Estimados
Padres de Familia.
Queridos colegas.
Inolvidables
alumnos del Bachillerato Internacional, generación 2017.
En una de
las novelas que leímos, comentamos y analizamos, Vida de Pi, de Yann Martel. Revisamos algunas características
básicas de la novela de viaje. Comentamos, según recuerdo, que los
protagonistas de estas historias se enfrentan a condiciones adversas que deben
vencer para lograr llegar a su destino. Dijimos también que en una buena novela
de este género el protagonista siempre cambia, se transforma, conoce algo de sí
mismo que le permite cerrar una etapa e iniciar otra.
La metáfora
del viaje, desde luego, funciona a la perfección para definir el momento en el
que se encuentran ahora. Han terminado un recorrido pleno de miedos y
confusiones, de misterios y acertijos que parecían imposibles de resolver. En
su camino han encontrado aliados y enemigos; desconocidos que les tendieron la
mano y amigos que a la hora de la verdad se quebraron y dejaron de serlo. Pero
también, y sobre todo, si fueron lo suficientemente afortunados en estos años,
crecieron y se conocieron un poco mejor. Descubrieron habilidades que no sabían
que tenían y cayeron en cuenta de que algunas áreas que creían dominar en
realidad les deparaban todavía muchas sorpresas. Aprendieron y cambiaron. Se transformaron,
como los personajes de las mejores novelas de aventuras.
Ahora llevan
ya varias semanas de otro viaje. Uno más largo, más complicado, más retador y,
espero, también más motivante. Estoy seguro de que la mayoría llegará a buen
puerto, aunque probablemente será uno distinto al que prevén en este momento.
Otros pocos cambiarán de barco y muy pocos, espero sinceramente que ninguno,
naufragará. Pero la vida es así, y sigue siendo maravillosa.
Lo
importante es que están iniciando otro viaje, y es en esta metáfora en la que
deseo detenerme un momento. En la metáfora del viajero. Noten que he dicho viajero y no turista. En uno de sus últimos textos, el filósofo y sociólogo
polaco Zygmunt Bauman afirmó que uno de los problemas más graves de nuestra
época consiste en que los seres humanos hemos dejado de ser viajeros y nos
hemos convertido en turistas de nuestras vidas. Bauman decía que los viajeros
son muy parecidos a los peregrinos, en el sentido de que los mueve una búsqueda
profunda, trascendente, muchas veces lenta y que exige paciencia y pasión. Los
turistas, por el contrario, pocas veces se detienen más allá del tiempo
necesario para tomar una selfie. No
importa que frente a sí tengan una obra maestra, o un paisaje que a otro le
quitaría el aliento. Lo único que desea el turista es capturar una imagen para alimentar
su historia de Snapchat.
En un
sentido muy similar escribe el filósofo francés Michel Onfray en su libro Teoría del viaje. Dice que al viajero
auténtico lo caracteriza “el gusto por el movimiento, la pasión por el cambio, el
deseo ferviente de movilidad y la furia de la independencia”. Noten por favor
que estas palabras entrañan una disyuntiva fundamental: somos nómadas o
sedentarios, dice Onfray, aficionados al flujo, a los transportes, a los
desplazamientos o apasionados por el estatismo, el inmovilismo y las raíces. Los
primeros aman la ruta, larga e interminable, sinuosa y zigzagueante; los
segundos disfrutan de la madriguera, oscura y profunda, húmeda y misteriosa.
Asumiré esta
tarde que pertenecen al primer grupo, al de los viajeros, simplemente porque su
edad lo exige y porque no se necesita revisar sus vidas exhaustivamente para
darse cuenta de que se están moviendo, de que siguen cambiando, de que la
transformación no ha cesado.
Y a ustedes,
viajeros de la generación IB de la PrepaTec Esmeralda 2017, deseo recordarles
hoy las palabras de un poeta griego que escribió unos versos sublimes refiriéndose
al más famoso de los viajeros: Ulises. Les recuerdo que, después de diez años
en la guerra de Troya, Ulises tardó diez años en su viaje de regreso a casa, la
isla de Ítaca. En ese camino se enfrentó a Poseidón, a cíclopes, gigantes
caníbales y, desde luego, también a las sirenas. Durante el trayecto perdió a
todos sus amigos. Y cuando por fin llegó a casa, dicen los versos de Homero, no
pudo evitar un gesto de decepción al encontrar una isla pequeña y empobrecida,
muy lejana de la próspera e imponente ciudad que él idealizaba tras veinte años
fuera de casa.
Otro gran
poeta griego, Constantino Cavafis, recuperó esa idea y consideró que Ulises se
había equivocado al decepcionarse de Ítaca cuando regresó a casa. Porque,
después de todo, la simple idea de Ítaca, la idea de un hogar, de una familia,
de un lugar en el que pudiera sentirse cómodo, esa idea, lanzó a Ulises al mar para
llevar a cabo un viaje repleto de aventuras y conocimiento. Por eso, decía
Cavafis, Ulises debía estar agradecido con Ítaca, con esa idea que le motivó a iniciar
un viaje que ningún otro mortal había emprendido antes.
Esta tarde
yo les recomiendo lo mismo que Cavafis a Ulises. Ya inmersos en este
maravilloso viaje que son sus vidas, deseen que el camino sea largo. Tengan una
meta clara, pero no apresuren el paso.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.
Ítaca
te dio el viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.
Y
si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así, sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.
Así, sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.
Sean viajeros, no turistas. Nutran
su historia en Snapchat, pero dense tiempo para encontrar trascendencia. Asuman
que la vida es sinónimo de misterio y no permitan que esa verdad los asuste.
Busquen estabilidad, pero asuman que ningún cambio importante se ha logrado
simplemente esperando que ocurra. Y disfruten, desde luego. Tienen motivos de
sobra para asumir que el viaje será placentero. Y si no lo es, si las aguas se
enturbian o algún vendaval amenaza su barca, recuerden que tienen en nosotros,
sus padres y profesores, a navegantes experimentados dispuestos a lanzarles un
salvavidas.
Muchas gracias por habernos
permitido compartir estos años con ustedes. Ha sido una aventura
extraordinaria. Les deseo el mejor de los éxitos.