No soy fan de los Rolling Stones. Pero debería. Ayer por la noche vi en la pantalla IMAX de Vancouver el documental Shine a Light, que Martin Scorsese hizo de un concierto de los Rolling en Nueva York.
No sabía qué esperar. Algo explosivo, sin duda. Scorsese se concentra durante casi las dos horas que dura la película en narrar la acción del concierto en el Beacon Theatre, que más de alguna semejanza tiene con el Metropólitan chilango: es un lugar relativamente pequeño (más aún teniendo en cuenta que estamos hablando de los Stones) que precisamente por ello permite mantener la esencia de un concierto: cercanía con el público. No vemos el pantagruélico escenario de U2 (que por cierto el viernes estrena su U2-3D) sino unos Rolling sin más parafernalia que un buen juego de luces y la energía de Mick Jagger a la que cualquier calificativo (inverosímil, envidiable, felina) le queda corto.
A través del genial emplazamiento de cámaras y de una edición preciosa más que precisa Scorsese logra "meternos" al concierto dándole prioridad a lo único que importa: la música. Sí hay algunos detalles del antes del concierto, algo vemos tras bambalinas y se nos presentan también imágenes de archivo de entrevistas con los Stones de los '70, pero lo que más y mejor vemos (y escuchamos) es la música. Entendemos (si cabe la expresión) que un concierto así es más un rito que un recital. Y que los Stones de eso saben, como decimos en México, un resto. No se la pierdan. Aunque no sean fans.
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