Hace un par de meses terminé la de Einstein que escribiera Walter Isaacson (quien ya prepara la biografía de Steve Jobs). Luego pasé (no necesariamente en ese orden) por Verano, de J.M. Coetzee, Desayuno con John Lennon, de Robert Hilburn y por Missing de Alberto Fuguet. Este post obedece a mi conclusión de la lectura de La versión de Barney de Mordecai Richler.
Una compañera de trabajo me preguntó qué tenía yo con las biografías; por qué mi afición a ellas. La verdad es que no lo sé. Ni siquiera estoy seguro de que pueda considerarse una "afición", pero el hecho es que en meses recientes mis lecturas se han encaminado hacia ese género.
Lo interesante en todo caso es la forma en que se cuentan esas vidas. El Einstein de Isaacson es una biografía tradicional en toda regla. No ocurre así con el libro de Coetzee, formidable relato autobiográfico escrito desde la ficción. Y qué decir de Missing, de Alberto Fuguet, tan celebrada por Vargas Llosa. Es la historia de un tío del autor contada desde el recuerdo de varias personas, a cuál más preciso (o impreciso, para el caso). El libro de Hilburn no es precisamente una biografía, aunque sí recorre de manera cronológica su trabajo como editor musical de Los Angeles Times con recurrentes alusiones personales. Finalmente La versión de Barney es una divertida e inteligente novela que se presenta como el libro de memorias de un personaje ficticio en los albores del Alzheimer.
Escribir desde la memoria es escribir desde la ficción. No recordamos lo que ocurrió, sino lo que filtramos de lo ocurrido. Lo que verdaderamente pasó no importa. Lo que permanece es el recuerdo que nos queda. Que nos hacemos, valdría la pena decir. La verdad no es sino la idea que construimos de ella. Y buena parte de esa construción (cultural, social, personal) está basada en lo que recordamos (o creemos recordar) de tal o cual hecho o persona.
Me inquieta (ligeramente) mi "afición" por las biografías. En mis compras de fin de semana, anticipando algunos días de descanso en los que espero leer bastante, dos de los cuatro libros que compré tienen elementos biográficos: El sueño de Inocencio, de Gerardo Laveaga (novela histórica basada en la vida de Inocencio III) y Freud, el crepúsculo de un ídolo, revisión crítica de Michael Onfray sobre el psicoanálisis.
Ya les contaré.
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