lunes, julio 18, 2005

Potter, Harry Potter (1a. de 3 partes)

Cuenta la leyenda que once editores rechazaron el primer libro de J.K. Rowling por considerar que los niños no se interesarían en él; además era una locura pensar que, en todo caso, el interés pudiera mantenerse durante siete entregas, como era el plan de su autora. Y sin embargo ocurrió. De los primeros cuatro libros de la serie se han vendido 200 millones de ejemplares en 55 idiomas y del quinto, Harry Potter y la Orden del Fénix, se vendieron 5 millones sólo el día de su lanzamiento, una cifra que ningún autor, en ninguna época ni género, ha logrado jamás. Claro que, como en toda historia de éxito, la de J. K. Rowling y su niño mago no está exenta de críticas. Los más serios aducen que la Pottermanía tiene como base libros de escaso valor literario, mientras varias decenas de fanáticos religiosos han quemado públicamente ejemplares de Harry Potter argumentando que promueve la brujería y que “aflige las mentes” de los niños al inducirlos a ritos satánicos. Pero, ¿cómo surgió este fenómeno que escandaliza a religiosos y literatos pero fascina a niños y mercadólogos? ¿Cómo hacer de un libro un producto tan redituable que a su autora se le considere incluso más rica que a la reina de Inglaterra? ¿Qué acto de magia (o de oscura brujería, según) hizo que los niños se interesaran tan apasionadamente por leer un libro en tiempos del Internet, Play Station y cine en tercera dimensión?

Joanne Kathleen Potter
La historia de Joanne Kathleen Rowling es en sí misma una fantasía: de ella se cuentan tantas cosas (la mayoría de las cuales no han sido confirmadas o rechazadas oficialmente) que es difícil trazar una biografía de la mamá de Potter. Nos ceñiremos aquí a lo que parece más verosímil: los datos que proporciona su sitio web. Sabemos que Joanne Kathleen Rowling nació en Irlanda en el seno de una familia rural, aunque desde muy pequeña se dio cuenta de que lo suyo no eran las vacas y el campo, sino las letras y la enseñanza. Con grandes esfuerzos sus padres lograron que la joven Joanne ingresara a la Universidad de Exeter para estudiar letras clásicas. Al terminar la carrera se enamoró (o mejor dicho: creyó enamorarse) de un periodista portugués y se casó. Apenas pasaron unas semanas, ambos se dieron cuenta de que la relación no funcionaría y se divorciaron. Poco después Joanne supo que estaba embarazada de Jessica, su primera hija y empezó a trabajar dando clases particulares de francés. Entonces vino la idea. Una noche, sentada en un café mientras arrullaba a Jessica, Joanne empezó a esbozar en una servilleta los primeros personajes de Harry Potter, sus rasgos y las aventuras que vivirían en el primer tomo de la serie, Harry Potter y la Piedra Filosofal. Joanne sabía que tenía una gran historia entre manos, pero necesitaba tiempo para desarrollarla. Una modesta beca del gobierno escocés fue suficiente para terminar el primer libro, cuyo manuscrito fue rechazado por un par de editoriales que consideraron el libro “demasiado largo” para el público infantil. Tras la oportunidad que le ofreció una editorial británica, el éxito de Harry Potter no sólo fue inesperado, sino absolutamente abrumador: las primeras ediciones se agotaron en semanas. El resto es por todos conocido.
(Próxima entrega: "La Pottermanía... y sus críticos")

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