Le ocurrió a Cristo, a Napoleón, a Charles Montgomery Burns y, claro, a Alejandro Magno: sólo la muerte detuvo su obcecada misión sobre la Tierra: conquistarla, cada cual a su modo.
Lo dice el viejo Ptolomeo en Alexander (Stone, 2004): "Los soñadores hartan. Deben morir a tiempo para evitar arrastrarnos con ellos al abismo". La cuestión sobre un post anterior se mantiene: estos personajes, pienso, fueron pruebas vivientes de la necesidad de llegar a un momento de decir "es suficiente".
La película es buena a secas, demasiado larga (casi tres horas), y con actuaciones apenas suficientes para los personajes que aborda, por no hablar de sus caracterizaciones (confirmados los rumores: el tinte de Colin Farrell es risible).
Sin embargo es de esas películas en las que el personaje principal es tan imponente (Alejandro, en este caso) que una pizca de talento (y Stone ofrece más que eso) la hace parecer brillante. No lo es, pero aún así vale la pena verse.
1 comentario:
smithers, jojojo.
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