jueves, marzo 25, 2010

Palabra de Wynton


De Wynton Marsalis sólo conozco dos discos. Absolutamente disímiles, hay que decirlo. Un disco de música barroca y The Majesty of Blues, los dos de 1989.
Suficiente para haber comprado, hace unos meses, El jazz en el agridulce blues de la vida, un libro de Carl Vigeland en el que el periodista sigue al trompetista durante una de sus giras y relata la experiencia en un texto inolvidable.
He leído el libro con una fruición que no sentía desde hacía mucho. He encontrado en él lecciones de vida de una transparencia pasmosa; de una sencillez que deja frío. Abro el libro al azar y ubico una de mis tantas flechas, subrayados o simples dos puntos y línea curva ascendente :)

El jazz no se aprende necesariamente en la escuela. Muchos creen que el jazz significa simplemente subirse a un escenario y tocar lo primero que te viene a la cabeza y, cuando terminas, con un poco de suerte, los demás lo hacen al mismo tiempo. Pero no es así en absoluto. La improvisación del jazz es una creación que parte de melodías de blues, en un contexto de vibraciones armónicas, rítmicas y de timbre. Hay una lógica y un orden en lo que, de otro modo, sería un auténtico caos. Y todos desarrollamos esa lógica mientras tocamos. El sentimiento más importante del jazz es la alegría. Pero no la consigues simplemente sintiéndote a gusto. Lo consigues porque te sientes fatal. Y peor aún. Lo consigues a partir de la porquería que ha tragado y sigue tragando la gente. Tienes empatía, el deseo de mejorar las cosas, de decir que todo puede ser de otra manera...

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