Vamos, que no es capaz de reconocer ni a Dios Nuestro Señor en persona.
El sábado anterior, durante su visita a Colonia, Pelé se presentó en audiencia privada ante Su Santidad. Ya saben, Pelé toda alegría, todo pompa y circunstancia propias del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Ratzinger lo vio tan alegre y dicharachero (y tan morenazo) que le preguntó, apenas saludarlo, sin saber quién era: "¿Eres brasileño?" Pelé se descuadró. Un asesor benedictino se acercó a Su Eminencia y le susurró al oído que era Pelé, "un gran futbolista" (se ve que ése tampoco sabía mucho). El Papa sonrió y O Rei Pelé le besó la mano.
Que le digan al Papa cuántos católicos hay en Brasil (y cómo le están comiendo el mandado las sectas cristianas en ese país), a ver si así se empapa un poco más del mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario