domingo, enero 18, 2015

¡Que vienen los bárbaros!

Para Claudia Magos, con amor, mutatis mutandis. 



Hay algo admirable y conmovedor en la actitud que Alessandro Baricco adopta en este libro. Baricco, periodista y literato italiano, pertenece a la generación que, en su mayor parte, define su relación con los adolescentes y jóvenes de ahora como una batalla. Para que lean, para que escuchen buena música, para que respeten y aprendan del pasado, etcétera. Una generación cabreada con sus hijos y nietos, empeñada en convencerse de que antes la educación era mejor, la moral verdadera y el futuro, claro y prometedor. Baricco es de esa generación, pues. Pero no se instala en el cliché facilón de cargar contra los chicos del iPhone y la tablet o de acusarlos de estultos porque usan Wikipedia. No, Baricco intenta algo más digno de un tipo con tres dedos de frente, y bastante más difícil: comprenderlos. Y explicarlos. A ellos, a los bárbaros. Ejemplo:

La relación con el pasado no es un principio estético, no es una forma de elegancia: es la respuesta  a un hambre. El pasado no existe: es  un material del presente. Probablemente será verdad, piensa el bárbaro, eso de que el asado al barolo es mejor que esta horrorosa hamburguesa: pero yo tengo hambre aquí y ahora, y si tengo que ir hasta las Langas para comer esa gloria, voy a llegar muerto allí. Sobre todo desde que el camino para las Langas se ha convertido en un viaje larguísimo, selectivo, sofisticado, elitista y un auténtico coñazo. De manera que aquí me quedo. Y me como mi hamburguesa, escuchando en mi iPod Las estaciones de Vivaldi, en versión rock, leyendo al mismo tiempo un manga japonés, y sobre todo invirtiendo diez minutos, diez, así salgo de nuevo a la calle, y ya no tengo hambre, y el mundo está ahí, para ser atravesado. Es una postura discutible. Pero es una postura: no es ninguna locura. (p. 172)


El libro concluye con un epílogo de vuelos líricos titulado "La Gran Muralla", que el autor anuncia desde el principio de su obra y que, claro, fue redactado durante su viaje a la China emergente como economía dominante del planeta. 

No puedo dejar de recomendar un libro con el que mi marcatextos tuvo una relación impúdica, y que tantos signos de admiración y "wow" tiene en sus márgenes. Tremendo ensayo: provocador y potente, deja mucho qué pensar. Y, sobre todo, mucho qué hacer.

No hay comentarios.: