sábado, mayo 15, 2010

Mal de escuela

Daniel Pennac publicó hace unos años (1992) un libro que constituye un hito respecto a la formación de lectores: Como una novela. Destacan de ese volumen sus "derechos imprescriptibles del lector": un provocador decálogo que incluye el derecho a no leer, el derecho a saltarse páginas y el derecho a no terminar un libro, entre otros.

Marcado por esa excelente lectura, hace ya algún tiempo leí en
El País una reseña que recomendaba la lectura de su entonces nuevo Mal de escuela (2007), en el que aborda la figura del "zoquete" (o sea, del mal alumno) para ejemplificar algunos de los yerros fundamentales del trabajo del profesor. A mí el recurso me parece ingenioso, pero machacón: Pennac insiste tanto en haber sido un zoquetazo que por momentos parece que quiere que le creamos más por compasión que por otra cosa ("oh, claro, él fue un zoquete, ergo ha de saber tratar con ellos").

El autor se asume como paradigma de zoquetería (asegura, por ejemplo que tardó un año en aprender la letra
a) y, con base en ese argumento de autoridad, desarrolla un libro sincero y honesto. El recurso me parece ingenioso, pero machacón: Pennac insiste tanto en haber sido un zoquetazo que por momentos parece que quiere que le creamos más por compasión que por otra cosa ("oh, claro, él fue un zoquete, ergo ha de saber tratar con ellos).

Destaco la idea de "desaprender" como indispensable para estar en auténtica posición de enseñar: "El gran defecto de los profesores es su incapacidad para imaginarse sin saber lo que saben. Sean cuales sean las dificultades que han tenido que superar para adquirirlos, en cuanto los adquieren sus conocimientos se les vuelven consustanciales, los perciben como si fueran evidencia ('¡Pero es evidente, vamos!'), y no pueden imaginar que sean por completo ajenos a quienes, en ese campo preciso, viven en estado de ignorancia".

Al final también se desliza la idea de la enseñanza como acto de amor ("si sueltas esta palabra hablando de instrucción, te linchan, seguro"). No seré yo (¡claro que no!) quien asuma una posición mojigata respecto a la actividad docente, pero hago una pausa, recuerdo a los mejores profesores que he tenido y pienso que es cierto. Hubo bastante de esa palabra linchadora en los profes que recuerdo con más aprecio. Creo que nunca se los agradecí personalmente. Ahora es un poco tarde, pero me gustaría que supieran no sólo que los aprecio, sino que me son inolvidables... y, en cierto sentido, profesionalmente indispensables.

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Mal de escuela, de Daniel Pennac, está editado en español por Random House Mondadori. Ojo: la edición española (2008) cuesta 399 pesos. La mexicana (2010) anda en 129 (pídanla en el sello DeBolsillo).

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