Glorieta del Ángel de la Independencia, 11:30. Inician los batallones históricos, con soldados enfundados en mamelucos que simulan pieles de aves y felinos (supuestos caballeros águila y tigre); un turista estadounidense, muy divertido, prepara su cámara al paso de los que visten como quienes combatieron en 1847 (as if he knew; o quizá sí sabe, y por eso se divierte). De un lado de Reforma las oficinas de Banorte, "el banco fuerte de México"; del otro, las de American Express. Al fondo, la Torre Mayor. Miles de personas en las aceras; hoy no hay huacales de madera (un operativo de madrugada impidió su venta, renta y reventa), pero la gente se las ingenia como puede: bancos, sillas, monumentos y hasta una suite con balcón en el Sheraton María Isabel sirven para tener una vista privilegiada del desfile. Sin novedades frente a la embajada estadounidense que, como siempre, está rodeada de vallas metálicas frente a las que, cuando pasan las fuerzas especiales cantando, con camuflaje, un padre de famila observa: "se parecen al hombre ese verde... ¡Hulk!". Un par de jóvenes reparten volantes del libro Dianética, de Hubbard. Un teporocho altera el orden intentando llegar a los soldados que marchan; policías lo detienen mientras el hombre grita hurras a los militares, a quienes llama carnales. La gente aplaude la gracia y guarda silencio durante varios minutos para ver pasar los vehículos pesados, sin música por dentro, con neumáticos del tamaño de una persona y armamento absurdamente lustroso que hace pensar que nunca ha sido usado, ¿lo guardarán todo el año sólo para el desfile?
Qué gusto ver al ejército en las calles... y que la gente lo aplauda.
1 comentario:
Ahhh benditas celebraciones patrias... el instante infinito donde las contradicciones aún resultan más latentes. Y es que mientras las niños conocen a la perfección la lírica del "Za za za" por el otro nos damos cuentas del ignaro entorno en lo que concierne al Himno Nacional. Y es que mientras en las radiodifusoras vivíamos el "estreno" del nuevo tema de Luis Miguel, esperabamos a la vez, que dieran las doce horas del día 15 de septiembre, para interpretar al unísono el Himno Nacional Mexicano. Lo que más me sorprendió fue el hecho de que se repartieron al por mayor hojas tamaño carta que contenían la letra del mismo... Mi pregunta es: ¿no se supone que esto ya lo debieramos saber perfectamente? entiendo bien, que la lírica añeja cuyas palabras resultan extrañas para muchos no es del todo comprensible (bien lo dijo el señor Iñaki Manero en un pasillo de Acir: ¿que levante la mano quien sepa qué es un bridón), pero del mismo modo, hay quien canta constantemente temas de los artistas del momento... y a veces ¡ni el idioma entiende!...
En fin, retomo mi punto. La repartición de hojas no fue sólo en mi trabajo, escuelas, recintos hasta en oficinas estatales, Cámara de Diputados y demás organizaciones políticas se vio el desfile de pulposa en cuyas carátulas reposaba la letra del Himno (completos, incompletos, borrosos, con faltas de ortografía.. la variedad destacaba)...
Hay quien en el momento interpretó con singular entusiasmo, otros ignoraron el llamado y seguían su jornada tradicional de mediodía. Cada quién vivió el Himno a su manera, pero lo que es contradictorio, es que para algo tan nuestro, tan mexicano, tengamos que seguir usando el acordeón...
Publicar un comentario