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- Míralos.
- Son todos tuyos, te adoran -le contesté por decir algo.
- A ninguno le gusta el fútbol -siguió.
Para alentar la conversación elegí el otro lado del ring:
- Mentira, podemos discutir si saben o no, pero gustar les gusta a todos.
- ¿Qué nos jugamos a que no?
- ¿Y cómo hacemos para saberlo?
Imaginó un método que me llamó la atención por su originalidad y creí aceptable de manera casi cientifica. Se trataba de hacer caer un balón en medio del enjambre periodístico. Si lo devolvían con el pie, ganaba yo; si lo devolvían con la mano, ganaba él. Acepté la apuesta.
Diego se levantó despacio, agarró un balón y con esa precisión exagerada que tiene la depositó en medio del grupo en cuestión. Hubo un alboroto como del hormiguero pateado, un forcejeo del que sacó ventaja el más decidido y después de dar dos o tres pasos rapiditos para dejar claro quién había ganado el pleito, nos devolvió el balón con las dos manos, haciendo una especie de saque de banda.
Me defendí como pude:
- Pobre tipo, le dio vergüenza alcanzarla con el pie por ser vos Maradona.
Pero Diego también tenía respuesta para eso:
- Si yo estoy en una fiesta en casa del presidente de la nación con un esmoquin y me llega una pelota embarrada, la paro con el pecho y la devuelvo como Dios manda.
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El miedo escénico y otras hierbas, de Jorge Valdano, está publicado por Punto de Lectura (2002).
1 comentario:
Diego siempre sera Diego aun metiendo goles con la mano en un mundial, metiendose todas las drogas prohibidas o conduciendo ese espantoso programa..... la magia del futbol y de un grande que hizo mas grande al balon, falta poco para el mundial y a disfrutarlo como pocas veces se disfruta el futbol de verdad no payasadas como el futbol mexicano, buen post y buena anecdota de valdano!.
saludos
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