jueves, abril 14, 2005

Las horas previas

Supongo que así se sienten los atletas antes de jugar una final.
Saben que merecen estar ahí (si no, no estarían en la final), pero queda un dejo de temor de que algo salga mal en el partido en el que, precisamente, nada puede salir mal.
Hay muchos entrenamientos previos, tantos que a veces se roza el hartazgo. Se tiene una charla táctica con el entrenador, cuidando la guardia de los puntos débiles y afinando las fortalezas. Se procura dormir tranquilo, y bien. No comer nada que caiga demasiado pesado al estómago. Se invita a los seres queridos a ver el partido, con esa ambivalente sensación de orgullo (el campeonato está tan cerca) y miedo al ridículo (¿y si no gano?).
Me siento nervioso, y emocionado. Sé que mi vida será distinta a partir de mañana. El único impedimento que tenía para estudiar una maestría se esfuma con el título de licenciado que tendré mañana a esta hora. Y la imaginación vuela. Lejos. Las posibilidades son (casi) infinitas, y las ganas de comerme el mundo a cucharadas crecen con el logro que significa terminar una carrera después de seis años de vida universitaria y casi uno de tesis (sin olvidar, claro, los 13 años previos e indispensables para llegar a la universidad).
Ahhh, tengo tantas cosas qué decir. Pero estoy rebasado por los sentimientos, las ideas, los planes, los nervios...
Supongo que lo mejor será, como todo buen atleta que se precie de serlo, tener en mente que los partidos se ganan punto por punto y que, en todo caso, lo más importante es siempre disfrutar el juego.
El próximo post, desde Chicago. Ya titulado, y con los ímpetus más en orden... espero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y unos días después, asegurando que esto valió la pena, y que los amigos, familia y aficionados en general estuvimos emocionados, orgullosos e identificados, valga comentar que a Pepe le fue maravillosamente, que habló con conocimiento de causa, relajado y convincente. Otra vez, un abrazo enorme al licenciado,
Yanna