domingo, mayo 20, 2007

Un hallazgo

Estos señores son la revelación del año. De lo que va del año. Al menos para mí.
Son Pink Martini, un grupo de once músicos fijos (más cuatro invitados habituales en sus giras) nacido en Portland en 1994, a iniciativa del pianista Thomas Lauderdale.
Al principio tocaban sólo en reuniones privadas, pero en 1997 grabaron su primer disco, Sypmathique, con el que llevan vendidas más de un millón de copias.
En 2004 llegó Hang on Little Tomato y apenas esta semana se estrenó su tercer disco, Hey Eugene!
Ahora bien, ¿qué hace especial a Pink Martini? Escucharlos es transitar, con una exquisitez indescriptible, del sonido de las orquestas latinas de los '40 a algunas reversiones de populares bandas sonoras pasando por el cabaret, el lounge, el jazz y una pizca de la mejor música norteamericana. Sus vocalistas cantan en español, inglés, francés, italiano, japonés y griego, mientras sus músicos dominan trompeta, trombón, violín, piano, guitarra, bajo batería, vibráfono, tres chelos y varias percusiones. Una delicia.
Mi recomendación es que en cuanto puedan vayan a comprar alguno de sus tres discos (¡o los tres!).
Ahora que si sólo creen en lo que escuchan y no en lo que les cuentan, den click en http://www.myspace.com/pinkmartinionmyspace y convénzanse.

lunes, mayo 07, 2007

El séptimo velo

Juan Manuel de Prada ha escrito una novela monumental contra los monumentos. Una novela de largo aliento sobre el tema del que más se escribió en el siglo XX: la II Guerra Mundial.
Pero lo hizo desde una perspectiva distinta. Inicialmente pensó una novela épica que tuviera como punto de partida la Resistencia francesa a la ocupación alemana. Pensó que sería una historia de héroes, repleta de actos gallardos y actitudes honorables. La investigación de documentos históricos (que le llevó año y medio) le hizo ver su proyecto con menos candidez. Se dio cuenta de que muchos de los libros escritos sobre el tema “no eran demasiado buenos” y que en realidad Francia había (intencionalmente) cubierto con un velo de misterio la mayor parte de lo ocurrido durante la Resistencia. Hubo incluso un lapso de año y medio (el principio de la ocupación nazi) en el que, de hecho, no hubo resistencia alguna.
Así fue tomando forma la historia de Jules, un joven combatiente francés que se une a la Resistencia más por accidente que por convicción ideológica. Y que pronto se da cuenta de que la diferencia entre un “colabo” y un patriota es de forma, no de fondo; que los personajes más abyectos tienen rasgos de grandeza y que los héroes de piedra no existen: son gigantes de arena que no resisten los vientos que trae el tiempo.
Recomendable para los interesados en la II Guerra Mundial, en los vericuetos de la memoria (individual y colectiva), en la figura (y los desfiguros) del héroe y, en general, para todos quienes disfruten de un libro escrito sin concesiones, constante en imágenes poderosas y sólido en su investigación documental.
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El Séptimo Velo ganó el Premio Biblioteca Breve 2007, uno de los más importantes de la escena literaria hispanoamericana, con nombres como Luis Goytisolo, Juan García Hortelano, Mario Vargas Llosa, Vicente Leñero, Juan Marsé, Carlos Fuentes y Guillermo Cabrera Infante entre sus ganadores. Está editado por Seix Barral / Planeta.

domingo, mayo 06, 2007

Foto de Tunick: el Lado B

(Foto: Lucía Godinez / El Universal)
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Alejandra Romo / en exclusiva para ergozoom

Es una pena llegar a una decisión sobre ti y tu cuerpo y que ésta se vea limitada por una falta de planeación garrafal. ¿Qué paso hoy en la plancha del Zócalo y sus alrededores? ¿Lo que cuentan las noticias? El Universal por cierto tiene una buena crónica pero, ¿hasta dónde dice realmente todo lo que pasó?

Cuatro y media de la mañana. La llegada a las calles aledañas al Zócalo fue caótica. Sin embargo el frío aún no era penetrante, lo que no puede decirse del olor a cigarro y caño que se desprendía de las coladeras. Todos caminábamos hacia el acceso de 16 de Septiembre e Isabel la Católica, sin saber cómo ni por qué la gente comenzó a formar filas hacia República de Uruguay. Aunque el ambiente era de respeto, no podías dejar de sentirte amenazado por las miradas de los compañeros que optaron por fotografiarse esta madrugada, te sentías como carne de cañón. Seguíamos caminando de regreso, desde donde empezamos a observar la mala logística, pues dejaron entrar a quienes se registraban al instante y a nosotros, más de mil personas que nos registramos previamente por Internet, nos restringieron el acceso. ¿Por qué? Aún no lo sabemos. Dieron muchas explicaciones, pero ninguna convincente.

