Antes no era así, lo juro.
Cuando niño, comía zucaritas. En algún momento, no contento con la dulzura de las hojuelas de maíz cubiertas con azúcar, recargué mi ración diaria con una o dos cucharadas de chocolate en polvo. Años más tarde empezó a preocuparme la carga calórica y empecé a comer corn flakes. También les ponía chocolate.
No sé cuándo ni cómo empecé con los chocokrispis, pero desde hace unos meses no puedo dejar de tener dos raciones diarias. A veces son tres. En días excepcionales, cuatro.
Casi no puedo pensar una comida sin terminarla con un platón de krispis hasta el tope de leche. No importa que sean las tres de la tarde, no puedo traicionar mi pertenencia al Comando Melvin. Pienso en granos de arroz inflado con chocolate cuando tengo sed, se me antoja algo dulce, quiero botana para ver la tele, quiero algo para mientras leo, necesito algo rápido para desayunar o algo que no ensucie muchos trastes para cenar...
No es una adicción barata: he notado que compro dos cajas de 750 gramos a la semana (me acerco peligrosamente a la tercera), y cada una cuesta más de 40 pesos. Más la leche: a 11 pesos el litro a razón de poco más de un litro diario sólo en consumo de krispis...
Estoy desesperado...
2 comentarios:
Oye hasta a mi me sale más barato seguir fumando!!!!!! jajajaja...
Yo tuve mi temporada de Cheettoadicta.... Maldito Chester!!!!
sé que lo superarás. un día simplemente mirarás el tazón y dirás: diantres... ya me aburrí del sabor... ahora probemos Trix!!!!
Sólo para informarles a los muchos preocupados que he decidido luchar contra mi adicción: ahora raciono los krispis y estoy decidido a no exceder una dosis diaria, ergo, no consumir más de una caja por semana. ¡Arriba y adelante!
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