aprovechando que estaba por esos lares compré filetes de pescado y gorditas de chicharrón del Mercado de Mixcoac para ofrecerme a mí y a mi familia una de las mejores comidas de los últimos tiempos. No contemos que a veces hago ese periplo o uno similar acompañado de gente que aprecio, lo cual constituye en esas ocasiones un aliciente adicional para seguir pensando que es una buena idea ir a ver/comprar libros a una librería en vez de hacerlo en línea desde la modorridad de mi hogar.

Estoy seguro de que haré uso de eso que llaman el Spotify de los libros. Y no me veo lejos de adquirir alguno de esos artefactos para la lectura electrónica. Pero con la misma seguridad sé que no podré nunca sustituir una cosa por otra. Seré siempre un empedernido enamorado del objeto-libro, así como de la experiencia que implica buscarlos, comprarlos, leerlos, prestarlos, comentarlos, recordarlos... Soy un chico material y no me da lo mismo pasar las páginas en una pantalla táctil que en un libro de papel. Eco tiene razón: el libro es perfecto. Mejorable como objeto, pero no como idea.

Ven, Kindle, ven, iPad, ven, Sony Reader... Vengan, chicos... hay una biblioteca en casa que quiere conocerlos...

jueves, octubre 14, 2010

Marsalis: Another Day at the Office

Justicia es decir que el concierto de anoche fue extraordinario.

También lo es decir que no fue por las razones esperadas.

Anoche el Auditorio Nacional lució tres cuartas partes de sus localidades para recibir a Wynton Marsalis, leyenda viva del jazz contemporáneo y uno de los mejores trompetistas de su generación, a la cabeza de la Lincoln Center Jazz Orchestra.

No fue un concierto común de este grupo excepcional. El programa estuvo sustentado en música latinoamericana y como invitados especiales se contaron Chano Domínguez (piano/España), Paquito D'Rivera (clarinete/Cuba), Antonio Sánchez (batería/México), Diego Urcola (trompeta/Argentina), Edmar Castañeda (arpa/Colombia), Óscar Stagnaro (bajo/Perú). Completaron el cuadro el bailarín de tap Jared Grimes, Daniel Navarro, bailaor flamenco, Blas Córdoba, cantaor flamenco y Manuel Masaedo, percusionista flamenco.

Me he dado tiempo y espacio para mencionar a los invitados especiales porque fueron precisamente ellos quienes hicieron de la noche de ayer una inolvidable. Marsalis y su orquesta cumplieron sobradamente, ni duda cabe, pero no alcanzaron ni por asomo la emotividad que mostraron sus invitados.

Fue significativo que durante casi una hora (de las poco más de dos que duró el concierto) los invitados quedaron solos sobre el escenario, en la parte izquierda del mismo, en notable ausencia de la Lincoln Center Jazz Orchestra. Fue como dejar a su suerte en la sala de casa a los amigos que has invitado a para pasar una noche de sangre y fuego.

En otras palabras: lo mejor del concierto residió en lo que no fue Marsalis. Wynton tomó lugar en lo alto del estrado donde se acomodaron sus muchachos y desde allí organizaba, decía, pasaba las hojas de sus partituras, indicaba la entrada de cierto músico... Parecía el operador de una máquina bien aceitada supervisando que todo se mantuviera en orden: un día más en la oficina para un músico excepcional empoltronado al frente de una de las orquestas de jazz más prestigiadas del mundo.

En la parte estrictamente musical, no me quedan más que elogios. Y bastantes. La calidez humana de Paquito D'Rivera fue transmitida por cables de alta tensión a su clarinete, que constituyó sin duda el alma de las interpretaciones de "Yo vendo unos ojos negros" y "Libertango". Chano Rodríguez dio cátedra de lo que significa ser apasionado por el piano con su suite "De Cádiz a Nueva Orléans". El duelo entre Grimes y Navarro sobre el tablado del Auditorio nos hizo sentir a muchos que hacer música es casi absurdo después de la emoción que produce un buen baile. Edmar Castañeda le dio un nuevo significado al sonido del arpa (y su apasionada, casi diría erótica forma de tratar a su instrumento)...

Hace unos días comentaba con un amigo la necesidad que parecemos tener los seres humanos de toparnos de vez en cuando en presencia de Dios: momentos que nos corroboren que hay algo más que le dé sentido a nuestras existencias. Algunos, como él, encuentran la respuesta en alguna religión. Otros, como yo, constatamos esas presencias reales en instantes como algunos vividos anoche. Fue la música, la bonhomía de D´Rivera, el cachondeo de Castañeda con su Sra. Arpa, las cuatro manos de Rodríguez y Nimmer al piano, la compañía de un amigo entrañable... Sí: si conjugar todo ello es posible, ¡la vida es digna de ser vivida!

lunes, octubre 11, 2010

¿Será lo mismo?

