El comentario parecerá impresionista. Lo es.
Los mejores libros que he leído son aquellos en los que me he visto identificado: los que me dicen algo de mí mismo. Son los mejores para mí, claro, desde un punto de vista totalmente subjetivo. El sábado terminé de leer uno que, por esas características, me pareció epifánico: se trata de Infancia, de J.M. Coetzee, Premio Nobel de Literatura 2003. Nunca me había "visto" en un libro como me "vi" en ése. Con todas sus virtudes y defectos, yo soy el niño del que Coetzee escribe en Infancia. Me gustaba (¿me gusta?) hacer preguntas a la gente no precisamente para escuchar sus respuestas, sino para tener la oportunidad de enunciar las mías. Me gustaban (¿me gustan?) los deportes, pero siempre tuve una relación tormentosa con la competencia que ellos implicaban.
Coetzee, con el críquet: "¿Es esto lo que está eligiendo cuando elige jugar al críquet: ser puesto a prueba una y otra vez hasta que falle, por una bola que va hacia él de modo impersonal, indiferente, sin piedad, buscando ansiosamente el resquicio de su defensa, y más rápido de lo que él se espera, demasiado rápido para que consiga aclarar la confusión de su espíritu, ordenar sus pensamientosm decidir qué es conveniente hacer? Y en medio de este pensamiento, en medio de este lío, le llega la bola". Yo era ese niño, jugando no críquet sino béisbol, hace más de 10 años. Y así hay muchos momentos, sentimientos, ideas, acciones y pasiones en las que el personaje de Coetzee me resultó, literalmente, un espejo.
Supongo que mi identificación con un personaje no es buena razón para recomendar un libro, así que baste repetir que Coetzee es Nobel, ha ganado dos veces el Booker Prize y otros galardones igual de rimbombantes: y sí, los premios pueden ser discutibles, pero les aseguro que la calidad literaria del autor sudafricano no lo es.
Infancia, de J.M. Coetzee, está editado en español por Mondadori (2003).
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