Pienso, o intento hacerlo, como el secretario de Salud.
La epidemia está controlada. Ha costado mucho tiempo, esfuerzo, y dinero (más de mil millones en estos días, sólo en pérdidas de los restaurantes en el DF). Afortunadamente, el virus es menos agresivo de lo que se pensaba en un principio y hay menos contagiados de lo que se temía. Parece que se puede volver a la normalidad el próximo miércoles. ¿Es así?
Los mexicanos llevamos 10 días encerrados. Los centros comerciales han estado semivacíos y los restaurantes y otros centros de reunión (cines, teatros, estadios) casi abandonados. Y viene el 10 de Mayo. Una celebración para la que los mexicanos no conocemos límites. Es tradición que en ese día (caiga entre semana o en asueto) los restaurantes se atesten, los teatros vean ocupadas todas sus butacas y los cines vendan con horas de anticipación todas sus localidades. Incluso si la gente no sale, se reúne (muchas veces por decenas) en una casa donde se da el aquelarre en torno a la Primera Dama de la familia.
¿Se imaginan lo que ocurrirá cuando millones de mexicanos que se han mantenido enclaustrados durante casi dos semanas se vean de pronto liberados en su primer fin de semana en el que, oh Fortuna, se celebra el Día de las Madres?
¿Volvemos el miércoles a la llamada "normalidad"?
Se ha avanzado mucho. Se han hecho bien las cosas. Parece que lo peor ha pasado. No parece que valga la pena arriesgar estos logros por una celebración folcrórica que en los días que corren se antoja más desaforada que nunca.
Mañana deciden las autoridades. ¿Ustedes qué decidirían si pudieran hacerlo? ¿Por qué?
La epidemia está controlada. Ha costado mucho tiempo, esfuerzo, y dinero (más de mil millones en estos días, sólo en pérdidas de los restaurantes en el DF). Afortunadamente, el virus es menos agresivo de lo que se pensaba en un principio y hay menos contagiados de lo que se temía. Parece que se puede volver a la normalidad el próximo miércoles. ¿Es así?
Los mexicanos llevamos 10 días encerrados. Los centros comerciales han estado semivacíos y los restaurantes y otros centros de reunión (cines, teatros, estadios) casi abandonados. Y viene el 10 de Mayo. Una celebración para la que los mexicanos no conocemos límites. Es tradición que en ese día (caiga entre semana o en asueto) los restaurantes se atesten, los teatros vean ocupadas todas sus butacas y los cines vendan con horas de anticipación todas sus localidades. Incluso si la gente no sale, se reúne (muchas veces por decenas) en una casa donde se da el aquelarre en torno a la Primera Dama de la familia.
¿Se imaginan lo que ocurrirá cuando millones de mexicanos que se han mantenido enclaustrados durante casi dos semanas se vean de pronto liberados en su primer fin de semana en el que, oh Fortuna, se celebra el Día de las Madres?
¿Volvemos el miércoles a la llamada "normalidad"?
Se ha avanzado mucho. Se han hecho bien las cosas. Parece que lo peor ha pasado. No parece que valga la pena arriesgar estos logros por una celebración folcrórica que en los días que corren se antoja más desaforada que nunca.
Mañana deciden las autoridades. ¿Ustedes qué decidirían si pudieran hacerlo? ¿Por qué?
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