Última página de mi edición EDAF de Madame Bovary. 10 años después releo esa novela con toda la influencia vargasllosiana de la que soy capaz. Ahora mi edición es de Cátedra, en su colección Mil Letras. Veremos si repite la nota final.

sábado, octubre 09, 2010

Hola, Wynton

¡Échale, mi Wynton!

Marsalis es ave de tempestades donde se presenta. Sus detractores lo acusan de ser la punta de lanza del mainstream del jazz estadounidense; un filtro tiránico para los músicos que se presentan en el Lincoln Center de Nueva York (cuya dirección musical corre a su cargo); un artista que a veces parece más interesado en la política que en su música, chocante por su inmaculada camisa allá a donde va (tan lejos de la idea romántica del artista desaliñado).

Vituperios aparte, hay algo cierto que se puede decir de éste, uno de los mejores músicos de su generación: es un maestro, en toda la extensión de la palabra. Hay que escuchar el disco Baroque Music for Trumpet, que grabó en 1984 a los 23 años de edad, para notar el virtuosismo de sus ejecuciones siguiendo partituras de Purcell, Handel y Torelli, entre otros. Pero también es un profesor de primera línea. A donde quiera que va con la orquesta que dirige imparte talleres en los que busca mostrar a los jóvenes músicos los valores esenciales de la música y sus encantos. Así se lee en El jazz en el agridulce blues de la vida, libro escrito a cuatro manos por Marsalis y Carl Vigeland (Paidós, 2001):

Muchos creen que el jazz significa simplemente subirse a un escenario y tocar lo primero que te viene a la cabeza y, cuando terminas, con un poco de suerte, los demás lo hacen al mismo tiempo. Pero no es así en absoluto (...) Hay una lógica y un orden en lo que, de otro modo, sería un auténtico caos. Y todos desarrollamos esa lógica mientras tocamos. El sentimiento más importante del jazz es la alegría. Pero no la consigues simplemente sintiéndote a gusto. Lo consigues porque te sientes fatal. Y peor aún. Lo consigues a partir de la porquería que ha tragado y sigue tragando la gente. Tienes empatía, el deseo de mejorar las cosas, de decir que todo puede ser de otra manera...

Marsalis se presenta en el Auditorio Nacional el próximo miércoles con la que llama "su familia": la Lincoln Center Jazz Orchestra. No es frecuente verlo por estos lares, pero más alla de esa condición atípica, el concierto del miércoles tiene otros ingredientes especiales: a la familia de Wynton se sumarán varios de sus amigos, entre ellos el pianista español Chano Domínguez, el clarinetista cubano-estadounidense Paquito D'Rivera, el percusionista mexicano Antonio Sánchez, el arpista colombiano Edmar Castañeda y el trompetista argentino Diego Urcola. ¡Puro total y absoluto jazz en español!

Un auténtico festín musical que lleva tres años cocinándose y para el que Wynton y compañía han preparado algunos manjares en la forma de arreglos a clásicos de la música popular mexicana como "Estrellita" de Manuel M. Ponce, "Bésame mucho", de Consuelo Velázquez y "Contigo aprendí", de Armando Manzanero.

Marsalis llegará a México procedente de Cuba, donde recibió los mejores elogios posibles de la prensa espalola presente. Así lo reportó Mauricio Vicent, de El País, desde la capital cubana: "La noche entera fue una obra de arte. Desde el principio al final. Una delicada selección de clásicos de Ellington, Gillespie o Thelonius Monk, combinada con arreglos y composiciones propias e hilvanadas como una lección magistral, rigurosa y vibrante".

La mesa está puesta... ¡que inicie el banquete!

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Den click aquí para escuchar el podcast que sobre Wynton Marsalis grabamos José Luis Esquivel y yo para Rebanada de Pan.

sábado, octubre 02, 2010

"No se trata de dinero"

Terry Semel, ex C.E.O. de Yahoo!, contando cómo Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, rechazó la oferta que le hizo en 2006 por MIL millones de dólares para comprar su empresa:

"No había conocido a nadie --olvídese de la edad--... a nadie que rechazara una oferta de mil millones de dólares. Pero él dijo: 'No se trata de dinero. Este es mi bebé, y quiero seguir manejándolo, quiero verlo crecer' No lo podía creer".

El perfil completo de Zuckerberg, en un estupendo texto de José Antonio Vargas para The New Yorker.

"En las oficinas no se trabaja"

Palabras de Nick Cave, próximo a sacar su segundo disco con Grinderman. Pueden leer la nota completa de El País aquí y una entrada anterior sobre este músico británico en ergozoom acá.

EP3. ¿Sigue trabajando en un estudio y manteniendo un horario de oficina?

N. C. Exacto. Cuando empecé a tener una ética de trabajo muy ordenada mucha gente pensó que de aquello no podía salir nada bueno. Piensan que te has convertido en un oficinista. Pero en las oficinas no se trabaja. La gente se pasa el día haciendo cafés y bajando porno. Trabajo de nueve de la mañana a ocho de la tarde. Luego me dedico a recordarles a mi mujer y a mis hijos lo que es vivir conmigo.