martes, octubre 27, 2009
viernes, octubre 23, 2009
Chilaquiles con somnolencia
Segundo día del decimonoveno MEXMUN en el Campus Ciudad de México. Asisto por primera vez al desayuno para profesores al que invita el comité organizador.
Horror.
Fruta con yogur y jugo de concentrado. Chilaquiles y frijoles. Mucho café.
Eso no estuvo mal.
Pero llegó el momento de los mensajes de bienvenida.
Por algún modo incomprensible (al menos para mí) este campus que ayer celebró 36 años todavía falla a la hora de invitar oradores. El primero, el Dr. José Fernández Santillán, se presenta con un currículum impresionante que incluye dos doctorados y haber sido discípulo de Norberto Bobbio. Presume que acaba de regresar de Italia precisamente de un congreso celebrando los 100 años del natalicio de su maestro. Tristemente, se notó que la presentación que "preparó" no la hizo él. ¿Cómo lo sé? He hecho lo mismo que él: pido que alguien más haga la presentación (sin revisarla yo) y leo las diapositivas limitándome a comentar lo que se me ocurre de ellas mientras las voy leyendo el día del evento. Es muy evidente cuando alguien improvisa (mal) y/o no conoce el contenido de lo que está presentando. En fin, que hasta errores de ortografía tenían las diapositivas. Muy lamentable.
Lo peor llegó con el segundo invitado (¿para qué dos oradores en un evento tan breve?): el director de un colegio privado en el sur de la Ciudad, con un mensaje que divagó entre una revisión de su trayectoria profesional (¿a propósito de qué?) y la revisión de ocho larguísimas propuestas (por lo demás nada nuevas) para la educación del segundo milenio. Cuando terminó de hablar, una tercera parte de los invitados ya se habían salido...
Y al final del merquetengue nos invitan a "un recorrido por las instalaciones"... Yeah!
Horror.
Fruta con yogur y jugo de concentrado. Chilaquiles y frijoles. Mucho café.
Eso no estuvo mal.
Pero llegó el momento de los mensajes de bienvenida.
Por algún modo incomprensible (al menos para mí) este campus que ayer celebró 36 años todavía falla a la hora de invitar oradores. El primero, el Dr. José Fernández Santillán, se presenta con un currículum impresionante que incluye dos doctorados y haber sido discípulo de Norberto Bobbio. Presume que acaba de regresar de Italia precisamente de un congreso celebrando los 100 años del natalicio de su maestro. Tristemente, se notó que la presentación que "preparó" no la hizo él. ¿Cómo lo sé? He hecho lo mismo que él: pido que alguien más haga la presentación (sin revisarla yo) y leo las diapositivas limitándome a comentar lo que se me ocurre de ellas mientras las voy leyendo el día del evento. Es muy evidente cuando alguien improvisa (mal) y/o no conoce el contenido de lo que está presentando. En fin, que hasta errores de ortografía tenían las diapositivas. Muy lamentable.
Lo peor llegó con el segundo invitado (¿para qué dos oradores en un evento tan breve?): el director de un colegio privado en el sur de la Ciudad, con un mensaje que divagó entre una revisión de su trayectoria profesional (¿a propósito de qué?) y la revisión de ocho larguísimas propuestas (por lo demás nada nuevas) para la educación del segundo milenio. Cuando terminó de hablar, una tercera parte de los invitados ya se habían salido...
Y al final del merquetengue nos invitan a "un recorrido por las instalaciones"... Yeah!
miércoles, octubre 21, 2009
Reflexión post-'Inglourious Basterds'
No es el caso de Tarantino, de talento probado pero tristemente desperdiciado en una película (hablando de él diríase oootra película) teñida de un rojo barato que afea el cuadro que ofrece al principio: parece una acuarela de museo; termina siendo un afiche para colgar en la habitación de un adolescente con pretensiones de estridencia.
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