Hace algunos años intenté leer sin éxito Los detectives salvajes. Hace algunas semanas, con ánimo de revancha y buscando material que resultara novedoso para mis alumnos de último semestre, decidí leer Putas asesinas.
El libro me ha descubierto a un escritor inteligente, sensible y audaz, que vale la pena leer. Pero también me ha revelado a un autor que a veces se esfuerza demasiado por decir algo callándolo o, en el peor de los casos, por no decir nada escribiendo mucho. Habiendo leído el libro y varias entrevistas a Bolaño, descarto la segunda opción: Bolaño era demasiado bueno como para intentar decir nada. Prefiero atribuir esa incomprensión a mi falta de pericia como lector. Quedamos, entonces, en que el escritor chileno invita a sus lectores a jugar teniendo en mente la Teoría del Iceberg de Hemingway: tan importante es lo que se dice como lo que no se dice.
En ocasiones el reto es delicioso (caso del relato que da título al libro, uno de los mejores que he leído en tiempos recientes) pero en otras la morosidad es francamente cargante (ejemplo: "Fotos"). Al final el balance es positivo. Nos encontramos ante un escritor que exige de nosotros cultura y creatividad; que no nos imagina apoltronados en un sillón esperando cómodamente la resolución del conflicto; que sabe que el valor de su literatura no está en las respuestas que ofrece sino en las preguntas que plantea.
Me ha gustado mucho. Aunque también me ha cansado. Creo que mi siguiente lectura será una novela de misterio. Y no estoy hablando de Los detectives salvajes. No todavía.