Los olores comenzaban a mezclarse: cigarro, café, coladera, perfumes: era como vivir los pasajes de El Perfume en carne viva, como Grenouille, pero sin su monstrosidad; el sol aún no salía, la gente caminaba un poco en orden un poco amontonada, y los Red Bull no se hicieron esperar en las calles de Eje Central y 16 de Septiembre. Todo transcurría entre bromas sobre las posiciones que pediría Tunick a sus modelos y las restricciones al lugar: “Van a seleccionar a la gente una vez que llegue al registro”. El único policía que resguardaba nuestra seguridad nos gritó: “¡Muévanse! Si los aplastan no salen en la foto”. La broma fue acogida con estruendosas carcajadas y a la que alguien contestó “¡Cómo no!, van a salir... pero en la nota roja”. Entre una y otra broma también oímos y vimos caras absortas por la pena, por la desaprobación. Empleados de la Asociación de Bancos de México salían de una fiesta en sus coches por esa misma calle y se reían de la gente que esperaba posar para Tunick; como si ya supieran la cruel broma del destino que se les jugaría tan sólo una hora después.

Cinco y media de la mañana. Llos gritos de los borrachos no se hicieron esperar, desde el naquísimo “¡Ay, mamacitaaa!”, hasta el personaje adinerado que nos gritó “¡Bien por el que se encuere, putos!”. Llovieron expresiones similares de todos los puntos posibles (autos, edificios, transeúntes...) pero hasta el momento todos creíamos que las cosas iban bien: lentas pero seguras. Sí, vimos cómo se colaban algunos que acababan de llenar su inscripción, pero --pensamos-- nada grave. ¿Quién iba a pensar que nos dejarían afuera?

Daban las seis y media, dos horas después de la cita, cuando la fila avanzó hacia el Zócalo. Nos registramos por Internet, nos desvelamos, respetamos la fila y además nos moríamos de hambre, pero seguíamos firmes en nuestra decisión. A no menos de diez metros aparecieron los medios de comunicación, que provocaban miradas de asombro, reproches de “no quiero salir”, caras escondidas entre la oscuridad por querer continuar en el anonimato, pero los flashes se hicieron llegar y por uno y otro lado nos bañaron mientras el gente del staff de Tunick nos dividía en dos filas para poder pasar.

Llegados justo al frente de la fila los radios comenzaron a sonar “¡Ya no dejen pasar más! ¡Ya vamos a empezar! ¡Cierren todos los accesos!”. Increíble. Por lo menos mil personas nos quedamos fuera. ¿Cómo? ¿Por qué? Porque nuestro muy querido artista no tomó en cuenta algunas cosas sobre los mexicanos, su ciudad y la logística que debía seguir para llevar a cabo un evento como éste. Hagamos memoria: Café Tacuba 70,000 asistentes en el Zócalo, sin problemas; López Obrador, 150,000; de Tunick se dice que logró reunir entre 18,000 y 20,000 personas. Y la convocatoria lo rebasó.

¿Qué excusas dieron para dejar a una multitud fuera de la fotografía? “El sol ya está por salir y si queremos que salga la foto debemos detener aquí la entrada”. “Ya son muchos, ya no caben en el Zócalo”. Asombroso. ¿Ya no caben? ¿Pues qué no tomaron en cuenta la capacidad de la plancha? ¿No esperaban a esa cantidad de participantes? Mala planeación insisto, hubieran avisado que si no llegabas a las 4 no entrabas; pero en las instrucciones dijeron 4:30... y mucha gente que llegó a esa hora (e incluso antes) se quedó afuera.

Por supuesto las voces impacientes no se pudieron acallar. Los gritos de “¡Guiness, Guiness!”, “¡Foto, foto!”, “¡Déjenos entrar!”, ¡Portazo, Portazo!” “¡La Cultura es de todos!” y “¡Todos o ninguno!” (entre los menos vulgares) fueron los protagonistas en esta ocasión. Algunos nos fuimos enseguida a buscar otra calle para entrar de colados mientras que los que se quedaron ahí empezaron a gritar, atacar a los medios, tirar la carpa de representantes e incluso avanzar a unos cuantos metros de la plancha; hasta que alguien del staff de Tunick anunció que si no se detenían los insultos y la agresión la fotografía sería suspendida. ¡Vaya amenaza! Si Tunick invita a un performance colectivo y no deja entrar a gran parte de los asistentes (muchos provenientes de otras ciudades del país) y pretende romper un récord de 7,000 personas, créanme: no creo que se le vuelva a apoyar. Qué decepción, pero así fue: bajo amenazas de no volver a hacer una fotografía artística en México se detuvo a la masa que buscaba un espacio en la plancha del Zócalo.

Ni modo: nos quedamos sin la experiencia y sin nuestra foto de 8 x 10 pulgadas. A cambio obtuvimos un registro impreso, que es lo único que nos va a recordar que estuvimos ahí. Al fin y al cabo papel. ¿Y si lo enmarcamos?