Me dejó pensando una frase que leí hace rato en el nuevo libro de Álvaro Enrigue (Hipotermia, recomendable hasta donde he leído -p. 94 de 187-): "Hay por ahí toda una generación que no sabe lo que fue Siempre en Domingo".
Lo primero que pensé fue: "Qué suerte, ¡no haber visto nunca a Raúl Velasco con su gesto amenazante de 'Aún hay más'!"
Luego me sentí un poco... mayor.
Enrigue tiene razón: hay por ahí una generación (la de los nacidos a finales de los '80, principios de los '90) que ya tienen referentes culturales muy diferentes a los de los que nacimos 10 años antes.
Por ejemplo: ellos dan por hecho que Internet siempre ha estado ahí. Yo recuerdo que, de entrada, las PC eran novedad a principios de los '90 y que Internet no empezó a ser accesible hacia mediados de esa década (mi primera cuenta de e-mail la tuve en Compuserve, que era un hit en esos momentos -1995- y ahora no existe). Las laptop eran casi un sueño.
Alguien nacido en los '90 puede asumir como normal la posibilidad de obtener un celular a cambio de 149 pesos (+ IVA) y un cupón encontrado en una caja de Corn Flakes. No recordará que los primeros teléfonos móviles no lo eran tanto (verdaderos ladrillos) y que su precio era prohibitivo: no había prepago, ni el que llama paga.
Pensará que López Dóriga lleva conduciendo el Noticiero toda su vida, sin recordar a Guillermo Ortega y mucho menos a Jacobo Zabludobsky.
¿Y qué hay de los videojuegos? Yo recuerdo la era pre Nintendo. Antes jugábamos en el patio: patinetas, avalanchas, gises y latas aplastadas eran objeto de algunos de nuestros divertimentos. Después llegaron las consolas y sus maravillas.
Y qué decir de la traída y re traída transición democrática: yo no recuerdo el '88, pero sí que ubico la rebambaramba que se armó antes de las elecciones del '94 (y las que han seguido), sucesos que alguien nacido en los '90 pasó -si no en la cuna- posiblemente sí en el kínder haciendo ejercicios de caligrafía.
En fin. Creo que los que nacimos a principios de los '80 somos algo así como una "generación bisagra" que, continuando con el lenguaje figurado, abrimos la puerta a la generación que hoy no sabe qué era Siempre en Domingo. Para bien y para mal. ¡Yo creo que para bien!
Fantásticos son los tiempos que hemos vivido, y los que viviremos.