(Noviembre 2, 2004)
No conozco muchos estadios de béisbol, pero estoy seguro que el Petco Park de San Diego debe ser uno de los mejores. 47 mil asientos. Boletos desde los 5 hasta los 270 dólares por partido y a sólo unos cuantos metros del Pacífico, el Petco todavía huele a nuevo (fue inaugurado a principios de este año). El guía (por 9 dólares puedes dar un tour por todo el parque) nos lleva a los palcos de prensa, a los restaurantes VIP (uno de ellos con vista a las jaulas de práctica de bateo: tú puedes ver a los jugadores, pero ellos no pueden verte a ti) y al dugout de los Padres, con sus bancas de madera y su teléfono directo al bullpen. El guía señala las tres banderas que engalanan el parque: la de Estados Unidos al centro, la del estado de California a la izquierda y la de México a la derecha. “Los Padres tienen muchos aficionados mexicanos que vienen a los partidos cada semana”, se jacta. “Aunque los colores están al revés”, le digo, observando que en su mexican flag primero va el rojo, en vez del verde. Don (así se llama el guía) responde un poco apenado preguntándome cómo debería ser la bandera. Le muestro la que traigo cosida a mi mochila. “Somebody should do something about it”, dice. Concuerdo.
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